Unos ojos parpadearon confundidos; confundidos porque aún no habían analizado lo que está viendo, pero se agitaron como si lo que está al frente suyo le hubiese sobrepasado, le hubiese sorprendido, le hubiese destruído; confundidos porque vieron una figura figura humanoide que cayó lentamente al suelo, uno de pelo castaño y rojizo, de un bigote cuidado, de unos ojos castaños que subieron a su cerebro mientras una estela de sangre aparecía en su frente; unos ojos confundidos que miraron incrédulos un revólver Webley empuñado en una mano... su mano; unos ojos confundidos que miraron desde lo lejos una figura femenina, juzgando por el vestido que estaba usando, que sale de una habitación atrás; unos ojos confundidos mirando otros ojos, otros verdes y llorosos, ojos clavados al hombre que había caído; unos ojos confundidos que miraron sus lágrimas caer, volar, ella yendo directamente hacia el cuerpo y tomándole la cabeza con su mano, su mano que se manchó de sangre, con la cabeza baja mirando al rostro ensangrentado del hombre abatido; unos ojos que parpadearon, que empezaron a ver sólo lodo, tierra, madera enchapada y un charco de agua. Vio sus manos en lodo, sus rodillas en el piso, las gotas de lluvia que cayeron al lado suyo, y parpadeó lentamente, viendo en el charco un rostro, uno de bigotes y patillas pronunciadas, de cara escuálida, de pelo mojado y rojizo, pero no pudo verse bien, ya sea que el agua es muy opaca, o que él ya no pudo ver con claridad por las lágrimas que cubren sus ojos.
—Bueno... ¿Tu nombre chiquilla? —Anna mantenía con la almohada en su rostro mientras Charlot la miraba con sus ojos aún rojizos, dando a la espalda la luz que cubría parcialmente la habitación—. Mira, yo...
—Cállate
—Estoy... estoy siendo amable, es en serio, quiero hablar contigo, em... me gustaría ayudarte, y creo que-
— ¡Callate, soufflé de chocolate podrido! -respondió en sollozos Anna, apretando la almohada. Charlot sonrió al escuchar el insulto, limpiándose el bigote con su dedo.
— Oye, así no se trata a un adulto, ¿sabes?.. pero bueno, entiendo tu humor... disculpa señorita, ¿cuántos años tienes? -preguntó Charlot.
—Lo suficiente, ahora cállate. -Anna apretó más la almohada.
— Señorita... en fin, es extraño verte con aquel uniforme. No pareces ser del cuerpo de enfermeras de campo. ¿Por qué estás acá?
— No sé, ya no me importa... no me importa nada. -Anna giró su cuerpo, dándole la espalda. Charlot suspiró.
—Me imagino... decía lo mismo cuando perdí a mi hija, ¿sabes?... —Anna deslizó levemente la almohada hasta sólo mostrar sus ojos brillantes— Sabes, era dueño de una panadería; se llamaba Pains Charlot, y digamos... no era el local más hermoso, pero era el más concurrido de mi barrio. Oh dios, decenas y decenas de comensales pedían y pedían pan y yo como chancho en el lodo disfrutaba hacer y comer pan y... —Charlot tosió,cayéndole flema en su manga. Asqueado, pasó la manga en su pantalón para limpiarlo mientras Anna se quedó mirando al adulto con los ojos más abiertos de lo común.
—En fin, me dio risa con lo del soufflé de chocolate porque en realidad era pésimo haciéndolo. ¡Parecía más algo hecho de un baño que de una cocina! —Charlot rió, denotando sus mejillas abultadas y su cara redondeada, pero al ver nuevamente a Anna, su risa es esfumó al ver sus ojos verdosos, perdidos, sus brazos abrazando la almohada con fuerza. Él entonces se levantó y apoyó una rodilla al suelo, extendiendo su mano para quitarle el casco a Anna, la cual no opuso resistencia. Empezó a acariciar su pelo mientras murmuraba en una melodía melancólica, como si su voz se apagara lentamente y volviese a duras penas:
»La vida... baila
en encanto, en alegría
la vida... baila
en desagrado, en luto.
Pero si algo nos ha dado la fé
es que hay mucho que temer
menos a la muerte, menos a la peste
pues sólo él, sólo él sabe mi camino
pues sólo él, sólo él sabe mi destino.
Pues camina, dulce chiquilla
a la tierra de los sueños, mi niña
que flores adornen tu pelo, mi... hija
y solo... solo... s-s-so-o-olo... «
Anna sintió su cabeza bajar a su hombro, sintió el llanto amargo llenándole los oídos y una compasión surgió, haciéndole un nudo en la garganta. Liberó una mano de su almohada y abrazó su cabeza, mirando al pobre soldado que aún no podía dejar de llorar.
—Señor... ¿c-cómo perdió a su hija? —dijo Anna con lágrimas en sus ojos.
—No la perdí, sino que nunca la pude tener... días antes de estar acá, mi esposa murió con ella en su vientre... —un silencio sepulcral inundó la habitación.
—Lo... lo siento por oír eso, señor.
—No te preocupes, señorita... no te preocupes—dijo Charlot, acariciando el pelo de ella—, estoy seguro que, si no sobrevivo, al menos estaré al lado de ella en un instante.
De repente, Anna sintió algo en su frente... algo húmedo. Miró hacia arriba y sus ojos se abrieron al ver que gotas caían del techo. Alarmada, movió el hombro bruscamente, haciendo que Charlot perdiese el equilibrio e impactase con la muralla de tierra. Un pedazo de lodo cayó en el rostro de Anna y ella abandonó la hamaca a duras penas, segundos antes que la tierra cayese en lleno adonde estaba ella y las otras camas vacías, enterrando la habitación en el lodo y la tierra que ahora ocupaban la mitad de dicha habitación.
Ella jadeó, intentó alguna señal de Charlot, que había desaparecido tras el derrumbe y el polvo levantado, sólo segundos después de que viese una mano descubierta en medio de la tierra, una mano que yacía inerte, colgando. Ella poco a poco desfiguró su rostro en una expresión de profundo terror, abriendo su boca a más mientras nuevamente sus ojos se volvían lagrimosos.
Ella se acercó lentamente a la mano y la agarró con las suyas, mirándola fuera de la tierra, pero el peso del hombre combinado con el del lodo apenas hacía que saliera unos centímetros. Ella empezó a sollozar mientras estaba tirando, tratando de sacar al pobre hombre que estaba enterrado en la tierra, y en su desesperación empezó a gritar. "¡Ayuda por dios! ¡Ayuda, ayuda por favor! ¡Por dios, ayuda! ¡Ayuda!" gritó y sus manos intentaron tirar al hombre sepultado en el lodo. ¡Ayuda! ¡Ayuda! Ella gritaba y cuatro disparos fueron la respuestas, cuatro que resonaron en sus oídos, haciéndola llorar más y tirar más fuerte mientras sollozaba.
La lluvia caía... por alguna razón más fuerte que hace minutos atrás, y la oscuridad se tornó absoluta. La noche había empezado, la lluvia avisaba con alevosía la mortal decadencia de las trincheras.

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Verdún
HistoryczneLuego de años de llanto y quebrantos, espera y locura, finalmente los hombres de las anegadas y desoladas trincheras de Verdún deciden tomar sus fusiles y machacarse los unos a los otros. En medio de la hecatombe, un pequeño grupo se pierde tras un...