Cap. 7

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Identifiqué encima mío el hermoso candelero de cristal, siempre he amado apreciarlo. Me sumergí en el lúgubre pensamiento de hace unos momentos. Una rota curva se estampó en mi boca.

Flashback:

Me encontraba en aquel pasillo de paredes claras con luces que resultaban azuladas para los ojos, aquello me producía una sensación de frío y malestar. Estaba apoyada en una pared, desplomada cual muñeca de trapo, como si un camión me hubiese pasado por encima. Veía la falda corta que traía puesta, los tacones, toda yo me veía del asco. Lo más seguro era que tuviera un nauseabundo hedor manando de mi ser, mi garganta se encontraba reseca al igual que mis labios, los cuales se agrietaban. Sentía mis ojos irritados y pude corroborar a través de una maquina expendedora que también se veían rojizos. Todo mi maquillaje se desparramaba en ramas negras por mis mejillas. Siendo honesta era mejor así, vaya uno a saber las ojeras que debía tener en ese instante, luego de tantas noches sin poder conciliar el sueño correctamente o directamente ni siquiera pegar un ojo. La vestimenta que traía no solo me daba frío sino que se me pegaba al cuerpo debido al sudor. Lo sé, asqueroso y desagradable, pero aquello no era lo más trágico. Nada en ese momento podía compararse a lo que estaba sintiendo en mi interior. A lo que en ese mismo instante estaba pasando, aquello que pendía de un fino hilo, el cual desearía sujetar con todas las fuerzas existentes. ¿Te ha pasado en algún punto que has llegado a tu limite y no puedes ni siquiera impulsarte para quedar de pie? algo así me estaba sucediendo, veía pasar hombres y mujeres con batas. Esperaba atentamente que alguno se acercase a mi, quería aliviar cuanto antes esta sensación de vacío, de desconcierto, de no saber en dónde estoy parada. Tenía un sucio buzo que me había prestado muy amablemente uno de los doctores al verme temblando. Lo que más me gustó de aquello es que no fue con insinuación ni con intento de seducirme sino que me la dio como un padre se la da a su hija pequeña cuando esta se está congelando, de manera dulce y fraternal. Aquellas traslucidas líneas brotaban de mis ojos sin parecer tener fin, nunca. Estaba sumida en un profundo silencio, este no podía significar otra cosa mas que mi cabeza no paraba de hacer ruido, analizar e intentar comprender. Lamentablemente no existía cosa en la Tierra que pudiera hacerme comprender en dónde estaba ni el por qué me encontraba allí. Llevaba días sin moverme del hospital, las horas trascurrían tortuosas, escuchaba el "tic-tac-tic-tac" de cada segundo al pasar. Las reflexiones en mi mente se acumulaban, una más profunda que la otra, pero... ¿qué mierda me importaba la profundidad cuando la persona más importante en mi vida esta a punto de morirse?

- Familiares del señor Jhonson. -Alce mi vista, de pronto nublada por las lágrimas. Dos de estas rodaron por mis mejillas, las sequé abruptamente con el dorso de mi mano.

- Sí, yo. -Respondí con la voz quebrada, ese tono me resultó desconocido... como si no fuera el mío. Me levante con dificultad, un mareo abarcó todo mi sistema desestabilizandome, no había comido ni bebido desde que esta situación se torno tan complicada. Tenía decidido que no iba a separarme de este maldito lugar hasta llevármelo conmigo devuelta, sano y de fierro como siempre ha sido.

El doctor apretó sus labios, me miro con compasión, con el estado en el que me encontraba no era para menos. 

- Señorita... sé que es duro pero... - Al oír esas palabras lleve como auto-reflejo mi mano derecha a mi boca, reprimí un sollozo mientras mis ojos desbordaban. - escuche, cálmese. -Intento tranquilizarme con una mirada apaciguada mientras tomaba mis hombros en forma de reconforte.

- No le voy a mentir, sería anti-ético pero usted necesita, por él, saber afrotar esta situación, ¿soy claro? -Una sonrisa dulzona se formaba en su rostro, asentí ya que no lograba pronunciar una sola palabra. Ni siquiera me reconocía de esta forma. -  Su abuelo... se encuentra en un estado delicado y... no se puede salvar -El mundo se desmorono pieza a pieza, resquebrajándose ante mi. Su mano tomo la mía en un intento de suavizar el impacto, no lo lograría.- le quedan unas pocas horas. -Confeso mirándome con seriedad. Estoy segura que en ese momento me vi como una niña débil e indefensa, cosas que nunca fui. Sentí mi visión aguarse profundamente hasta rebalsar, seguidamente mis hombros se sacudieron al ritmo del llanto. Tire mi cabello hacia atrás y comencé a caminar, impasible. ¿Cómo era posible? ¿qué mierda le pasaba a la vida que se las agarraba con él? ¿por qué no con todos los malditos delincuentes que hay sueltos y sí con una persona tan benévola como mi abuelo lo es? 

Ni siquiera había percatado que el doctor había entrado nuevamente a la habitación de mi abuelo, Arnold Jhonson. ¿Qué es él para mi? mi verdadera familia. La persona que jamás, pese a todos mis errores (y si que han sido muchos) me ha abandonado, a quien siempre podía recurrir en busca de un abrazo o simplemente un consejo, palabras de aliento, lo que sea. Sabía que él siempre me ayudaría. Todos los recuerdos más atesorados de mi niñez y adolescencia eran a su lado. Al lado de quien dice que soy su niña sin importar la edad, quien demanda el abrigarme cuando el invierno empieza a azotar, quien me regaña y hace ver las cosas con más claridad. Para mi Arnold Jhonson es el rayo de luz más grande que me pudo haber tocado en la vida y ahora... estaba a punto de esfumarse ante mis ojos. La única persona a la que considero mi familia, con todo lo que eso significa. 

- ¿Señorita? -Salí de mi trance encontrándome con el médico nuevamente frente a mi. - Su abuelo esta despierto, quiere verla. - Como si un repentino choque eléctrico hubiese recorrido mi cuerpo brindándome energía corrí hasta la habitación y toque su puerta, impaciente. "Pase", se oyó la petición con fragilidad para luego dar paso a la tos. Abrí para encontrarme con el hombre canoso ,que tanto para mi significa, lleno de tubos y postrado sobre una camilla. Su rostro se encontraba incoloro pero tenía esa sonrisa que tanto le caracterizaba. 

- Perdóname... -Murmure para luego ponerme a sollozar en su estómago. Antes de que tuvieran que internarlo, hace cuatro meses habíamos tenido una fuerte discusión, no tienen idea de cuan absurda parecía esa pelea en este momento. Sentí su mano acariciando mi cabello.

- Perdóname tu, mi niña. -Alce mi vista para observarlo. Se veía en un estado tan comprometedor que tenía miedo siquiera de respirarle encima, sin embargo sabía que no me quedaba mucho con él. Tome su mano. - Estas helado. - Dije nuevamente al borde de las lágrimas. Este sonrió como si hubiese dicho algo de lo más obvio.

- Ya no me queda mucho aquí - Hablo con tanta serenidad que se me pusieron los pelos de punta.

- No digas es... -Me corto.

- Yo lo sé Skyler, yo lo sé y lo aceptó. Es la ley de la vida. -Su mano limpió mi mejilla húmeda.- Escucha, quiero decirte algo -Tomó mi mano con fuerza, me pare para oírlo.- escúchame Sky, yo quiero a Cole, es un buen chico, él me importa -No entendía el punto al que quería llegar.- pero más me importas tu, ¿entiendes? -Asentí sin saber muy bien qué decir.- sé lo que él hizo contigo y que la mayoría de las disputas que has tenido con todos ha sido por su causa, también estoy enterado de lo que hacen ambos. Estoy al tanto de todo y por eso quiero decirte -Hablo con seriedad mirándome.- hazte valer -Me dijo como si eso respondiera a todos mis interrogantes. - no dejes, por más que sea Cole, que ni él ni nadie te use de esa manera, Skyler... -Negó con la cabeza.- tu vales muchísimo más de lo que crees, el que tu no lo veas no hace que no sea de esa forma. Yo, como tu abuelo, te pido como último deseo que seas feliz, que estés con alguien que te sepa valorar y no con quien... te vea como objeto por que eso es lo que a mi me haría verdaderamente feliz, que tu lo seas y que de una vez por todas te des cuenta de la increíble persona que eres. Nadie tiene derecho a maltratarte ni a despreciarte, quiero que estés -Junto ambas manos entre las mías.- con una persona que te respete, que mire más allá de la apariencia por que tu, mi niña, vales oro y cualquier hombre sería el más afortunado de la Tierra por tenerte. No lo olvides, siempre has sido mi nieta favorita. Eres lo único bueno en esa maldita familia. -A cada palabra el nudo en mi garganta era mucho más fuerte. - Por favor, hazme esa promesa. -Murmuro con debilidad, deslizando sus manos de entre las mías.

-Te lo prometo. 

Fin de FlashBack.

Esa fue la última conversación que tuve con él, no me di cuenta cuando mis carrillos terminaron inundados en agua salada. Seque debajo de mis ojos y me dispuse a recorrer la casa, debajo de su cama encontré una caja gigante llena de álbumes con fotos, sonreí instintivamente. Pase las páginas viendo como al principio se mostraba una foto en color sepia, en aquella imagen estaba yo de bebé y mi abuelo a un lado mirando a la cámara. A la siguiente me encontraba yo con cinco años, él a mi lado mirándome con una sonrisa gigantesca mientras apagaba las velitas. Finalmente, en la última página, se encontraba la actual yo de diecisiete años, vestida con un simple pijama de invierno, (remera de manga larga y unos pantalones sueltos hasta mis tobillos, algo muy poco usual en mi) sin una gota de maquillaje abrazando por los hombros a mi abuelo con una super sonrisa. Este se encontraba haciendo un gesto de sorpresa desde su clásico sillón de cuero. Un pinchazo en mi pecho se expandió a lo largo, cerré cuidadosamente el libro y lo deje a un lado.

- No tienes idea de cuánto te extraño. -Murmure a la nada mientras hundía mi cara entre mis manos.

Continuara.

Olvídate de mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora