Presente.

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   ¿Qué es esto?, ¡oh, ya veo!, sólo estaba dormido, no puedo creer que me estuviera cabeceando en el viaje a cada momento, iba solo en los penúltimos asientos del bus, como me gusta admirar hermoso paisaje de la naturaleza... o también de la civilización, obviamente estoy en el lado de la ventana, es increíble que teniendo el cómodo respaldo del asiento, me dé la gana de apoyar mi cabeza en contra del cristal de la ventana y golpearme con cada movimiento que haga el transporte. Iba muy somnoliento, mucho, algo no andaba bien, miré mi celular, era algo antiguo, no necesitaba algo que saliera del presupuesto familiar, pude apreciar mi reflejo en la pantalla, era más pequeño y joven, esto, como puedo explicarlo, era muy extraño, aún así, no lo pensé mucho y lo dejé pasar. Transcurrieron unos minutos y subió a la micro una tierna y linda chica de polera negra, chaqueta de cuero y pantalones grises, estaban rasgados en las rodillas, habiendo muchos asientos disponibles, ella se sentó a mi lado, ¡vaya!, que suerte tengo. Hicimos contacto visual, pero no hubo saludo alguno. Sacó sus audífonos junto a su celular, se puso cada uno en una oreja, buscó su carpeta de música y empezó a oír. Era rock, eso escuchaba. Intenté dormir nuevamente, sí, junto a mí querida amiga ventana para quedar llenarme de golpes nuevamente, pero algo no me dejó, pude escuchar la música, tenía el volumen muy fuerte aquella señorita, escuchaba System Of A Down. Empecé a tararear, tratando de que ella no me viera, y a mitad de la tercera canción, la cual era "Toxicity", ladeé la cabeza suavemente para mirarla, ella me estaba extendiendo uno de sus audífonos para que yo pudiera escuchar. Oooow debo admitir que es un gesto muy tierno, es una persona muy buena onda. Obviamente no me negué. Pasamos todo el viaje escuchando las canciones que tenía guardadas en su móvil, intercambiábamos miradas, pero jamás una palabra. Se estaba preparando, guardando sus cosas y arreglándose para bajar, me saqué su audífono y se lo entregué mostrándome agradecido. Se acercó a mí, me besó la mejilla y dijo sonriendo: "Mi nombre es Valeria, adiós".

Pasaron otros quince minutos de viaje y por fin, el paradero en el cual debía bajar. Oh calma, no puedo emocionarme aún, quedan diez minutos de caminata. El día estaba nublado, no pareciera que fuera llover más adelante, caminé tranquilamente mirando el cielo hasta que me detuve frente a una puerta. Hogar dulce hogar, me encanta mi casa. Entré y estaban mi madre y mi padre adornando la casa, el árbol estaba listo, había muchos peluches, cajas de músicas y algunos dulces.

— Hola hijo, veo que has llegado—dijo mi padre.

— ¿Qué acaso no lo estás viendo?— dijo sarcásticamente mi madre, luego dirigió la mirada hacia mí— ¿Qué es lo que te gustaría tener para esta Navidad?

—Esa consola de última generación que vimos en la tienda se veía muy tentadora—respondí.

—Creo que sale de nuestro presupuesto—alegó mi padre.

—Sólo es broma—dije—me basta con pasar noche buena con ustedes y... quizás un libro no estaría mal, quiero leer uno nuevo.

—Está bien, te compraremos el libro, y dime, ¿por qué esa sonrisita?— preguntó mi madre.

— ¿Cuál sonrisa?—pregunté, notando que en verdad si estaba sonriendo.

— ¿Ocurrió algo?, te notas un tanto feliz.

—No es nada, sólo, emm, conocí una chica.

— Ya veo, quizá venga como segundo regalo, ahora arregla tus cosas que saldremos.

Valeria lo estaba viendo, dormido, cuando se dio cuenta que estaba sonriendo, se alegró y sonrió de igual forma, pensó: "Ya sé que ha recordado".

El camino de un demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora