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Me asomo por la proa del barco para observar el pueblo de Averia ante nosotros. Hemos tardado muchísimo tiempo en volver. El verano ha terminado del todo, y no he podido disfrutar de él. Parece mentira que hayan sido dos meses de travesía. Nunca pensé que se tardará tanto con el viento en contra. Y, además, pudiendo sólo navegar durante el día. 

A estas alturas, mis sospechas se confirmaron. Harold y yo tendremos un bebé para febrero, si mis cálculos no fallan. De todas formas, contar el tiempo aquí es muy complicado, lo más probable es que no sea febrero cuando nazca, a pesar de que 28 días dan para mucho. 

Creo que estamos a principios de septiembre ahora. Sigo necesitando llevar ropa muy abrigada, y hago un gran trabajo todas las mañanas para tapar mi incipiente barriga. No es mucha, de momento, pero no quiero que nadie tenga tan siquiera una sospecha. Principalmente porque Harold es el heredero de su padre y necesita dar ejemplo a todos los demás. El honor  es lo más importante para un vikingo. Aunque yo soy lo más importante para Harold. 

-¿Nerviosa? -pregunta Harold mientras se detiene junto a mí en la proa. 

-¿Nerviosa? -me burlo-. ¿Nerviosa por qué?

-Por estar llegando a tu nueva vida -suspira afligido-. Tengo miedo de que te arrepientas de esto. Tengo miedo de que un día te levantes y te vayas porque no es esto lo que quieres. Tengo miedo de levantarme y no encontrarte junto a mí en la cama. Y, ahora, también tengo miedo de que te lleves a nuestro bebé. 

Miro nerviosamente hacia los demás hombres, quienes siguen remando sin descanso para llegar a la playa. 

-Eres tonto por tener miedo, Harold. No me voy a arrepentir, te lo prometo -susurro. 

-¿Cómo puedes prometer eso con tanta facilidad? Y, ¿cómo puedo yo creérmelo ciegamente? -pregunta retóricamente-. Estabas dispuesta a irte con mi hijo. 

Me ahorro la aclaración de que también podría ser su hija. Sobretodo por que mis ojos se inundan de lágrimas. 

-Tenía la esperanza de que no fuera cierto -susurro, avergonzada. 

-¿No quieres tener un bebé conmigo? -pregunta ofendido. 

Doy una bocanada de aire temblorosa. 

-¡Pues claro que quiero! Pero... no justo ahora. No justo cuando me iba a ir a mi casa. No quería que nada me atara a ti. Dejar a Nilenna, dejarte a ti, llevarme un bebé que también es tuyo... sería una persona horrible. No necesitaba más cosas por las que odiarme. 

Aparto la mirada cuando noto las lágrimas resbalar por mis mejillas. Las limpio y vuelvo a mirar a Harold. 

-No necesitaba más razones para quedarme -aseguro. 

-Ahora, tampoco tienes ninguna para irte -tercia-. Tus padres no están vivos, no se verán alterados por tu falta, nunca sabrán que has sido suya. 

-¿Quieres hacerme sufrir más? -pregunto mientras me alejo de él-. No necesito que un vikingo me lo aclare, ¿vale? Soy más inteligente que tú -espeto. 

-En tu siglo -bufa con diversión-. Aquí eres mi inmigrante del tiempo. Mi espada bien afilada y reluciente, dispuesta a defender a todo el que intente hacer daño a nuestra familia. 

-Yo soy mejor que un trozo de metal -murmuro con una sonrisa involuntaria-. Soy mucho mejor que tu estúpida espada. 

-¡Pues claro que sí! -asegura Harold mientras corta la distancia, pero sin hacer que los demás sospechen-. Por supuesto que eres mejor que mi espada. Porque tú eres La espada, Kaysa. 

«Kaysa» Estamos en público. 

-Nada puede compararse a ti. De hecho, creo que ni en el mismísimo Valhalla me sentiría tan feliz como ahora. Nunca en la vida creo que vaya a sentirme más feliz que cuando estoy contigo. 

Me muerdo el labio para evitar ponerme a llorar. Harold, por su parte, se agarra al borde del langskip para mitigar las ganas de abalanzarse sobre mí como si fuera un depredador. 

Ni siquiera sería más feliz en el cielo vikingo. ¡Joder! Que alguien me de un pellizco si esa no es la cosa más romántica que un vikingo haya dicho en toda la historia. 

Y el infierno es para los que mueren de vejez... No hay quien entienda a los vikingos, la verdad. Prefiero morir de vejez que en la más épica de las batallas. 

O lo que es lo mismo, Harold, un vikingo de pura cepa, prefiere ir a su "infierno" con tal de pasar toda su vida conmigo, en lugar de ir al "cielo" por haber muerto luchando. 

Harold y yo no esperamos con los demás. Somos los primeros en bajar del barco de madera y metal para adentrarnos en la aldea. 

-Quiero ver a Nilenna -digo con desesperación mientras recorremos la calle, esquivando a las personas. 

Muchas de las mujeres se alegran de vernos porque significa que no hemos muerto en el mar o en tierra desconocida. ¡Bien por nosotros! 

-Si te ve así se va a asustar -bromea. 

Le lanzo una mirada mortal y continuo mi caminata hasta la casa de los padres de Harold. Ni siquiera sé cómo se llama la madre. #lapeornueradelmundo Esa soy yo. 

-Tú si que la vas a asustar, Harold. Estás más feliz de verla que de lo feliz que estás por casarte conmigo -espeto. 

-Qué me pellizquen. ¿Es eso que oigo... celos? -bromea. 

Mi boca cae abierta mientras me giro hacia él. 

-¿Me acabas de imitar? -pregunto sorprendida-. No puedo creer que sigas acordándote de eso. 

-¿Cómo podría olvidarme, sexy? 

Pestañeo varias veces. 

-Ya hemos llegado. 

Pocas palabras pueden tan siquiera acercarse a la descripción de lo que pasa después. La felicidad de Nilenna es desmesurada. La forma en la que corre hacia nosotros mientras dice palabras en su idioma bien valen todos los viajes de ida y vuelta en el tiempo. Las lágrimas que caen de mis ojos, y las que puedo ver en los de Harold, bien valen todos los baños del mundo. No podíamos esperar por Nilenna. Y, hasta ahora, no me he dado cuenta de cuánto la echaba de menos y de lo tonta que había sido al pensar que podría olvidarla. 

Nilenna se queda dormida en los brazos de Harold mientras volvemos a casa. Nunca pensé que al entrar pensaría que este es mi hogar. Muy extraño y rudimentario, pero mi hogar. Nunca tendré muebles de diseño, nunca estudiaré derecho, nunca tendré un marido que vista traje de chaqueta, nunca tendré un coche, nunca volveré a ver a mi padres. Pero, ahora, esta es mi vida. Es el cambio más grande jamás experimentado, pero no por eso significa que es peor. De alguna forma, pensar que mis padres no me echarán de menos es un consuelo muy grande. 

-¿Y ahora qué? -pregunto a Harold mientras lo observo tumbar a Nilenna en su cama. 

Ha crecido en este tiempo, puedo verlo perfectamente. Está más alta y grande, aunque la madre de Harold le ha conseguido ropa nueva. Me alegro de ver que todavía conserva su caballito de madera. 

-¿Te apetece un baño? -pregunta mientras me abraza la cintura y me atrae hacia él. 

-Siempre me apetece un baño -aseguro con la cejas levantadas. 



LA HIJA DEL TIEMPO (ERA DE VIKINGOS) TERMINADA y CORRIGIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora