Capítulo O5. New York

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Estaba tan cansada con mi vida, literalmente que quedé dormida y caí en un profundo sueño del cual no desperté hasta que la turbulencia del avión (a causas del aterrizaje) me despertara.
Desperté de golpe, abrí los ojos y fue gracioso que en cierto modo no sabía en donde me encontraba, yo juraba que seguía en el departamento. Oh, qué ilusa.

Observé a cada uno de los pasajeros que bajaban del avión con delicadeza, en especial los que se sentaban al frente mío. Una pareja de casados, o al menos eso es lo que quiero creer. Tendrían unos treinta y cinco; llevaban a una niña en brazos. Mil pensamientos atacaron dentro de mí. ¡Oh vamos! ¡Basta por favor! deja de pensar en esto por un momento.
Él no te quiere y si no lo hizo durante éste tiempo nunca lo hará.

A veces era demasiado dura conmigo misma.
Bajé del avión y tomé mi maleta; un largo y aburrido paso para salir del aeropuerto. Tomé un taxi.
Los rayos del sol eran demasiado fuertes al contacto con la piel, lastimaba si estabas expuesta demasiado tiempo, pero también había una ventisca helada. Ya olvidaba lo que era vivir en New York.
Observaba cada calle y luego un pequeño flashback de todo lo que había vivido en ésta ciudad rondaba por mi cabeza. No por favor.
El taxi se detuvo, es lo que menos quería.
—Seis dólares—Dijo el señor, extendí mi mano y se los di. Luego bajé con mi maleta esperando que Sebastián no se sorprendiera con mi sorpresa, ni siquiera avisé.

Temerosamente toqué la puerta, una, dos, tres veces; luego escuché la voz de Sebastián tan suave y fuerte a la vez que hizo que me estremeciera.
— ¡Ya voy! —Gritó desde el otro lado de la puerta. Cuando abrió ésta no puedo explicar esa sensación tan indescriptible de hace meses no ver a tu mejor amigo. Sus ojos se abrieron de par en par y su expresión cambió realmente.
— ¡Estás aquí! —Dijo por bajo, me tomó de la cintura y me levantó en el aire dando vueltas hasta que formamos un hermoso abrazo. —Wow, ____ estás fantástica, muy hermosa...—Dijo cuando me bajó. —Me tomó por sorpresa tu llegada, no dijiste que vendrías hoy.
—Te dije que pronto.
—Sí, pero nunca imaginé que tan pronto—Rió. —Estaba por salir a un juego de básquet.

Luego miró mi maleta divertido.
—Esperaba a que me dieras la dirección de algún hotel—Mentí.
— ¿Hotel? ¿Crees que voy a dejar que te vayas a un hotel? —Rió. —No. Tú te quedas aquí.
—Ni siquiera sé si hay espacio para mí, ¿Qué dirá tu madre?
—Mi cuarto es grande y... ya te conoce.
—Sebastián, debes estar de broma—Bufé. —Somos dos adolescentes, casi adultos y no creo que tu mamá piense lo mejor de nosotros.
—No voy a discutir, sólo te he visto durante tres minutos—Rodó sus ojos. Tomó mis maletas y cerró la puerta de la casa. —Me acompañarás al juego de básquet.
— Eso sonó más como una orden que una petición.
—Era una orden—Sonrió malévolamente.

Mario versión.
No mentiré, el departamento sin ella era silencioso y sin vida, quizá. Eso no cambiaba el hecho de que me sentía bien, sin presiones, sin nadie que me reprochara, libre al fin.
Lo primero que hice fue marcar a Daniel.
— ¿Daniel?
— ¿Qué pasa, Mario? Estoy a punto de darme una ducha.
— ¿Qué te parece si salimos? no lo sé a un bar, o un antro, ¿Qué te apetece?
—Me parece bien, lleva a ____ así yo también podré llevar a mi novia.
—Sin chicas, mi estimado. Estoy oficialmente soltero.
—Oh, lo siento mucho.
—No, no lo sientas. Me siento más feliz que nunca.
—Hablas como si andar con ______ hubiese sido un verdadero martirio.
— ¡Lo fue! —Suspiré—Bien, te veo en una hora—Corté la llamada.

Entonces, algo extraño ocurrió: canté en la ducha, canté mientras me cambiaba e incluso canté cuando estaba peinándome frente al espejo. Me sentía como un hombre nuevo.

Tú versión.
En medio de toda la multitud, el lugar estaba demasiado llamativo, había tambores, una gran porra por parte de ambos equipos, todas las personas gritaban felices con cada canasta.
— ¡Vamos, vamos! —Gritó Sebas. Yo lo miré divertida y él me besó la mejilla. Entonces me di cuenta que no era un juego común y corriente, noté que Adam estaba ahí, al parecer era el capitán del equipo. Luego localicé a Joseph y más tarde a James.
Me preguntaba qué hacían ellos ahí sin Sebas, ellos juntos eran como los cuatro fantásticos, ignorando el hecho de que Adam sería como la chica rubia, y no lo digo exactamente por ser invisible.

Cuando todo terminó Sebas me tomó del brazo y me sacó de la multitud, todos caminaban hacia el centro con los jugadores, el equipo al que estábamos a favor había ganado. Todos estaban muy felices, inclusive Sebas.
—Tú deberías estar ahí—Comenté. Él sólo me mostró su mano izquierda la cual no había notado, la tenía lesionada.
—Soy el capitán del equipo—Sonrió ampliamente. —Sólo que Adam estaba tomando mi lugar.
— ¡Vaya! tu sí que no sabes desperdiciar el tiempo.
—Ni se diga de ti. Cambiando de tema, hay una persona que se volverá loca al saber de tu regreso.
— ¿Eh? ¿Quién?
Sebas me respondió señalando con su barbilla hacia atrás de mí, giré mi cuerpo y me encontré con Adam, con su uniforme de básquet que dejaba a la vista sus tonificados músculos y lo realmente atractivo que es, estaba sudado, con una toalla colgando de su brazo y sosteniendo una maleta y una botella de agua.
— ¡_______! —Alzó la voz. Iba a abrazarme pero se alejó. —No, no quiero ensuciarte.
— ¡Vamos, Adam! hace mucho que no me ves, no te detengas, es sólo sudor.
—No, prefiero ducharme antes de abrazarte—Sonrió, pero no se dio por vencido tan fácil, besó mi mejilla, o más bien algo cercano a la boca conocido como comisuras. Gracias al cielo, nadie lo notó, así que fingí que yo tampoco. Es decir, ¿cómo no voy a notarlo? ¡Dios!
No hice nada, aún así me quedé estática. Sebastian rodeó mis hombros con su brazo y me acercó a él.
—Jugaron muy bien, Adam—Sonrió. —Me encantó el pase de Joe en último minuto, creí que eso sólo ocurría en las películas.
—Ahora debe estar en sus quince minutos de fama—Bromeó Adam, por lo cual reímos los tres.
— ¿Y cuánto tiempo planeas quedarte? —Se refirió a mí.
Oh vaya, en cuanto olvide a Mario; pensé.
—No lo sé, unas cuantas semanas.
— ¿Cuándo llegaste? ¿Dónde estás viviendo?
— ¡Tranquilo, bebé! la vas a espantar y harás que se vaya de regreso—Sebastian comentó, lo cual agradecí. —Ya nos vamos, si quieres visitarla tendrás que pedirme permiso a mi primero y... deben volver antes de las ocho.
— ¡Encantado! —Sonrió Adam. —Los veo luego—Chocó sus puños con Sebastian en símbolo de despedida e iba a darme otro beso en la 'mejilla' pero ésta vez se lo di yo, para evitar sus fallidos intentos de besarme.
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Hola, espero les haya gustado el caso, un poco corto pero bueno, no olviden votar y comentar para que la siga lo antes posible, hasta el próximo Capítulo :D

UN DULCE AMOR: "EL PRECIO DE LA FAMA" - MARIO BAUTISTA & TU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora