Oneida...Nick

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-¿Qué te sucede Nicholas? ¿Estás molesto porque tu novia no te contó sobre mí?-me preguntó el metido de Scott.

-Cállate.-respondí con enojo.

-Eres un estúpido.-me dijo.

-¿Disculpa? 

-Lo eres, no te das cuenta lo que Alexandra significa.

-¡Por favor! No me vengas a dar sermones sobre amor...-exclamé.

-¿La amas?-preguntó.

-¿De qué hablas?

-Te pregunté algo...¿La amas?

Charlie, Adam y Peter se dedicaron a mirarme con curiosidad, pero mantuvieron el silencio incómodo creado por la inoportuna pregunta de Scott.

-Por supuesto que la amo.

-¿Sabes que su vida corre peligro cada maldito segundo? Cada momento que estés molesto, será uno más descontado de su poco tiempo juntos. Lo quieras o no Nick, la vida de la señorita Lincolns no durará mucho...-dijo éste con malhumor.

-¿Por qué me dices esto?-pregunté.

-Experiencia. Ahora, para el auto.

-No.

-Nick, para el auto.-insistió Charlie.

-Nick...-exhaló Adam.

-No pararé.

-¡Nicholas Hall vete ahora mismo del auto para ver a la mujer que amas!-gritó Peter con enfado.

-¿Por qué ahora? Hablaré con ella cuando lleguemos.

Adam paró el auto por mí y me entregó mi teléfono para llamarla. Pero comenzó a sonar...no me pude fijar quién era porque algo extraño estaba sucediendo. Las puertas estaban cerradas y no se podían abrir. Scott tocó mi brazo y de la nada aparecimos en un lugar extraño. Era la calle, el auto donde estaban las mujeres y el nuestro, pero a diferencia del suyo, el nuestro estaba hecho trizas por una gran explosión. Escuché los gritos de ellas y vi como Alex salió a paso lento y se cayó al suelo. Me acerqué a ella para ayudarla a levantarse, pero no me vio, era como si yo fuese un fantasma. Y la trataba de tocar pero no podía. Traté de abrazarla, de besarla, pero tampoco podía.

-¡¿Qué diablos sucedió Scott?!-grité.

-Somos...-dijo con decepción.

-¿Invisibles? Si, eso creo.-exclamó con enfado Adam.

-No invisibles...aun peor. Me temo que tomé un riesgo muy grande al hacer este viaje. Verán, mi poder no es tan grande...va, más bien, ahora no es tan grande como para transportarnos a todos. Con lo cual...cuando lo hice nos eliminé de esta dimensión. Estamos en un "puente" hacia otra.

-¿Quieres decir que para ellas estamos muertos?

Asintió.

-No, no puede ser. No me digas que esto es verdad...-dije agarrándome los pelos con fuerza.

-Amigo, buscaremos la forma...-trató de tranquilizarme Peter.

-Peter, ayúdame a encontrar la forma de que me escuchen.

-Nick, no creo que eso sea posible...

-Alex...-susurré-Alex, ¿Me escuchas? Alex, Alex...

-Nick...

-Las perdí, perdí a Alex y a Olivia, para siempre...

Me senté frente a Alex, la cual permanecía sentada en el suelo, llorando mientras sostenía mi bufanda. Por un momento creí que me había visto, porque se quedó mirando mis ojos, como si supiese que yo estaba allí, frente a ella. 

-Lo siento...-le dije mientras miraba aquellos ojos que brillaban con el sol.

Los demás, desesperados, trataban de encontrar alguna forma para remediar lo sucedido, pero como Scott dijo, estaba fuera de su alcance. Recordé la piedra que mi madre me había regalado. La cual dijo que cuando estuviese brillando, me cumpliría un deseo, pero el cual solo sería concedido si mi corazón lo deseaba de verdad. Que, si no lo hacía, la roca se rompería y dejaría de cumplir deseos. También me advirtió que los deseos no debían ser para uno mismo. Cuando me la dio, pensé que solo eran cuentos para niños. Entonces saqué la piedra de mi collar y la vi brillando con una luz que nunca había visto en mi vida. Por lo tanto, la apoyé en mi mano derecha. La cerré, y aun con el puño cerrado podía ver la luz azulada que salía de ella. Y llegó el momento de pedir el deseo. En ese momento quise ser egoísta, aunque no podía. Entonces hice lo que estaba a mi alcance.

-Haz que Alex sonría.-dije, dejando caer una lágrima. 

Allí fue cuando ella bajó la cabeza y comenzó a llorar con más fuerza. Miré la piedra y la veía brillando, entonces volví a mirar y comencé a llamar su nombre. Fue cuando levantó la cabeza que me volví a encontrar con su hermosa sonrisa. Pero no entendía a qué le sonreía. Hasta que pude sentir su mano en mi mejilla y la mía en la suya. La abracé con fuerza mientras nos arrodillábamos y besé su cabeza.

-Te amo tanto.-me dijo.

-Pensé que nunca lo dirías.-dije con alegría. 

¿Dónde está Melissa?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora