Un concierto de sonidos pudo oírse a través de la oscuridad; cada pisada produjo el mismo sonido de arrastre, la misma fricción de las botas con la nieve, el arrastre de las manos con la madera, el metal chocando de la lámpara; Derek y Anna caminaron en medio de una oscuridad anormalmente silenciosa, una que hacía que cada sonido que producían resonase con un estruendo, uno constante y que hizo que Derek apretase los dientes. Cada paso pareció un avance improductivo, un retroceso, al punto que Derek se detuvo y, desorientado, miró sus botas.
—Anna... ¿Estamos avanzando?
—Claro que sí —dijo Anna, pero entonces suspiró y agitó la cabeza—. Bueno... no sé en realidad.
—La noche parecer estar demasiada densa hoy... no puedo ver algo más allá de la linterna.
—Debemos seguir... ¿no es esa dirección la correcta? —preguntó Anna, y Derek miró hacia atrás, a sus ojos verdosos iluminados por la luz de la lámpara.
—Esta ni siquiera es mi trinchera, ¿cómo podré saberlo?
Ana enmudeció.
Ambos siguieron caminando hacia adelante, mientras el sonido, cada vez más fuerte, les hacía sentir una sensación de incomodidad que les obligaba a ambos a tensarse, con tal de no provocar más ruido de lo que estaban haciendo. Contenían su respiración, mas era imposible notar algunos sonidos que habían ignorado antes... los latidos de sus corazones parecían un tambor, el estómago crujía como un relámpago lejano, el roce de sus uniformes era la lija frotando la madera, un espectáculo de ruidos sin pie ni cabeza, y los pasos parecían golpe tras golpe, marcando el ritmo de un martillo que golpeaba sin cesar sus oídos... Anna tapó uno de sus oídos, pero ahora el eco de la sangre de sus venas la hizo detenerse, y en un arrebato de desesperación, Anna empezó a gemir, oyendo su voz inundando el ambiente, haciendo que Derek se distrajese y, apretando los dientes, golpeó el casco en su cabeza... Tras la explosión que retumbó el oído de ambos, los sonidos empezaron a disminuir de intensidad.
Los sonidos más sensibles fueron los primeros en silenciarse, y Anna se levanto al poco rato más aliviada. Sin embargo, al poco rato sentía que podía apenas sentir sus pasos... y después su respiración. Anna agitó ligeramente la lámpara, pero el chirriante sonido de ésta producto del óxido nunca llegó; Derek intentó respirar profundamente, y aunque sintió el aire entrando por su nariz y sus pulmones llenándose, no oía la corriente que debería pasar entre medio; Anna sintió una gota de sudor en su cuello, y entonces, tras otro tramo en dicho silencio constante, se detuvieron.Se detuvieron a una imagen que empezó a aclararse después de momentos de total oscuridad. Como una imagen espectral en medio de la oscuridad, empezaron a ver nuevamente las trincheras las cuales habían transitado anteriormente... abarrotadas de gente, abarrotadas aún más de cadáveres; soldados jóvenes y viejos apilados en hileras que parecían interminables, y heridos que aún estaban acostados en camillas agrietadas. Sin embargo, Anna notó que los soldados sanos y salvos, los enviados al frente, iban todos a una misma dirección, todos iban hacia el norte, mientras sus bocas se abrían y expresaban una euforia iracunda, una que Derek pudo reconocer y que le hizo sentir un escalofrío. Anna miró hacia atrás, viendo que estaban en un terreno más alto, donde podían ver el panorama general en ambos flancos; los soldados corrían sus fusiles hacia el norte, a la vez que una bandera podía verse en alto, más allá de la zona de nadie, en la trinchera alemana... era la bandera francesa, la bandera francesa que se movía flamante ante los ojos de todos. Anna entonces miró nuevamente a Derek, quien veía dicha escena igual que ella, su rostro inamovible; por un momento, Anna tuvo la impresión de estar en shock, incapaz de moverse ante cruento espectáculo en frente de su rostro, la caída de su frente y el comienzo de la arremetida francesa, la derrota de su nación... y sin embargo él se dio vuelta y reanudó su marcha en silencio.
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Verdún
Historical FictionLuego de años de llanto y quebrantos, espera y locura, finalmente los hombres de las anegadas y desoladas trincheras de Verdún deciden tomar sus fusiles y machacarse los unos a los otros. En medio de la hecatombe, un pequeño grupo se pierde tras un...