Capítulo 8: Vuelve. Quédate.

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Siempre me había gustado viajar en avión. Y el avión de papá siempre me había encantado, porque parecía una casa para nuestros viajes largos. Tenía de todo, incluso camas y router. Siempre me había sentido segura allí. Pero no esta vez. Esta vez estaba acurrucada en uno de los sillones intentando dormir. Jamás había tenido tanto frío. Volvía a casa, y no sería mucho tiempo, eso era cierto, pero las caras de todos, las lágrimas de Liam y todo lo que había pasado aquella noche bailaba en mi mente.

-¿Cómo que te vas?

-Grace, estarás de broma.

-No, Grace, quédate.

-No te vayas peque.

Ni siquiera recordaba quién había dicho qué. Tampoco lo estimaba importante. Llevaba horas metida en ese avión y lo único que quería era salir, respirar el aire de Nashville y abrazar a mis padres. Me sumergí en la lectura de nuevo y leí hasta que aterrizamos. La maleta me pesaba bastante poco, aunque llevaba un montón de ropa. Salí por la puerta del control y me encontré a mi familia esperándome. Corrí a sus brazos y todos me devolvieron el abrazo. Ví un par de flashes fugazmente y caí en la cuenta de que había paparazzi en el aeropuerto, pero poco me importó. Estaba en casa. En Nashville. Mamá me dio un beso en la mejilla y me alborotó el pelo. Maggie y Audrey me quitaron la maleta de las manos y empezaron a andar hacia el coche. Mamá las siguió y me quedé sola con papá. Era consciente que había un cúmulo de gente a nuestro alrededor esperando a nuestro siguiente movimiento. Papá se puso de perfil y abrió su brazo derecho. Yo corrí a refugiarme en él y me pasó el brazo por los hombros. Sentí su beso en mi coronilla y nos metimos en el coche.

Cuando llegamos inhalé fuertemente. La casa olía a country. Había botas de cowboy en la puerta y la chimenea había sido apagada recientemente. Subí la escalera y abrí la puerta de mi habitación. Era irónico como un año antes había odiado ese cuarto pintado de rosa y lleno de portarretratos y peluches. Me acerqué a los pies de la cama. Era una cama de princesa. Algo que toda niña desearía. Mi antiguo sombrero rosa de cowboy estaba colgado del cabezal.  Lo cogí y me lo puse con delicadeza. Me giré y me miré al espejo. Una adorable niña de seis años, trenzas y sin las dos paletas superiores me devolvió la mirada. Sonrió y se alisó la falda. Estiré mi mano y toqué la fría superficie del espejo. La niña hizo lo mismo y sonreímos juntas. Ansiaba volver a aquellos maravillosos días. Oí voces en el piso de abajo y toda la magia desapareció. Ahora era yo misma quién me devolvía la mirada. Bajé y me encontré a mis padres discutiendo en voz baja en la cocina. ¿Es que no podían parar ni siquiera cuando acababa de llegar su hija, a la que no veían desde hacía meses?

Me dirigí a la habitación que compartían Maggie y Audrey y les hice señas para que me siguiesen a mi habitación. Hacía meses que no teníamos una noche de chicas en familia. Les conté todo lo que había pasado últimamente. Hicimos un pacto McGraw ara no revelarle jamás a mamá y papá mis momentos íntimos con Liam. Estuvimos hablando durante horas y esa noche se quedaron a dormir conmigo. No hubo problema, ya que mi cama de Nashville era lo suficientemente grande como para abarcarnos a nosotras tres a mamá y papá.

Al día siguiente me desperté y me di la vuelta buscando a Liam. era la fuerza de la costumbre pero el hecho de ver a Audrey durmiendo cual angelito a mi lado me hizo sonreír. Aun con doce años yo seguía viéndola como esa niña pequeña que corría a mí a suplicarme que viésemos La Sirenita frente a un tazón de chocolate caliente con nubes. Me levanté y noté la pantalla de mi móvil tintineaba. Lo cogí y desbloqueé la pantalla.

Nai: Grace cielo, ¿qué tal todo? ¿Has llegado bien?

Ed: El concierto de anoche fue genial, ¿y tu vuelo? ¿Llegaste sin problema?

Good morning from the paradiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora