13- no me dejes solo

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Me lanzo al idiota dándole unos buenos golpes por haber sido tan cochino y hacerme aquella maldad. Lo odio a morir.

—¡Eres un idiota!

—¡Tú me provocaste!

Logra zafarse de mí y lo sigo hasta agarrarlo el cuello de su polo y tirar hacía atrás. Tengo que asesinarlo.

—¡Te mataré!

—¡Ya déjame! Voy a denunciarte por abuso de género.

Él quita mis manos de su cuello y me empuja haciéndome caer al suelo, le tomo el pie y lo hago caer, pero me acorrala haciéndome quedar por debajo suyo. Intento golpearlo pero tomas mis manos colocándolas por encima de mi cabeza.

—¡Ya basta, estúpida! La próxima vez que interrumpas un orgasmo de la manera en que lo hiciste, créeme que no será mi culo lo que te pondré en tu boquita, será mi jugoso semen que te comerás en tu batido favorito.

Aquello casi me hace vomitar y trato de empujarlo.

—¡Asco! ¡Te odio, Thomas!

—Créeme que yo a ti no te soporto. Pero ya es hora de que dejemos esta mierda de estar matándonos. Debemos casarnos y terminar el trato para que te vayas de mi miserable vida —dice alejándose y dejándome sin palabras.

—Oh, pues créeme que estoy cansada de verte todo el tiempo, sino no fuera porque necesito el dinero ni te dirigiera la palabra. Estúpido.

—¡Ya cállate, idiota!

—¡Déjame en paz, miserable! —le saco el dedo del medio.

—Hedionda.

—Malnacido.

—Intrépida y arrogante.

—Hijo de... —me silencio y escucho el teléfono sonar. Thomas frunce el ceño y corro a buscarlo, en cuanto lo tengo contesto de inmediato.

—Hola, ¿quien es?

—¿Julia?

—Si, ¿quien habla?

—Soy Abigail, la vecina de tu padre, debes venir urgentemente, tu padre sufrió un percance y está en el hospital.

De pronto todo se detiene para mí y mis ojos se humedecen, contengo el deseo de llorar y mi respiración de acelera. Toco mi pecho y ahora mi corazón está latiendo más fuerte como si quisiera escapar.

—Iré ahora mismo.

De pronto me encuentro rodeada de lagrimas. No, mi padre no...

—¿Qué pasa? —pregunta Thomas y absorbo mi nariz, tengo que irme.

—Es mi padre, está en el Hospital del lugar donde nací,  creo que... debo irme ya.

Sin espera de nada corro pasando por el pasillo y abriendo mi puerta, llego hasta llegar a mi cuarto y tomo un bulto, en donde entro varias prendas, porque ahora no sé cuanto duraré allá.

—No puedes irte así.

De pronto Thomas está en la puerta tratando de impedir mi paso.

—Si, tengo que irme, mi padre me necesita, Thomas.

Lo hago a un lado y sigo hasta la sala.

—¿Tienes dinero para eso?

Me detengo en seco y volteo a mirarlo, de pronto me gana el llanto.

—¡No, diablos no!

—Te ayudaré, iré contigo.

—¿Qué?

Hasta que la herencia nos separe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora