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-Kaysa -llama Harold mientras llega a mi lado-. ¿Estás bien? -pregunta mientras aparta los mechones de mi cara y me mira a los ojos. 

-¿Cómo habéis podido matarlos? -pregunto, refiriéndome a la gente que estaba en misa en la iglesia-. ¿Qué os han hecho, Harold? Eran inocentes. 

-Esto es lo que somos -responde avergonzado-. No pensaba que estarías aquí para verlo. ¿Por qué no estás en tu casa?

-No... no puedo volver -balbuceo-. No sé cómo. Ni siquiera sé si hay... alguna forma. 

Harold frunce el ceño. 

-Pensé que lo sabías -dice como si le molestara-. No te habría dejado anoche si no hubiese creído que sabías cómo volver. 

-Ya -suspiro-. Supongo que... tenía demasiada confianza en mí misma. Creía que encontraría la manera de volver a casa. Ahora solo quiero volver al barco y de vuelta a Averia -sollozo. 

Harold se quita su chaqueta de pelo de lobo y la pone sobre mis hombros. 

-No llores -susurra-. No llores delante de ellos -aconseja con cariño. 

Asiento mientras me sorbo la nariz. 

-¿Dónde están tus cosas? -pregunta mientras me toma en sus brazos y me aprieta cont él. Apoyo mi cabeza en su pecho y suspiro, por fin, con tranquilidad. 

-En la cueva -murmuro-. Esos tíos eran unos tontos. 

-¿Tíos? -sonríe-. Nunca me voy a aburrir contigo, lo juro por los dioses. 

-Menos mal, Harold -digo mientras cierro los ojos y me quedo dormida-. Porque te queda muuuucho tiempo conmigo. 

---

Me despierto... no sé cuánto tiempo más tarde. Las nauseas escalando por mi garganta hasta mi boca. El sabor acido imponiéndose ante los demás. Tomo el cubo de metal más cercano y vomito en su interior. Noto una mano en mi espalda que se mueve a un ritmo constante, casi tan constante como se mueve el suelo. 

Ahogo un gemido mientras levanto la cabeza del cubo, avergonzada hasta la raíz de mi pelo. Miro a Harold de reojo. 

-Te traía algo de comer... ahora no sé si es buena idea -se disculpa mientras me muestra un plato con carne seca. Como si la carne seca pudiese presentarse en un plato como si fuese la receta de un chef. 

-Lo siento -me disculpo, haciendo un movimiento hacia el cubo. 

-No pasa nada -me asegura mientras esboza una pequeña sonrisa de comprensión-. Los de arriba tampoco lo están haciendo tan bien. Aunque... no recuerdo que vomitaras en el viaje de ida. 

-¿Estamos volviendo ya? -pregunto sorprendida, incorporándome en el sitio e inspeccionando el lugar. 

Estamos de vuelta en la parte baja del barco, en... la bodega/camarote/enfermería... ¿caja fuerte? Sí, el botín está tirado en una de las esquinas. Y tenemos una maldita oveja. 

-¿Qué hace una oveja en el barco? -pregunto confundida mientras frunzo el ceño hacia la pobre oveja sin lana. 

-Es nuestra -responde Harold con orgullo. 

-¿Qué? -exclamo. 

-Sí, leche de oveja, queso, lana... 

-Me alegra que te sientas emprendedor y quieras probar a hacer todas esas cosas -lo felicito sarcásticamente mientras palmeo su mano. 

La expresión de Harold cambia de repente. 

-¿No quieres probar a hacer esas cosas? -pregunta con cautela. 

-No -respondo con contundencia-. No se me dan bien los animales. Ni... la lana, ni el queso, ni la leche, ni los yogures... nada de nada. 

-Vaaale -esboza-. Supongo que la esclava podrá hacerlo, hasta que gane su libertad. 

Pongo los ojos en blanco. 

-Harold -comienzo a decir con delicadeza-. ¿No vamos a hablar? ¿Vamos a seguir evitando el tema? 

-No sé a qué te refieres -responde con una sonrisa demasiado grande y falsa. 

Bufo. 

-No podemos evitarlo de por vida. El plan se ha ido a la mierda y ahora tenemos que trazar uno nuevo. 

-¿No te das cuenta? -pregunta con frustración-. No hay nada de lo que hablar. Las cosas serán como siempre han tenido que ser. 

-Te equivocas -niego con dulzura mientras acaricio su mejilla y lo obligo a mirarme a los ojo-. Tenías que volver y seguir con tu vida, Harold. La vida para la que te han preparado no incluye a una chica del futuro que habla de forma rara y no sabe nada sobre la agricultura o la ganadería. En las cosas en las que yo soy buena no tienen utilidad aquí. ¿Para que te voy a servir si solo sé matemáticas, literatura, enfermería básica, biología, física, química...? Son muchas cosas que todavía ni siquiera existen. 

-Sabes luchar -murmura. 

Las esquinas de mis labios se levantan. 

-No puedo pasarme toda la vida matando gente. 

-Tú no necesitas saber nada más para poder estar conmigo, Sophia. Soy el hijo del hersir. Soy el heredero. 

Asiento mientras bajo la mirada hasta nuestra manos unidas en el suelo del barco. 

-Voy a encargarme de esto, ¿vale? -anuncia mientras toma la cuba de metal y sube las escaleras hasta la cubierta-. Ahora vuelvo. 

Espero sentada en el suelo de madera. El olor a mar comienza a imponerse sobre el olor a vomito, por suerte. Hay una pila de mantas de arpillera que pican un montón, pero son las que tenemos. La oveja está tumbada y dormida, bien por ella. 

Harold aparece de nuevo pocos segundos después. Cierra la puerta tras de sí, coloca la tabla de madera sobre los soportes que cierran la puerta. Mientras camina hacia mí, comienza a deshacerse de su ropa. 

Se me encienden las mejillas tanto que creo que me voy a quedar sin sangre en el resto del cuerpo. 

-¿Qué haces? -pregunto con nerviosismo.

-Voy a demostrarte lo mucho que me gustas. -Un prenda menos-. Lo mucho que te quiero. -Otra prenda menos-. Lo mucho que te adoro. 

Ahora está sobre mí. Su boca a centímetros de la mía, incluso aunque hace sólo unos minutos que he vomitado... ¡yupi! Su cuerpo presionado contra el mío, en todos lados. 

-Voy a demostrarte lo importante que eres para mí de una forma que sé que te gusta y que me gusta... -esboza una sonrisa juguetona mientras levanta mi camisón. 

-La oveja va a ver más de lo que ha pagado por ver -murmuro mientras siento los labios de Harold sobre mi cuello. 

-No podrá contarselo a nadie -ríe en mi cuello. 

-¡Sí! -me quejo-. No sabemos si las ovejas son capaces de entenderse entre ellas... 

-Shhh. Nos vas a estropear el momento -susurra, antes de besarme en los labios y nunca más parar. 


LA HIJA DEL TIEMPO (ERA DE VIKINGOS) TERMINADA y CORRIGIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora