Capitulo 30. ¿Un final feliz?

1.6K 139 14
                                    

Caminé tanto que olvidé en dónde me encontraba, prácticamente olvidé el camino de regreso, mis lágrimas corrían por mis mejillas con tanta rapidez, y a la vez el dolor dentro de mi pecho. Estaba llena de decepción, más porque Mario había estado tanto tiempo conmigo y aún no entendía que nunca debió haberme dejado salir de casa sola, o al menos debió seguirme, ¿por qué no lo hiciste, Mario?
Mi celular vibró. Mis manos estaban tan temblorosas que no podía contestar, de seguro es Mario. El viene por mí.
— ¿S... sí?
— ¡Ahora mismo vas a decirme en dónde mierda te has metido!—Era la voz de Sebastián.
— ¿Qué? ¿Estás vigilándome?
—No, Mario me marcó para preguntarme si estabas conmigo, ¿En dónde estás? ¿Y más a estas horas de la noche? ¡TE DIJE QUE NO SALIERAS Y MENOS SOLA!
—Tú no vas a decirme qué hacer, Sebastián. Voy a terminar con ésta llamada.
—No, no vayas a cortar la llamada, dime dónde estás. Iré por ti.
—No... no sé.

Entonces vi como un grupo de personas al parecer hombres caminaban hacia mí, estaba realmente asustada.
—Sebastián—Susurre. —Se acercan a mí.
— ¿¡Qué!? Escucha, camina con tranquilidad, huye de ellos, cuando no estés a su vista ¡corre! corre lo más rápido que puedas y me dices las calles en las que te encuentras. Ahora mismo salgo a buscarte.
— ¿Sucede algo? Suenas con más miedo que yo—Admití.
—Tengo miedo, tengo mucho miedo. Camina, _____. No pierdas el tiempo.

Cortó la llamada.
Cuando guardé el teléfono en mi bolso escuché el sonido desgarrador de algo quebrándose. Giré mi cabeza para averiguar pero ya me encontraba rodeada de todos esos hombres, la mayoría robustos y de ropa color negro.
— ¿A dónde vas con tanta prisa, _____? —Dijo uno de ellos. ¡Oh espera! ¿Cómo sabe mi nombre?

No contesté. Ellos sólo reían como psicópatas.
— ¿No quieres sentarte a platicar? —Caminaba de un lugar a otro sin dejarme pasar. —No te haremos daño.
—Si no me van a hacer daño, entonces, déjenme ir.
—No. No puedo hacer eso, no antes de que esté Sebastián aquí— ¿De dónde lo conocen? ¿Qué está sucediendo? Estaba tan confundida y con tanto miedo, no sabía qué hacer ni tampoco si debía atacar y salir corriendo.
Me puse a rezar en mi mente, esto no estaba bien.

Un coche patinó las llantas frente a nosotros, y antes de que pudiera dejar de tambalearse, Sebastián bajó de éste. Corrió hacia donde estábamos pero yo estaba en medio de éstos hombres los cuales me cubrían como guardaespaldas.
— ¡Déjala! ella no tiene nada que ver en esto—Dijo Sebastián, quien me miraba tranquilamente y luego devolvía con furia la mirada hacia uno de ellos.
—Necesito el dinero, si no... ya sabes lo que te dije, ¿Lo tienes?

Sebastián no contestó.
— ¿¡Lo tienes o no!? —Sebastián seguía sin contestar. —Eso confirma muchas cosas—Frente a mis ojos, él sacó un cuchillo e hizo como si fuese a encajármelo en el pecho. Me estremecí, juré que esa iba a ser la última vez que vería la vida. Cerré mis ojos con fuerza.
Mi último pensamiento fue: Mario, espero que me perdones.
— ¡NO LO HAGAS! —Gritó Sebas. —Dame unos días más, voy a conseguirlo.
—No, ya me cansé y mi paciencia está por la borda.
—Ya casi lo tengo todo—Dijo nervioso. —Sólo no le hagas daño.
—Ya te dije que no. Yo no tengo compasión, de todas formas... me voy a ir al infierno.

En ése momento tomó fuerza y encajó el cuchillo al estómago de Sebastián. Llevé mis manos hacia mi boca para evitar gritar como loca. El cuchillo era bastante grande y él lo encajó con tanta profundidad que sólo se podía ver el mango.

Sebastián cayó de rodillas, la sangre salía por su boca y ni hablar de su estómago. Él hombre que lo apuñaló me miró sonriente y luego todos subieron al coche en el que Sebas había llegado y se alejaron quemando las llantas de la fuerza con la que aceleraban.
— ¡Sebastián! —Grité y me acerqué a él. Me puse de rodillas pero él ya estaba agonizando. Intentó sacarse el cuchillo.
— ¡No! no lo hagas, vas a morir desangrado si lo haces.
—De todas formas voy a morir—Apenas y sonrió. —Quiero hacerlo sin dolor.
—No digas eso. Tú no vas a morir—Recosté su cabeza sobre mis piernas, yo estaba completamente llena de sangre. De su sangre.


Llamé a una ambulancia e iba a marcarle a Mario, pero no quería perder tiempo, quizá el último al lado de Sebastián.
—Hice todo mal ¿Uh? —Apenas y podía hablar sin escupir sangre de su boca. —Te mentí, mentí a todo el mundo y me quedé solo.
—Sebastián, basta, deja de esforzarte.
—Sé que no saldré... de ésta. Sólo quiero pedirte una cosa: salva a mi mamá.
— ¿De qué hablas?
—El dinero... conseguí dinero—Gimió de dolor. —Lo conseguí de una manera muy sucia... mi madre está enferma.
—Sebas...
—Shhh... no hables—Sus lágrimas corrían por sus mejillas al igual que las mías. —No la dejes morir, y no le digas esto. Ella es muy buena, no se merece saber que su hijo es un delincuente.
Tragué saliva.

La ambulancia llegó. Hicieron que me separara de Sebas y lo subieron con cuidado en una camilla, me dolía tanto verlo así, agonizando, muriendo entre mis brazos. Esa debí haber sido yo. Mi sufrimiento no se comparaba con nada que hubiera sentido antes. Si tan sólo me hubiera pedido a mí el dinero, o a Mario. Nosotros lo hubiéramos ayudado, todo sería diferente. Todos estaríamos felices.
Si tan sólo pudiera retroceder el tiempo y evitar que todo esto sucediera. Si tan sólo pudiera volver a esos buenos momentos. Quisiera escucharlo reír e inclusive decir estupideces.
Oh Sebas. No puedes dejarme, no ahora. Yo veo un futuro... y en ese estás tú.

Sin pensarlo dos veces, me subí a la ambulancia, no iba a dejarlo solo. Nunca.
—No cierres los ojos, Sebas. Mantente despierto.
Sebastián sólo miraba para arriba, sus ojos seguían abiertos y él seguía respirando, pero en realidad era como si no estuviese ahí. Yo acariciaba su cabello y sentía cada gramo de dolor que él sentía.
— ¡SEBAS! —Me desesperé y las lágrimas comenzaron a brotar de nuevo.
—Tranquila, él sólo está perdiendo el conocimiento. Ha perdido tanta sangre—Dijo uno de los paramédicos. No era hábil para contestar, yo estaba más asustada que el mismo Sebastián sobre lo que pudiese ocurrir. Entonces, el mismo chico puso su mano en mi hombro.
—Él va a salvarse—Sonrió. —He estado en cientos de situaciones como ésta. Siempre hay un final feliz.

Rompí en llanto, otra vez, pero ahora no eran simples lágrimas, era llanto y sollozos de desesperación.

---------------------------------------------------------------

¿Como va su fin de semana? 

no olviden votar y comentar sobre que les esta pareciendo la novela

en fin el capitulo esta un poco intenso, y a lo mejor algunas se lo esperaban otras no, pero estén pendiente a la actualización para que no se pierdan lo que pasara con Sebastián, ______ y Mario :D 

UN DULCE AMOR: "EL PRECIO DE LA FAMA" - MARIO BAUTISTA & TU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora