Golpee una vez más el saco de boxeo que tenía delante con rabia.
No podía dejar de pensar en la discusión que acababa de tener con Anya, nunca me había peleado así con ella.
En realidad, ni así ni de ninguna manera. Pero ahora tenía mis razones.
Me había fallado, mi mejor amiga, mi hermana.
Salí de ahí sin mirar a nadie. Me dirigí a las escaleras, pero pare de golpe al ver a Anya llorando en la entrada de aquellas.
—Dime que no lo has hecho, —pidió, pero no le conteste—¡DIMELO! —volvió a gritar con rabia.
—Hice lo que tenía que hacer—respondí duramente, sabiendo a lo que se refería, intenté irme, pero esta se interpuso en mi camino. La mire enfada. Lo que menos quería ahora mismo era tener que aguantar el berrinche de una niña.
—¡No puedes hablar así!, No es un puto objeto, ¡estamos hablando de la vida de un ser humano joder! —Grito.
—Ocasiones extremas requieren medidas extremas. —recite, al igual que mi padre solía hacer.
—¡No puedes, tú no tienes derecho a decidir quien vive o quien muere, no tienes derecho a decidir cuando la vida de una persona se termina! —Me gritó furiosa. Apreté la mandíbula a tal punto que hasta dolía.
—Pues ya ves que lo acabo de hacer—hable fríamente. Esta abrió los ojos sorprendida por mi respuesta, y dio un paso atrás.
—¡Me dijiste que no volverías a ser la antes! No volverías a ser una ... - Grito con los ojos cristalizados, más no termino la oración.
—¡¿A ser que!? ¡Venga, dímelo! —la rete amargamente. Ella negó con la cabeza y sus labios empezaron a temblar.
—Una asesina—susurro.
Asentí decepcionada. Me acerque a ella, dejando solo unos centímetros de distancia. Esta me miro asustada.
—Soy y seré así, y si no te gusta, ya sabes dónde está la puerta—Le susurré con odio, y choque su hombro fuertemente, haciendo que se desestabilizara por unos segundos. Oí su sollozo, mas no me importo.
Soy lo que soy, y nada, ni nadie me harán cambiar.
Golpee una vez más el saco. No me importaba en absoluto mi dolor físico, todo en mi estaba entumecido. Desde mis nudillos- que ardían en carne viva-hasta mis hombros que dolían de haber estado golpeando el saco por horas sin descanso.
—El saco no tiene la culpa—comentaron detrás de mí.
—No puedo golpear a la que tiene—respondí. Decidí que era suficiente por hoy y pare. Me acerqué a mi bolsa, y saqué mi botella de agua. Unas manos tatuadas cogieron las mías, y observaron mis nudillos disgustado.
—Hay que curar esto—ordenó.
—No hace falta, estoy bien—conteste.
Sus ojos felinos me miraban enfadados, y en contra de mi voluntad, me obligo a sentarme.—Ya vuelvo—dijo, y me dejó sentada en las bancas del gimnasio de mi edificio.
Segundos después volvió con unas vendas y alcohol para curar mis nudillos. Sin decir nada se arrodillo frente de mí, y me empezó a curar.
—Te entiendo.
¿Qué?
Lo mire con cara de estúpida.
—Se porque haces esto, y no te juzgo, —explico. Lo mire extrañada. —Si te juzgará sería muy hipócrita de mi parte. Yo también uso el dolor físico para despejarme. Y aunque otros no te entiendan, yo sí—Dijo. Termino con mi mano derecha, y paso a mi izquierda.
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IVÁNOV
AçãoSoy Astrid Ivánov, nacida en San Petersburgo, Rusia. Hija directa de Dimitry Ivánov, jefe de la Mafia Rusa. Me mude con esperanzas de cambiar mi vida y de dejar la Bratva atrás, pero lo que no sabía era que me encontraría con alguien peor que yo, a...