Lluvia - Pastel de Manzana

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—Y bueno, como decía, los... —Gradualmente empezó a recobrar sus sentidos. Siguió débil, y las voces se distorsionaban, inentendibles.

—Me acuerdo que comía cada mañana un rico emparedado de tomate, lechuga y pepinillos, y era más delicioso si... —Lentamente sus ojos se abrieron. Sintió que su cuerpo colgaba de una tela.

— ¡Ja ja ja! ¡No me esperaba que tuvieses tan buena salud! —Movió una pierna y abrió sus ojos en su totalidad, aun viendo borroso. Inclinó su cabeza a la fuente de luz que logró distinguir, viendo dos sombras sentadas en lo que parecen ser cajas.

—Bueno... tenía... pues mira como estoy ahora, todo moreteado y con el pelo quemado. Eso ya es del pasado-.

Ambos giraron su cabeza y miraron al unísono a Anna que les miraba con el rostro perplejo. Ambos rieron mientras Charlot se levantaba de la caja y se ponía de cuclillas a ella, mirándola con los ojos abiertos y una sonrisa que denotaba sus abultadas mejillas. —Bueno, pues nuestra bella durmiente finalmente ha despertado, ¿Cómo te encuentras?

—Vamos Charlot, para de asustarla con tu horrible cara —dijo Comstock con una sonrisa en sus labios.

—Bueno, digamos que tampoco eres el hombre más buenmozo del mundo —respondió mientras giraba su cabeza, mirando a Comstock.

—No digo que lo sea, pero por favor que estando tan cerca de ella la estarás matando con tu aliento de-

—Di-disculpen caballeros. —Anna se levantó mientras caminaba en dirección a la puerta tambaleando y estornudando. Su marcha fue detenida por Charlot, que la agarró suavemente de su hombro: — ¡Hey! ¿¡Estás toda mojada y fatigada, y quieres salir a la lluvia!?

—Concuerdo con este de acá —dijo Comstock mientras encendía un cigarro anteriormente puesto en su boca—, si quieres sobrevivir, debes quedarte acá. Está lloviendo y no hay forma de iluminar el camino sin que el farol se extinga afuera.

—Pe-pero... Pierre...—dijo Anna con sus ojos lagrimosos, intentando soltarse de la mano de Charlot.

—¿Pierre?... —dijo Charlot mientras limpiaba sus labios. Suspiró antes de responder con un tono bajo— Tal chico lo... lo enviaron a la zona de nadie... de ahí me dijeron que lo capturaron una tropa y... dios lo ampare.

 —¿Cómo lo sabes? —dijo Comstock, exhalando el humo guardado en sus pulmones.

—Ví cómo el oficial Lautrec se lo llevó con otros cinco más al frente... supuestamente el chico de- 

Anna no pudo escuchar el resto de la conversación. Sus ojos estaban abiertos como platos, y sentía cómo empezó a enrojerce los ojos, a irritarse la nariz y su pecho contraerse. Ambos seguieron discutiendo hasta que escucharon el sollozo de Anna. Comstock liberó el humo desde sus pulmones mientras suspiraba y Charlot la condució nuevamente a la hamaca, al ver que ella seguía en la mismo posición, incapaz de moverse. Ella se acostó ahí gracias a Charlot, se acomodó, poniendo su cabeza en la almohada, y en menos de un segundo empezó a llorar desconsoladamente, agarrando la almohada y poniéndosela encima de la cabeza. El llanto ahogado se sentía con una resonancia y un pesar tal, que Charlot negó con la cabeza mientras se acercó a Comstock con un rostro que expresaba pena, en especial al ver sus ojos más pequeños de lo común.

—Esto es una mierda, Comstock —dijo Charlot al sentarse mientras pasaba sus manos en su rostro.

— Ni que lo digas... joder, esto es realmente triste. Oye, con ese rostro no pensarás rendirte al llanto, ¿verdad? —dijo Comstock mientras aspiraba el tabaco para liberarlo nuevamente, saliendo humo en su boca y naríz.

VerdúnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora