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Cuando salimos del lago tenemos que tumbarnos sobre la hierva para secar nuestra ropa. Pasamos bastante tiempo esperando a que se seque, la verdad. Pero aprovechamos ese tiempo para jugar con Nilenna. Después de pasar un tiempo los tres juntos, volvemos a la cabaña y seguimos con los preparativos de la travesía. 

Harold me ha conseguido ropa más adecuada para el viaje. Pantalones, sí. Pantalones un poco deformes que se parecen a los suyos, solo que varias tallas más pequeños. Y camisas de lino de varios colores, desde tonos claros hasta oscuros. Y botas, aunque pienso llevarme mis deportes sí o sí. 

También he aprendido a cómo limpiar mi espada cuando no disponga de un herrero que la cuide por mí. Es un trabajo costoso y aburrido pero logra ocupar mis horas muertas. 

-Ya se ha dormido -anuncia Harold con orgullo mientras se acerca a mí. 

Nilenna estaba hoy algo hiperactiva, como si hubiese comido un montón de café. Pero Harold tuvo la gran idea de jugar con ella fuera y lograr cansarla. Al final ha caído rendida al sueño. 

-Ven -le pido a Harold mientras extiendo la mano. 

Él la toma mientras me mira con curiosidad, a la espera de mi próximo movimiento. 

Suelto su mano y lo dejo frente a mí. 

-Ya sabes que apenas nos queda un día para irnos -susurro de la forma más sensual que soy capaz de conseguir. Me llevo las manos a los cordones del cuello de la camisa. 

-¿Qué... estás... haciendo? -balbucea nervioso. 

Tengo ganas de reírme por su nerviosismo. Es la primera vez desde que... aterricé aquí que he visto a Harold ponerse tan nervioso. 

-Hay algo que quiero hacer antes de dejar este siglo -respondo. 

Cuando mi vista hace contacto con la cara de Harold me doy cuenta de las dos manchas rojas sobre sus mejillas. ¡Está sonrojado! Pero... por otro lado, sus ojos no denotan vergüenza sino deseo. Como cuando un niño ve a un cachorro de perro y le gusta. Sí, bueno... acabo de compararme con un cachorro. No es muy autohalagador, la verdad. 

-Quiero acostarme con un vikingo -continúo-. Es el sueño de casi toda mujer. En el futuro, claro. 

Harold niega con la cabeza mientras cierra los últimos centímetros que nos separan. Me agarra por los hombros y me gira, hasta dejar mi espalda pegada a su pecho y su boca respirando contra mi cuello. 

-¿Qué haces? -pregunto. Ahora soy yo la que estoy nerviosa por este cambio de roles. Se suponía que yo llevaría el mando de la situación, no él. 

-Ayudándote a olvidar todos los que han estado antes que yo -susurra-. Quiero que olvides a cualquier hombre que alguna vez te haya sonreído, a cualquiera que te haya hablado... a todos menos a mí. 

Su voz es sexy y sus manos son calientes cuando se deslizan dentro de mi camisa de lino, ásperas también. Su aliento hace cosquillas contra mi cuello, pero me aguanto las risas para no hacer que la situación sea incómoda. 

-¿Cómo es en tu siglo? -pregunta mientras vuelve a darme la vuelta. Las manos de Harold se desplazan hasta mis mejillas, un momento después sus labios están sobre los míos. Sin cuidado, sin delicadeza. Solo hambre y sed que necesitan ser saciados. 

-¿A qué te refieres? -pregunto cuando separa sus labios de los míos. Los siento hinchados y seguramente estén más rojos que de costumbre, aunque los detalles no se pueden apreciar con la cálida luz amarilla que desprende el fuego. 

-¿Quién lleva el control? -aclara.

Segundos después soy alzada en el aire. Las manos de Harold por detrás de mis muslos y tengo la necesidad de rodear su cintura con mis piernas para no caerme, o algo peor.

-Quien quiere -respondo rapidamente, justo antes de que sus labios vuelvan a estar sobre los míos. 

-Quiero hacer esto bien para ti -confiesa-. Quiero que te guste, quiero que nunca lo olvides, quiero que supere a los hombres de tu siglo -fija su mirada en la mía mientras me acuesta sobre la cama y se queda suspendido sobre mí-. Dime -me pide casi desesperados-, ¿cómo puedo hacerlo? ¿cómo logro ser para ti mejor que ellos? 

-Sé tú mismo -respondo mientras deslizo mis dedos entre sus mechones de pelo-. Con eso será suficiente. 

Harold asiente, pero no parece muy convencido de ello. Yo tampoco. Mi respuesta es en parte mentira, no hay nadie con quien compararlo, no tiene nadie a quien superar. ¿En besos? Sí ¿En otras cosas? No. Ya os hablé de mis problemas con los chicos. Los intimido hasta la médula y no se acercan a mí para hablar. Son unos cobardes. 

Y después está Harold, que parece adorar esa pequeña parte peleona de mí, la de patea culos, a la misma vez que no le gusta porque es la misma parte que me ha otorgado el billete de salida de vikingolandia. Así es la vida. 

Después está mi tremenda y nueva cualidad de parecer que lo sé todo cuando en realidad no sé nada. Como ahora, cuando actúo como si supiese lo que estoy haciendo pero lo que en realidad hago es dejarme llevar por el momento. Engaño a Harold durante los juegos previos, o sí, acabo de descubrir que esa parte no es tan difícil, después de superar la tremenda vergüenza e incomodidad inicial. Pero como toda mentirosa, soy pillada tras un tiempo. Más exactamente cuando todo el momento... ha pasado. 

Cuando lo ves en las películas nadie te explica, ni lo mencionan, ni sale el momento en el que todo se relaja y te das cuenta de que no es tan bonito como parece. Sobretodo cuando has mentido sobre ser experimentada cuando realmente no lo eras ni de lejos. Pero ese es otro cuento. Uno en el que Harold está medio indignado y realmente preocupado. Como preocupadamente preocupado por mí. 

A ver, no puedo decir que he tenido el mejor sexo de mi vida. Bueno, en realidad si puedo decirlo, ha sido la primera vez, ¿no? Pero sé perfectamente que me queda un largo camino por recorrer y que a partir de ahora sólo irá a mejor. 



LA HIJA DEL TIEMPO (ERA DE VIKINGOS) TERMINADA y CORRIGIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora