Capítulo 4

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POV Lucy

(Junio 2011 – Cuarta y última parte)

Nos dirigimos sin rumbo fijo por la noche, este hombre ha estado delirando en la parte de atrás de la camioneta y Meg lo está tratando de ayudar como puede, estoy como alma que lleva el diablo, intentando ubicar un camino que nos lleve a nuestro destino.

Para mi sorpresa encontramos la autopista que dice Interestatal 5 vía Portland. Y me empalmo en ella como si mi vida dependiera de ello, de hecho no solo mi vida, si no la de Megan y la de este hombre, que mirando por el retrovisor se está poniendo mal.

— ¡Parece que ha empezado a tener fiebre, Lucy!, ¿Qué vamos a hacer? — pregunta Meg.

— ¡Ana!— delira el hombre y repite una y otra vez.

— ¿Quién será esa Ana que tanto menciona? —Pregunto intrigada a Meg.

— ¡Ha de ser su novia o esposa! —Dice Meg. Siento cosquilleos en el estómago ante esa declaración.

—Lo dejaremos en el hospital más cercano, allí se encargaran de él y luego nos iremos a seguir nuestro rumbo. —Le digo a Meg.

— ¿Lo vamos a dejar abandonado? —Me pregunta Meg incrédula.

— ¿Y que se supone que debemos hacer? —Le pregunto. — Tú y yo no lo conocemos. ¡Este hombre debe tener familia!... de seguro la tal Ana lo debe de andar buscando. —Le digo vehemente. — ¡Y ya tenemos suficientes problemas, Meg! ¡El tipo que nos quiso vender está muerto! Y andamos con alguien al que no conocemos y que por lo que se ve, está muriendo... ¡lo más que podemos hacer es dejarlo para que lo atiendan y salir de allí!

Meg no me dirige la palabra en un largo trecho del camino.

— ¿Qué hubiese pasado si Susan nos dejaba a nuestra suerte? —pregunta... me quedo pensando en eso... Ella tiene razón, no hubiésemos llegado lejos, ni siquiera hubiésemos salido de Dublín y mucho menos ser unas chicas con una educación y cariño que Susan nos brindó, tal vez estaríamos separadas... Meg, hubiese ido a una institución como niña huérfana y yo de seguro hubiese ido a la cárcel, por haber robado aquella tienda.

— ¡Esto es un golpe bajo, Meg!, sabes que no es lo mismo, nosotras solo nos tenemos la una a la otra, pero este hombre de seguro que tiene una familia. ¡¿No escuchaste a Mike?! ¡Es un hombre rico! Nosotras no tenemos los recursos...

Llegamos a Portland, es una ciudad muy tranquila, en cierto modo se parece un poco a Dublín, me detengo en una gasolinera para cargar combustible y Meg se baja a la tienda de víveres, es una tienda muy parecida a la que yo trabaje, lo que me da muy malos recuerdos.

— ¡Ten cuidado, Meg! —Le digo, pero ella solo se voltea y me da una sonrisa, hemos tenido que pasar por mucho en todos estos días, estuvimos a punto de ser vendidas al mejor postor para ser violadas y luego usadas como prostitutas, estuvimos enjauladas durante días comiendo algo asqueroso que todavía no puedo decir que era y aun así, mi hermanita guarda esa sonrisa angelical, esa expresión por la que mi madre me hizo prometer que la cuidaría, ¡Ella es mi pequeña niña, mi hermanita! Aunque hoy me demostró que también es una mujer, tal vez mucho más fuerte que yo... me alegra mucho que aun pueda conservar su hermosa sonrisa.

Regresa minutos después con un par de bolsas en sus manos.

—He comprado algunas cosas que nos podrían servir. —Me dice. — compre algunos emparedados para comer y unos refrescos... ¡Por Dios... muero de hambre! — Y a decir verdad, yo también, tomo uno de los emparedados y destapo uno de los refrescos saliendo rápidamente de la gasolinera. —También he comprado algunas cosas de primeros auxilios.

Camino a La Felicidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora