Cap. 19

709 51 1
                                    

Suspiré profundamente antes de entrar al Club hípico de mi ciudad, lugar en donde se celebraba una lujosa y ostentosa fiesta que no sería para nada de mi agrado; y donde además se encontrarían personas repugnantes que deseaba no volver a encontrarme. Pero aquí estoy de todos modos, por extorsión de mi madre.

Entramos al enorme salón de pisos pulidos, el cual era iluminado por una araña de cristal en el centro. Se veían candelabros a los costados, haciendo una imitación de velas. Y unos amplios ventanales daban a un hermoso balcón, donde se veían a la distancia los extensos jardines, y aún más a lo lejos los establos, con la pista de equitación a un lado.

Una larga mesa al costado de la pista mostraba grandes manjares.

Camareros de traje iban de un lado para otro con bandejas alzadas, llenas de copas y aperitivos.

No había dado ni dos pasos dentro del salón cuando dos mujeres comenzaron con sus viperinos comentarios, y esto fue lo que dijeron:

"Pobre Francin, me siento mal por ella. Mira la enorme fiesta que ha hecho para la desagradecida de su hija, esa mocosa sí que necesita límites.

Es indignante que sea de nuestra sociedad.

Sin embargo, debo admitir que admiro a la mujer, ha logrado controlarla lo suficiente como para que se presentara a estos eventos. Lo mínimo que puede hacer, por supuesto, luego de todos los bochornos que le ha hecho pasar a la probrecita."

Apreté los puños a mi costado con una fuerza descomunal.

Solo alguien que evidentemente no conoce a Francin puede llegar a llamar pobrecita a esa arpía.

Entré a paso firme y decidido, con la cabeza en alto.

Tomé una copa de champagne de una de las bandejas que pasaban, la alcé y en menos de dos minutos el líquido hubo desaparecido en mi garganta.

Viré hacia Cole y Dylan que me miraban con una ceja alzada.

Puse los ojos en blanco.

Luego de haber oído semejante ridiculez, lo único que necesitaba para soportar la noche era alcohol en mi sistema.

- No se les ocurra decir una palabra. Ustedes me han obligado a venir aquí, nunca dije en qué términos.

- No pensaba regañarte, escuché lo que hablaban. Hubiera hecho fondo blanco contigo. - Admitió el castaño, haciéndome soltar la primera carcajada de la noche.

Él sonrió, satisfecho. Dylan era bueno cuando se trataba de animarme.

Mi pequeño momento de felicidad se esfumó por completo en cuanto vi como mi madre se acercaba con una sonrisa exagerada y los brazos abiertos, gritando con su voz chillona un: "¡Skyleeeeer, hija, ¡feliz cumpleaños, cielo!"

En cuanto me abrazó llegaron las amenazas, por supuesto.

- Más te vale comportarte y no mandarte una de las tuyas, porque sino bye, bye a la hermosísima casa de tu abuelo. Ya sabes que como tu padre trabaja, esa propiedad es prácticamente mía. Así que cuidadito con lo que haces, ¿me has entendido bien?

Se separó de mi, aún con esa cínica curvatura en sus labios, mirándome amenazante.

Apreté fuerte mi mandíbula, necesitaba controlarme, así que simplemente asentí.

- Así me gusta. - Dijo, ahora con una auténtica sonrisa de superioridad.

Si hay algo que odie más a que me digan qué hacer, es dejar ganar a mi madre, es algo que no puedo tolerar.

Olvídate de mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora