10- fingir amor

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Thomas

La atraigo hacía mi haciendo que resbale y cayera en la tina, encima de mi cuerpo.

Sonrío y noto como su furia aumenta.

—Eres un pendejo, ¡suéltame!

Ella patalea pero sentí que debía hacerla enojar, no podía vivir sin pelear con ella. Era la clase de loca que un hombre despresivo necesita en su vida, para reir y olvidarse un momento de las tristezas.

Acepto que al conocerla me gustaba, "una persona amable y simpática", ha, ha, que gracioso, ¿no? Eso pensé de ella, pero  no sé que pasó, porque desde aquella vez que fui a la cafetería me trató mal.

Ok, acepto que me pasé al hablarle así por equivocarse de plato. Quizás fui brusco  pero pensaba pedirle perdón, sólo que ella me odiaba.

Si, ¡me odiaba!

No podía verme porque me maldecía. No podía poner música porque gritaba y exigía que la apagara. La estaba odiando como no pensé odiar una a mujer.

Es una loca desquiciada.

Y pensar que yo debía recurrir a ella para obtener esta herencia, fue la decisión mas dura que haya escogido. Lo analizaba bastante, obviamente no queria estar con alguien así, de pocos sentido del humor.

Es definitivo que no nos soportamos pero... ¡rayos!, es hermosa. Al verla con ese bikinis me hizo tragar mi orgullo. No pensé que fuese tan bella, y lo peor, lo peor fue que mi primo intentara seducirla. Él no se cansa de fijarse en "mis chicas".

Tuve una novia a la cual amé con toda mi alma, Gina, ella era todo para mi. Me enamoré como nunca y ese idiota lo arruinó todo.

Lo odio, no permitiré que arruine esto por su capricho. Podrá hacer lo que quiera con Julia, pero después  que yo obtenga mi herencia y acabe con esta relación.

¡Lo tendré todo!

  —¡Déjame ya!

—No seas brusca, mujer —la suelto riéndome, ella sale del agua empapada y enojada.

—¡Ah, te odio! —gritó saliendo de la ducha.

Yo hice lo mismo y me coloco una toalla, y me dirijo hacía el cuarto, debo hablar con ella.

Al llegar a la sala quedo completamente sorprendido .

—¿Qué hiciste con mi aura?

—La limpié, ¿no ves? —giró los ojos.

—No debiste molestarte, aunque creo que estaba mejor como antes —bromeo y ella me fulmina con la mirada—. Ya, es broma. Te iba a decir que... Gracias.

—De nada, ahora vete a vestir por favor.

La noté tensa mientras se secaba, evita mirar mi abdomen.

—¿Estás nerviosa? —camino hacia ella.

—¡Oye, oye, aléjate! ¡No intentes acercarte! —exclamó y toma una pequeña estatua de la mesa y me amenazaba. Río alejándome.«patética»,

—Bien, tu ganas, mi amor —le lanzo un beso.

—Cochino.

..

Al rato termino de vestirme. Me pongo un polo negro, un jeans y unos deportivos. Debía estar normal, no fingir lo que no es.

—Oye, te iba a decir que debes vestir...

Las palabras se me cortan al verla ya vestida con una camisa media transparente de color rosa, un pantalon negro de una suave y sedosa tela, y algo que la hacia ver mejor: unas sandalias de tacos pequeños.

Hasta que la herencia nos separe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora