Melissa

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Llegamos a la cafetería y una mujer pelirroja de alrededor de 50 años nos atendió. Nos sentamos en una mesa al lado de la ventana.

-¿Qué quieren ordenar?

-Un capuchino.-le dije.

-Lo mismo.-dijo Melissa.

La mujer me miró de reojo. Al verla de cerca me di cuenta que la había visto en otra parte. No sabía bien de dónde pero tenía una indudable certeza de que ella sí.

-¿Cómo está Peter?-le pregunté.

-Bien, aunque está muy cansado con lo de la mudanza.

Comencé a revolver mi café.

-¿Quieres hablar de lo que pasó?- me preguntó después de unos minutos.

-Ya sabes que me pone mal visitar los interrogatorios. Solo que está vez alguien me echó la culpa de haber asesinado a su familia y se suicidó enfrente mío.

-Lo sé, papá me dijo. Pero debe haber alguna explicación lógica ¿No?-no pudo evitar esbozar una sonrisa. Era algo inconsciente que hacía cada vez que se encontraba en algún momento incómodo.

Ni me molesté en contestarle. Ella sabía muy bien lo que estaba pasando por mi cabeza.

Me sentía muy mal como para hablar, pero quería estar con Melissa. Traté de cambiar de tema, pero ella siempre volvía a lo mismo. No lo podía evitar, le encantaba meterse en mi cabeza, ya que de eso se trataba su trabajo, siempre amó la psicología. Me libré del cuestionario cuando Adam me llamó.

-Es Adam- le dije a Melissa.

Me levanté de la mesa y le dije que iba al baño.

-¿Adam?

-¿Dónde estás, Al?

-Estoy en una cafetería ¿Por qué? ¿Qué sucedió?

- Estoy en tu casa pero no hay nadie.

Miré el reloj y me fijé que ya eran las nueve de la mañana. Le había prometido que iríamos a ir al cine.

-Estoy algo ocupada ahora. Hubo un problema. Lo pasamos para mañana ¿A las 5 puedes?

-¿Pasó algo?

-Si, pero...no importa. Te lo cuento luego, es una larga historia. Adiós.

Apagué el celular y fui con Melissa.

-Me llamaron de la comisaria-me dijo.

-¿Pasó algo?

-Si, mamá y papá se quedarán toda la noche trabajando. Voy a llamar a Peter para que nos lleve a casa. Pago y vamos.

Cuando nos levantamos de la mesa, la mujer que nos atendió, agarró del brazo a mi hermana.

-Ábrelo cuando estés sola- le susurró en el oído mientras le dejaba un papel en su bolsillo.

-¿Otra vez?-preguntó mi hermana.

-Lo siento, linda. Y, a propósito, me enteré de la muerte de los Jensens. ¿Cómo estas?

-¿Cómo crees que estoy?

-No parecías tan mal allí adentro. 

-Mi hermana estaba conmigo.

Melissa la miró atentamente. La mujer la soltó y ella se dio la vuelta y me sonrió.

Pensé que me lo iba a decir, pero se quedó callada todo el tiempo. Lo cual era raro ya que ella y yo éramos muy unidas.

Estuvimos sentadas unos cuantos minutos y Melissa estaba muy nerviosa. No dejaba de mirar para los costados y había momentos en los que no dejaba de chocar los pies contra el suelo. Era algo irritante pero no se escuchaba ya que la nieve cubría todo.

-¿Qué sucede?-le pregunté algo molesta.

-Solo tengo algo de frío.

-¿Cómo va la mudanza?

-Bien, creo. Ayer Peter me dijo que quiere que quiere pintar las paredes de verde agua. Por supuesto, el único color que no me gusta.

-Bueno, a ustedes dos les encanta llevarse la contra.

Rió.

Vimos el auto de Peter estacionarse enfrente de nosotras. Desde afuera lo pude escuchar cantando. Peter era un joven muy apuesto. Siempre vestía con una chaqueta de cuero o unos pantalones rotos.

Al bajar, vio nuestros rostro y esbozó una sonrisa para bajar la tensión.

-¿Mal día?-preguntó sarcásticamente.

-Ni te imaginas-le respondí.

Se acercó a Melissa y se inclinó.

-¿Quieres ir a la casa de tus padres, amor?-le preguntó.

Ella asintió.

Giró su cabeza hacia mi. Esa había sido la primera vez que había visto sus ojos tan de cerca. Eran azules con tonos de verde. Me sonrió y me dio un abrazo. Estaba muy segura que Melissa ya le había contado todo. Se levantó y nos extendió sus manos para ayudar a levantarnos.

Subimos a su camioneta. Podía ver desde el asiento de atrás a los dos agarrándose de las manos. También pude escuchar a Melissa riendo, él era el único que en momentos como esos la hacía reír...

-Alex, ¿Cómo estás?-preguntó Peter.

-Igual. Necesitaré tiempo para no sentirme culpable.

-No eres...

-Lo sé. O eso creo.

Y tenía razón. No era culpable de los asesinatos, tampoco lo era de la muerte del hermano de la Sra. Jensen. De ninguno de ellos, pero Melissa de alguna manera se sentía culpable por aquello, como si su sangre estaba en sus manos. En ese momento no sabía lo que estaba pasando por la mente de mi hermana. Ojalá hubiese visto las señales antes de que fuera muy tarde.



¿Dónde está Melissa?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora