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Su voz...

Y tal como si no existieran preocupaciones, SeokJin me sonreía.
Habíamos vuelto de ver una película en un cine cercano, a mi no me gustó, pero a él le encantó y con eso yo era feliz.

Comíamos un pequeño pastel de fresas, crema y chocolate que él había preparado. Me contó que había sacado la receta de una página de internet muy poco conocida y lo encontraba absurdo. Sus recetas eran las mejores.

— Amor, ¿ocurre algo?

— No, estoy bien. — Respondí rápido y, en contra de lo dicho, corrí al baño y lavé mi rostro. Las gotas al caer quemaban mis oídos, el sonido retumbante. Me sequé con fuerza y me giré para ver a SeokJin.

Los latidos de mi corazón iban a una velocidad impropia y el mundo no se quedaba quieto. No había aire para mi y las paredes no fueron agarre suficiente.

Caí al suelo y pasé una semana en el hospital, con una máquina contando mis palpitaciones y un vendaje en la frente.

— ¿Yoon? ¿Puedes escucharne?

Mi habitación tenía las luces tenues, abrir los ojos se me hizo fácil, pero no intentar decir alguna palabra. Mi rostro ardió en cuanto intenté despegar mis labios. No aguanté y levanté mi mano para pasarla por mi rostro, pero me fue imposible. Una mano mas fuerte detuvo el movimiento.

— No te pusieron vendaje porque son heridas leves. De todas formas, no te toques. Tienes muchas costras y aún están sensibles. — Nam rió de mi desgracia — Debes aprender a poner las manos frente a tu cara.

— Ja ja ja ¡Oh, mierda! — Ni siquiera podía fingir una risa, lo que causó que Nam volviera a reir. Idiota. — ¿Qué pasó? — Logré decir con un leve movimiento de labios.

— La enfermera dijo que fue un desmayo por estrés. SeokJin pidió que te trataran en tu habitación, ya que no te gustan mucho los hospitales.

Todo mi cuerpo se relajó en ese instante. Pensé que se habían ido de bocones con Nam. Otra cosa por lo cual agradecerle a SeokJin.

— Es raro que estés estresado, pensé que tenias el semestre listo.

¿Por qué tenía que recordar esos pequeños detalles en ese momento?

— Por las calificaciones — Mentí. Hizo una mueca triste y luego sonrió. Aveces creía que no lo conocía lo suficiente.

— Tengo algo que podrá subir tu ánimo y quitarte ese estrés, pero no la cara morada — Tuve la intención de darle un golpe, pero logró esquivarlo. Se agachó y sacó de su mochila una fuente plástica con tapa. ¿Nam me había cocinado? — No me mires así. Son palomitas.

Quisiera poder controlar mi cuerpo, conocer y decir que ese apretón en el estómago no tenía nada que ver con una ilusión, pero estaría mintiendo y de forma fea.

Me preguntó entre gestos si podía recostarse a mi lado y asentí. Tuve que correrme hacia la orilla, lo único que me dolió fue el rostro — que por el gruñon que soy — no pude evitar hacer muecas mientras me movía. Nam reía cada vez que soltaba algun sonido por el dolor. Idiota, idiota, idiota. Idiota el, idiota yo. Idiota yo porque me emociono y me calmo al sentir su aroma tan cerca mio, idiota yo al dejar que tome mi mano y la acaricie y dejar que no la soltara. Más idiota aún cuando me pidió perdón y se lo di, sin más.
Además, había olvidado algo importante, pero lo recordé antes de comer la primera palomita.

— Nam

— ¿Qué?

— La luz está encendida

Me gustó mucho escuchar su voz al despertar. Debí haberme alejado, debí haberle gritado por tratarme así, pero no lo hice. Me sentí feliz al escuchar su voz.

dos veces × namgiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora