El diario

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En un lugar oscuro y frío donde no se es visible los rayos de luz, una figura femenina se tambalea al caminar con dificultad sobre una rocosa vereda llena de piedras y ramas secas.

- Rose!! Espera aún no puedes salir-  la pelinegra molesta le clavó los ojos con enojó y de un empujón alejó a la chica de estatura más baja y ojos violetas.

- deja de joder Marie, no puedo estar metida todo este tiempo en este deprimente lugar, además tengo hambre y si no hago algo rápido voy a morir en menos de 1 mes-.

Su mirada cambio a una vacía y no dijo más, se alejó en silencio a paso lento, la chica más pequeña la siguió con molestia y preocupación.

- estúpida hermana que tengo a mi lado -

las dos féminas desaparecieron dentro de la oscuridad fría de el lugar más recóndito de el infierno.

Pasando a la pequeña casa notamos a un entretenido Ciel escribiendo algunas notas en un pequeño libro de pasta color azul, se ve muy pensativo y sin notar la presencia de su amante este se asusta al sentir los brazos de el mayor sobre su cuello.

- ...me asustaste... Deberías de avisar que llegas por detrás -

- bueno mi querido Ciel no creí conveniente avisarte que venía a darte esto...- con suavidad el demonio mayor le acarició los labios suavemente pasando su lengua húmeda.

El pequeño correspondió el beso con su cara sonrojada, ambos demonios se abrazaron y perdieron en un beso apasionado.

- mmff...basta Sebastian, es hora de salir estoy aburrido-  el joven chico estaba algo nervioso desde la última visita de el extraño demonio de ojos dorados, no quería levantar sospechas hacia su amante pero esa revelación no lo tenía de el nada tranquilo.

- Vamos hoy visitaremos un pequeño restaurante donde venden unos postres deliciosos -

-  en serio ? No creo que alguien los prepare mejor que tú-  el chico tomo su abrigo y salieron de casa, no fue una tarde diferente los dos comieron juntos en el modesto lugar sin alguna mención importante, al terminar la tarde regresaron como siempre atravesando los hermosos girasoles que rodeaban la casa.

Estos días que pasaron un miedo profundo se penetró en el corazón de el mas joven, ese miedo de morir y no sólo de perder la vida, su mayor miedo era perderlo a el, si su gran amor, aunque el aún no estaba seguro de los sentimientos de el mayor pues este no se había declarado oficialmente el decidió hacer un diario, en el anotaba sus citas diarias y algunos recuerdos de el pasado junto a su ex mayordomo. Esto quizás lo dejaba algo distraído y esto lo fue notando su amante al momento de tener intimidad, lo podía ver con tonalidades tristes y lejanas, el dudaba en preguntar qué tenía, pues no ajustaba las palabras para hacerlo.

Nuevamente la mañana se asomó por las ventanas de el cuarto y al terminar su desayuno Ciel subió a su cuarto y sacó su libro azul, se recargo sobre una silla y su escritorio para terminar unas notas más. No se dio cuenta que era observado por unos ojos color rubí, preocupado el mayor y con curiosidad sobre que era lo que con insistencia anotaba el pequeño chico.

Decidió buscar la manera de robar ese libro y averiguarlo, si quizás no estaba bien y era seguro que eso enojaría al pequeño pero aún así no desistió, tocaba suavemente la puerta.

  - puedo pasar Ciel ?-

El pequeño cerro rápidamente su libro y lo guardo dentro de su cajón

- si pasa Sebastian- 

- Disculpa si interrumpo quiero pedirte un enorme favor -  el pequeño arqueo una ceja pues era raro que alguien como Sebastian pidiera favores y luego a el que no sabía hacer casi nada

Hasta La EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora