Capitulo 10

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Después de dar vueltas y vueltas por fin se digno de darle la dirección correcta a Joseph se encontraba justo enfrente de su casa, el motor del auto se apago, dejándolos a ambos en un incomodo silencio, no le agradaba estar en ese auto y tampoco s...

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Después de dar vueltas y vueltas por fin se digno de darle la dirección correcta a Joseph se encontraba justo enfrente de su casa, el motor del auto se apago, dejándolos a ambos en un incomodo silencio, no le agradaba estar en ese auto y tampoco sentía mucho agrado por tener a Joseph a su lado; pero a pesar de eso no quería bajar, no quería ir a la soledad que siempre encontraba los fines de semana en su hogar, sus fines de semana eran los que nadie desearía jamas, porque no estaría su madre esperándola con un delicioso desayuno, no estaría su padre levantándose tarde en pantuflas y bata para desayunar, junto a ellas y tampoco habrían noches de películas hasta muy tarde en familia, porqué su madre ya no estaba y por que vivía con un desconocido que seguía llamando padre solo por política, miro en rededor y se avergonzó un poco cuando descubrió que Joseph la miraba, tuvo escalofríos por qué de nuevo sentía que le escudriñaba el alma y tuvo vergüenza de que pensara que estaba loca, que se preguntara que hacía una chica con una casa tan bonita, mirándola desde lo lejos echando suspiros, como si deseara vivir en ella, cuando era su propio hogar.

Esperaba una cadena de reproches e insultos por su parte, después de lo mal que lo había tratado, también estuvo casi segura de que le iba a gritar que se bajara del auto, pero al contrario el no dijo nada, solo miro al frente del volante con paciencia, esperando que se bajara, suspiro y abrió la puerta con mas lentitud que una tortuga, después dejo ir con gran estruendo la puerta, claramente no había sido apropósito; pero no contaba con el don de la sutileza.

  —¡Hasta luego! —Escuchó, a sus espaldas la voz de Joseph, fingiendo que no le había molestado, aquel gesto.

Estaba otra vez, en el lugar de la soledad, le entraron ganas de llorar, se estaba comportando como una niña, la soledad estaba dentro de ella e irse a otro lugar no iba a cambiar nada, no haría que ese vació en su pecho se llenara, el irse no iba hacer que olvidara, no iba a quitarle la decepción y de pronto la convertiría en la persona mas feliz de la tierra, se quedo un momento parada como una tonta frente a la puerta, saco las llaves y agitándolas abrió la puerta, adentro respiro la frialdad de aquellas paredes, se dirigía a tomar las escaleras, cuando vio a su padre leyendo el periódico en el sillón.

—¡Papá!— Exclamo. Sin querer, bastante sorprendida, su padre no solía llegar antes de que terminara el mes, su padre levanto el rostro y dejo a un lado el periódico.

—¿Cuándo regresaste?—Preguntó, sin notar que su voz sonó molesta .

—Apenas ayer, pensé en avisarte quería darte una sorpresa, pero no estabas— Dijo mientras sonreía, su padre estaba sonriendo, el nunca hacía eso y menos se complicaba con esas tonterías de sorpresas

—¿Adónde fuiste Alexa? —No podía decirle a donde había estado porqué tenía entonces que explicar como había terminado en la casa de un chico que apenas conocía.

  —Olvidaba que no vas a decírmelo — Dijo presionándose el puente de la nariz, con frustración —De todos modos solo no hagas disparates... y ten cuidado —Sabía que su padre no era tonto, sospechaba que no había hecho cosas buenas, como emborracharse, pero él nunca discutía sin tener pruebas de algo.

—¿Cuándo vas a irte?— Preguntó. Y le sorprendió, así misma sonar tan ansiosa.

—Al parecer quieres que me vaya —De repente, sonó el teléfono. Su padre sonrió al ver el numero en la pantalla—Alexa frunció el ceño, tomándose entre las manos la frente y meneando la cabeza, pensó que seguramente todo era una maldita broma, su padre contento por recibir una llamada, era increíble, su padre hizo una señal con la cabeza para indicarle que esperara mientras respondía la llamada, descolgó con esa enorme sonrisa que abrumaba cada vez más a Alexa.

   ¿Cómo estas?... No te preocupes..Nos vemos... Que tengas buen día Silene

—¿Quién era?— Preguntó al instante de que su padre colgara la llamada, quería saber quién era Silene.

—Una compañera de trabajo, la invitare y te la presentare este próximo fin de semana.— Presentar, pensó casi al instante cuando su padre presentaba a una mujer ya sabía lo que significaba.

—¡Otra vez!—Rodó los ojos, diciéndolo.

—¿Qué dices hija?—Dijo fingiendo no haber escuchado nada.

  —Decía que las presentaciones, se han vuelto muy recurrentes para ti — Sonrío mostrando su dentadura, lo decía por el numero de veces, que había tenido que soportar presentarse con una desconocida desde que su padre comenzó a tener citas de nuevo, al comienzo pensó que era bueno, pero luego se volvió una molestia, después de todo su padre no duraba ni una semana en una relación estable y no significaba que no fuera un hombre atractivo, ni agradable, era solo que ninguna mujer lograba apartarlo jamás del trabajo.

  —¡Alexa! —La regañó, su padre con voz apagada.

  —No estoy cuestionando, tu "increíble vida" papá—  Respondió con sarcasmo, mientras ignoraba la mirada molesta de su padre y subía con lentitud las escaleras.

No lo entendía todo el tiempo había deseado que regresara, con los brazos abiertos, aun recordaba el despertar en las mañana infundido de un enorme vació en el pecho, pero ahora estaba con ella, sin embargo quería que se marchara, que todo estuviera como estaba antes, olvidado como un viejo ático, cubierto de polvo, porque así era mas fácil, no tenia que lidiar con el dolor del abandono, no entendía, no sabía lo que quería, ya que al mismo tiempo deseaba que se quedara el único y simple motivo de todo el lió en su cabeza era que tenía miedo de que volviera a marcharse, mientras no estaba tenia la esperanza de qué  volvería y cuando regresaba permanecía con la esperanza de que se quedara, pero nunca sucedía, era imposible casi como evitar que una rosa recién cortada, no se marchitara.

Metástasis del corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora