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Harold nos guía hasta la zona donde tienen los barcos. No es un puerto como lo que yo entiendo por «puerto». Tan solo son barcos de madera atracados en la arena y amarrados en tierra. Están en el límite de la ciudad, en la playa, podríamos decir. 

Me ha costado recomponerme después de dejar a Nilenna. Inconscientemente he tratado de memorizar todos sus rasgos para no olvidarme de ella. No quiero recordarla llorando a lágrima viva, sino de la forma en la que ha estado los demás días. Como cuando estuvimos en el lago con Harold, o la charca, más bien. La pequeña tenía las mejillas sonrojadas de tanto reír, el pelo rubio completamente mojado y se aferraba a Harold mientras intentaba enseñarla a nadar. Nunca antes he visto a una niña tan feliz y, nunca antes, le he roto el corazón poco después. 

Harold ha tenido que tranquilizarme todo el camino al langskip, me siento la persona más horrible de todos los tiempos. ¿Quién es capaz de romperle el corazón a una niña? Al parecer, sólo yo. 

Me repito una y otra vez que esto es lo mejor, e incluso lo correcto. Pero ni eso me consuela. 

En fin, he corrido un tupido velo sobre estos momentos de mi vida. Ahora no soy Sophia la sentimental, sino Kaysa la doncella escudera. Tengo que sacar de nuevo a la superficie mis conocimientos sobre el uso de la espada. Harold ha prometido, muchas veces, que lo más probable es que no tenga que matar a nadie. Yo no prometo nada, si me atacan con una espada, responderé con otra. 

El langskip destaca sobre los demás barcos. Tienen un gran número de barcos, supongo, y sé que ellos cambien los usan para los funerales, o algo así, como si fueran tumbas. De cualquier modo, son vikingos y pescan mucho, ¿no?

-¿Qué te parece, Kaysa? -pregunta Harold mientras señala el barco con un movimiento de cabeza. 

Entrecierro los ojos hacia el barco y observo durante unos segundos a los hombres preparados para el viaje. Mis nuevos camaradas. 

-Me parece tan consistente como un barco de papel -suelto sin filtro. 

-¿No es lo suficientemente bueno para ti, viajera del tiempo? -Me sorprende que no se sienta ofendido. Teniendo en cuenta lo mucho que protegen y valoran el honor. 

-No te ofendas, Harold -digo mientras palmeo con suavidad su pecho-, pero cualquier cosa que no tenga baño, no es de fiar. 

-Siempre puedes quedarte aquí para siempre -ofrece con entonación bromista. Pero sé que Harold no está bromeando, si fuera por él me ataría a su casa y se haría en su peque excursión con sus coméis los vikingos, mientras yo me quedo aquí cuidando de Nilenna. 

Perdona pero no, Harold. 

Esbozo una sonrisa de triunfo cuando paso a Harold y camino hasta el barco. 

¡Futuro, allá voy!

-¿Algo que deba tener en cuenta antes de partir, vikingo? -pregunto a Harold cuando logra alcanzarme. 

-Skip está aquí -suelta con fastidio. 

Es su mejor amigo pero cuando se trata de su mejor amigo y yo estoy en el mejunje... Harold deja de considerarlo su amigo. 

-¡Venga, Harold! -me quejo. Parece un niño preocupado de que le quiten su nuevo juguete-. Ese barco tiene más de cincuenta metros de largo. ¿De verdad crees que él tiene alguna oportunidad? ¿De verdad crees que le voy a dar la oportunidad? El está casado...

-Eso no importa. La gente se casa por negocio. Y, no, no creo que tu vayas a darle la oportunidad -responde entre dientes, avergonzado por su inseguridad. 

-Sabes quién me gusta -murmuro con la vista pegada en el suelo-. Incluso si me voy. Sabes que me gustas. 

-Tu eres mi sverð -susurra con cariño. 

-¿Qué... qué significa? -pregunto sin poder contener mi curiosidad. 

Una sonrisa se extiende lentamente por la cara de Harold. 

-Tu eres mi espada, Sophia. Puede que no signifique nada para ti o para todos los demás, pero... es algo especial para mí. Eres como mi espada, siempre, siempre, te voy a necesitar conmigo. 

Me quedo sin palabras y... cuando pasa esto, lo mejor es fijar la vista al frente y dejar que la otra persona piense lo que quiera. 

¿Sabes cuando estás en un lugar y sientes la mirada de todo el mundo en ti? Y no porque sea paranoia tuya, sino porque realmente todo el mundo te está mirando. No porque seas famosa, y te miran con adoración, sino porque eres la nueva doncella escudera y te miran con terrible desconfianza. 

Nada de esconder las emociones, estas personas pasan totalmente del termino «sonrisa falsa». 

Los otros vikingos se apartan a nuestro paso, como si un mar hecho de personas se abriera ante nosotros. Y, para empeorarlo, guardan silencio mientras tanto. 

Si no fuera porque Harold está a mi lado, me pondría a ladrarle palabrotas a todos estos machotes de pega vestidos con pieles que portan hachas en sus cinturones y cargan escudos redondos en el barco. 

Dentro de lo que cabe, creo que me doy cuenta de que Harold es como mi relajante, un chute de anestesia. Él es tan tranquilo normalmente... No se altera con casi nada. En cambio yo, estoy dispuesta a saltar ante cualquier cosa. 

-Eres una mujer con suerte. ¿Lo sabes? -susurra Harold junto a mi oído. 

Suelto una risita entre dientes. 

-¿Por qué dices eso? 

-Eres la única de este barco que no tiene que remar -responde con una brillante sonrisa. 

-Al menos, tengo suerte en algo -murmuro con tristeza. 

Pero soy tonta, si lo pienso mejor. Tuve suerte de que me encontrara Harold, tuve suerte de poder matar a mi atacante, tuve suerte en muchas pequeñas cosas en estos últimos días. 

Sin embargo, sigo aquí, y sigo sin poder saber nada sobre cómo volver a casa o por qué mierda  ha pasado esto y cómo ha podido pasar. 

Sé que suena cliché, en serio, pero era una chica normal con una vida fantásticamente normal, en una ciudad normal y con un futuro normal. ¿Por qué yo?

Y, creedme, uno no valora lo normal hasta que no conoce lo anormal. 

No soporto que los hombres hablen entre ellos en su idioma. ¡Hola, estoy aquí! Lo mínimo es que hablen conmigo, ¿no? 

Te juro que si atacan a uno de estos tíos, no los voy a defender. 

-¿Qué tienen en contra mía? -le pregunto a Harold. 

-¿Qué no tienen en tu contra? -contraataca. 

Hago una mueca de dolor. 

-Eres extranjera, no sabes nuestro idioma, tienes un profundo deseo por viajar a Inglaterra... ¿se me olvida algo?

La forma en la que Harold lo dice me hace reír, aunque tiene toda la razón. Para esta gente no soy nadie. Puedo ser una traidora, una farsa, una cargar...

-Pero, estoy contigo -apunto a Harold y le guiño un ojo. 

-Sí, con el hijo del jefe -Harold se pasa una mano por el pelo-. Y todos se preguntan por qué no estás casada todavía. 

Mis ojos se abren con sorpresa.

-¡Solo tengo dieciocho años! -le recuerdo. 

Si le dijese a mi padre que me voy a casar con dieciocho... le daría algo. 

-Eso aquí es como... tener cientos de años en tu siglo -bufa. 

Suspiro mientras pongo los ojos en blanco. 

-¿Me estás llamando vieja? -pregunto con falso enfado-. Además, no vivimos tantos años en mi siglo. Ochenta... tal vez. 

Harold clava sus ojos en los míos y los abre. 

-¿Ochenta? -pregunta con sorpresa- Y... ¿qué hacéis con tanto tiempo? Tendréis un montón de hijos... 

-¡Ay, Harold! ¡Te queda tanto por aprender...! -exhalo mientras le palmeo el hombro como si fuera un viejo amigo. Uno con el que he tenido sexo por primera vez. 


LA HIJA DEL TIEMPO (ERA DE VIKINGOS) TERMINADA y CORRIGIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora