Silencio

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Cada pasillo, cada habitación, cada rincón, nada, se ha ido, dejándome con 3 cadáveres de ghouls en mis pies. Tras gritar su nombre repetidas veces no se apareció ni un segundo. -Es un cobarde.- pensaba mientras caminaba camino a casa, con sangre sobre mi ropa, aun húmeda pero,  en mi rostro y nuca, cubrían capas de sangre seca. Era consiente que la sangre de una persona era de alguien que conocía, y que para alguien que amo, era sumamente importante. Era consiente que nunca me perdonaría. Pero, todo esto pasará.

Dejando mi cuerpo desnudo, entré a la ducha, dejando que el agua caliente recorriera mi piel, dejándola sin rastros de sangre y poca culpabilidad. Busqué entre mi armario algo de ropa limpia pero, no había nada, solo unos jeans y una playera holgada de tirantes, también vi encima de un mueble, la sudadera azul verdosa de Kaneki. La agarré y me la puse, un aroma familiar emanaba de la sudadera... el aroma de Kaneki, su jabón, su piel, su colonia.

Lista para ir a trabajar caminé varias manzanas a Anteiku pero me detuve en seco, un chico joven con pelo morado y con una bufanda color vino, un señor (o más bien un mastodonte) con pelo rubio y traje blanco y un... ¿travesti?, caminaron a lado de mí, el mastodonte arrastrando una bolsa negra sobre el piso.

Justo subiendo las escaleras el letrero de cerrado descansaba sobre la puerta.

-¿Pero que esta pasando?- susurre, más para mí que para alguien más.

Gire la perilla, y lo único que encontré fue todo Anteiku hecho pedazos. Ventanas rotas, vajilla rota, mesas rotas, todo destruido, incluso con sangre fresca por todo el piso, contando con la pared. Recorrí todo Anteiku en busca de una respuesta, hasta que vi a Touka, tirada en el piso, con sangre sobre sus comisuras de los labios, cayendo por su barbilla.

-¿Que ha pasado aquí?- pregunté , asustada por la conmoción.

-Kaneki...- dijo Touka suavemente, por cada palabra, hacía una pausa larga, como si le costara hablar- secuestrado... Ayato... Jason...

Me sobre salte, mientras mi sangre se helaba poco poco, mientras mi cerebro buscaba información sobre Jason, sabía que lo conocía de alguna parte, di un paso atrás, pero luego me detuve en seco. El mastodonte de la bolsa negra... era Oomori Yakumo... Jason. En la bolsa esta...

-¡Kaneki!- grité. Mientras lágrimas ardientes se formaban en mis ojos, mientras el nudo en la garganta era casi imposible de deshacer.

Me di la vuelta por culpa del instinto, corrí, corrí hacía la puerta ya abierta. Corrí por donde había pasado antes. Dejando que mis pies me llevaran y mi cerebro pensara. Justamente dando la vuelta, estaban ellos.

Jadeando, corrí tras él, pero me escucho antes de tiempo, y esquivo la patada que le había lanzado. Intente golpearlo, pero agarro mi puño. Agarro provecho, y con su rodilla me golpeo en el estomago con esta. Solté un grito ahogado de dolor, mientras volvía y volvía a golpear mi estomago, y cuando por fin paró, me agarró del cuello y me estrello contra el muro.

-No tengo porque perder tiempo contigo, niña.- se dio medía vuelta y caminó. Pero no lo iba a dejar así

-¡Bastardo!

Me despegue del muro y de nuevo intente golpearlo, lo esquivo, agarrando otra vez mi cuello y volviendo a estrellarme contra la pared. Un dolor agudo me recorrió la espalda y cada uno de mis huesos. Sin rendirme, mi puño tembloroso le dio suavemente en la espalda, caí de rodillas. Él volteaba la cabeza mientras reía sobre mi torpe actuación.

-Si que resistes, pero no tanto como este premio que conseguí en ese asqueroso lugar.

-Kaneki...- susurré antes de perder la conciencia y terminar de caer al piso, viendo como toda la luz se concentraba en una oscuridad sin fin.













Maravillosos Psicópatas [Kaneki y Tu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora