Una ducha

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Terminó el resto de las clases. Iba hacia mi casa, caminando, pensaba o mejor dicho fantaseaba de nuevo. Miss Hyuga es mi mas grande deseo. Anhelo besar cada centímetro de esa lozana piel. Muero por probar sus elixires y sentir su cálido interior. Así iba cuando el azabache me alcanzó.
—¡Dobe! Ya deja de bobear. La Hyuga jamás te verá mas que como su alumno– se mofó de mí.
—Tu qué sabes, teme– repliqué – tal vez ahora sí se me hace.
—¿Qué? ¿A qué te refieres, inepto? No me digas que fue amable y te ayudó a domar a mini-Naruto.
—Jaja ja, no– le dije de manera sarcástica –pero me ofreció clases extras. Así que esa será mi oportunidad.
—¡Hmp! Eso quisieras. Si lo hace es porque le das lástima, solo mírate. Patético.
—Solo estas celoso. Pero no te preocupes, tu eres mi favorito- bromeé.
—Bueno, baka. Esa es mi ruta. Nos vemos mañana.

Se despidió de mí chocando los puños. Llegué a casa. Mis padres no estaban, lo cual no me extraña. Es algo habitual. Ellos trabajan todo el día. Papá es el director de una empresa automotriz y mamá es su asistente. Así que simplemente subí hasta mi habitación.
Tomaría una ducha. Entonces me quité la ropa. Y ya adentro, la imagen de la profesora apareció en mi mente. La veía al frente del aula. Estaba escribiendo algo en la pizarra. Yo veía su espalda y particularmente su trasero. Creo que escribía algunos adjetivos. Bueno yo estaba mas concentrado en su rica posadera. Y sin darme cuenta ya estaba duro. Cómo es que me pone así. Sabía que debía hacer. Comencé a frotar mi miembro de manera lenta. Arriba y abajo, arriba y abajo. Pero parecía no funcionar. En mi mente se oyó un gemido. Maldita sea, era la voz de la Hyuga. En vez de ayudar y disminuir, acrecentaba el tamaño de la erección. Decidí abrir el agua fría. Eso seguro debe calmar a Naruto jr. ¡Rayos! Tuve que hacerlo mas rápido. El agua me helaba los huesos. Mhhh jadeaba. Ahora en mi cabeza era la linda profesora que estaba conmigo y su boca succionaba mi pene. Dos minutos mas tarde, ya todo estaba mejor. Me vestí y bajé a la cocina.

Papá estaba preparando la cena y mamá estaba poniendo la mesa.
—Hola, papá. Hola,mamá– saludé.
—Hola, nene– dijo mi mamá, parándose de puntitas para darme un beso en la mejilla.
—¿Cómo estás, hijo?– decía mi papá mientras ponía la cacerola sobre la mesa.
—Bien, pa. Nada nuevo – respondí.
—¿Qué hay de la escuela? Prometiste que mejorarían tus notas. Sabes que una carrera deportiva no es para toda la vida. Debes encontrar una buena universidad.
—Sí, lo sé. Y hablando de eso... La profesora Hyuga se ofreció a ayudarme. Así que algunas tardes iré a verla– les dije esbozando una sonrisa de medio lado.
—Qué bueno, nene– intervino mi madre— Pero ¿por qué te ves tan contento? Sí a ti nunca te han gustado las clases extras. No al menos en las que tienes que usar papel y lápiz.
—Claro que estoy tan contento– respondí – es sólo que ya estoy madurando y quiero que vean que sí me tomo en serio mi futuro.
—Seguro, nene– me veía con una sonrisa pícara.
La cena trascurrió de manera normal, con charlas triviales. Al terminar lleve mi plato al fregadero y me despedí y me retiré a mi habitación. Me puse la pijama y de un momento a otro me quedé dormido.
La señorita Hyuga está al frente, escribe algo en la pizarra. No hay nadie mas en el salón. Me pide que pase al frente. Me levanto y empiezo a caminar hacia ella.

Miss HyugaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora