Dedicado, para todos aquellos, que recogieron los trozos, de su corazón y no supieron remendarlo.
Se sobresaltó, golpeándose la espalda, contra la cabecera de la cama, se colocó ambas manos sobre el rostro, y se restregó fuertemente los ojos, tenía el cuello empapado de sudor, las puntas de sus dedos fríos; como el hielo, mientras su boca emitía jadeos descontrolados sin parar, su cuerpo estaba temblando, se llevó bruscamente las piernas al pecho, se abrazo a sí misma con ambos brazos frotándose los hombros repetidas veces, en un intento vano para brindarse calor, miro hacia abajo las frazadas soló le cubrían los pies, alargo las manos para tomarlas y se cubrió el cuerpo entero con ellas, sintió una especie de alivio perturbador, cuando miro alrededor. Estaba en la habitación observó entre las ranuras de las persianas, que cubrían las ventanas, a su pesar el alba todavía no había llegado; aún era temprano pues se encontraba a oscuras, sólo había sido una pesadilla, pero su corazón latía rápido e inquieto, se tapó la boca con una mano para cubrir los gimoteos. Que le provocaban las lágrimas que caían por sus mejillas.
Ese día... repitió para ella misma entre el ajetreo de su interior, coexistían muchos recuerdos que siempre solían resbalar por su mente, como un gusano devorador moviéndose afanado para encontrar recuerdos dolorosos, un montón de imágenes le golpearon la mente, a una velocidad increíble, había ido a esa playa con sus padres, una semana después de que a su madre le diagnosticaran cáncer, para ese entonces, Alexa no lo sabía, no entendía lo grave de la situación, sin embargo tenía algunas sospechas, pero claro en ese tiempo sólo era una niña y le había hecho aquella promesa a su madre, con la ingenuidad más grande del mundo, su madre no la vio llorar desde esa vez en la playa, porque aunque duro había sido, cuando esa humedad incesante se aproximaba a sus ojos, llameante como el fuego, la retenía con el único pensamiento, de que su madre se pondría mejor.
Desde esa época, amaba cuando el crepúsculo tocaba la tierra. Porque la noche era su refugio, era ese silencio de la noche que se interrumpía con su llanto, el que adoraba con sus entrañas, le daba rabia saber que con todo el amor que existía, la vida le había arrebatado a su mamá, sabía que la había perdido y el no aceptarlo no cambiaría nada, la única solución era, volviendo a tenerla devuelta y el saber que eso no pasaría, le dolía más.
Conocía muy bien el miedo a perder a alguien, había vivido con el, por muchos años, es por eso que sabía que no era como el miedo que experimentaba cada vez que miraba películas de terror, ni ese temor que alguna vez había sufrido de niña, cuando ojeaba la oscuridad profunda que habitaba debajo de su cama, mientras su pecho danzaba a la espera interminable de que en cualquier momento, mientras dormía profundamente, una mano ensangrentada, con enormes garras, le cogería de un tobillo arrastrándola a la oscuridad impenetrable, eso era mucho más complejo, en realidad era suspenso uno que no se quedaba para siempre instalado en su pecho; como una gruesa cortina de acero oprimiendo sus pulmones, ese miedo imaginario terminaba extinguiéndose, en cambio ese temor era completamente real, tanto como la sangre que circulaba por sus venas, con el no podía retroceder el tiempo a tras, ni tampoco decir que no iba a pasar y eso le daba mucho más pavor que cualquier otra cosa, la muerte era una de las cosas que conocía con certeza, pero aun que aprendió la idea de que algún día llegaría, para llevarse lo que más quería, nunca estuvo preparada para ello, Aveces solía imaginarse un puente, con los peldaños rotos y viejos por el tiempo, mientras un gran abismo rocoso se abalanzaba debajo de él, Alexa lo comparaba con la muerte, porque muy pocos lograban cruzar al otro lado, la brecha que nos separaba de la muerte era demasiado pequeña, y el tintineo incesante que anunciaba la resignación, algo que le estrujaba el corazón, como un viejo pedazo de papel.
A veces, la invadía una sensación que le provocaba unas intensas ganas de arrancarse el corazón cuando le dolía, pero sabía que no podía hacerlo, porque no soló le dolía el corazón, si no que le dolía todo, cerro los ojos, se imaginó que su padre llegaba tarde de su trabajo como casi siempre. Que la miraba con esos ojos, profundos llenos de vida como el cielo, esos que alguna vez fueron los de un padre y no los de un desconocido. Que le arrullaba en sus brazos como cuando era niña, y que le prometía que no volvería a irse, que se quedaría a su lado para siempre.
Su pecho subía y bajaba sin detenerse, se sumergió las manos en el cabello, respiro hondo, recostándose en la cama, con la mirada perdida en el techo, mientras una sensación de vació se extendió en su interior, se colocó la mano transpiraste, también temblorosa a la altura del corazón, sonrió amargamente, al sentir el tamborileo exagerado de sus latidos.
—¿Por qué siempre pides cosas que no puedes tener? —.Le pregunto, con voz apenas audible, a su corazón.
Una risa estridente se escapó de su boca, se estaba volviendo loca o estaba cada vez peor, sabía que no iba a contestarle; pero aún así espero una respuesta que no iba a llegar nunca, no entendía de donde venía toda esa cuestión de palabrería, supuso que aunque no quisiera reconocerlo, necesitaba una respuesta para una de sus muchas preguntas, para encontrarle un poco de sentido a su vida, era todo tan confuso siempre tenía ese montón de sentimientos acumulados en el pecho, la mente, la garganta, y el estomago, se movían por todo su cuerpo como hormigas, en algunas ocasiones esa sensación crecía, entonces era cuando quería gritar a todo pulmón; pero su voz no salia quedándose atascada en su garganta, era cuando quería golpear algo hasta romperlo; pero sus manos no se movían y también cuando quería llorar pero tampoco podía porque ya no le quedaban lágrimas, pero de repente era como si desaparecieran o no importaran, dejándola vacía como un hueco en un árbol habitado por la humedad y los hongos, un agujeró abandonado por las aves, miro de nuevo el techo, se imaginó que miraba el cielo y que se perdía en las nubes esponjosas y que una voz le susurraba al oído que todo estaría bien.
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Metástasis del corazón.
RomanceDos adolescentes, extraordinarios, golpeados por la vida. Alexa Callen es una chica fuerte y lo peor es que ella aún no lo sabe, intenta ser feliz; pero sus intentos no siempre resultan en grandes logros, ya que nunca se entrega por completo al amor...