Valak y Keltki

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—Mortiwartz, no debes acercarte a aquel espíritu de venganza, sin pensarlo se llevará tu alma y te envenenará con su inmunda sangre, que por cierto está maldita, y sin duda alguna, es uno de los más fuertes seres que habita por aquí.

En el cielo había un gran dragón, cuando hizo su aterrizaje me di cuenta que era uno de dos cabezas, se acercó un poco hacia mí, pude notar que había un niño de aproximadamente ocho años encima del animal, estaba semidesnudo y además controlaba al dragón.

—Mi nombre es Valak y mi compañero Keltki se llama—decía riendo a carcajadas—¿jugarás con nosotros extraño viajero?, mira, quiero proponerte algo, tengo en custodia a un prisionero, si me logras ganar lo liberaré, si no, lo mataré ante tus ojos y luego serás comida para mi mascota—sonrió—repito otra vez, ¿jugarás?, ¡oh sí!, y aunque puedas vencerme, tengo legiones de demonios bajo mi mando, quienes querrán vengarse, aunque dudo que puedas pasar sobre mí.

—Óyeme pequeño, esto no es para nada un juego— le dije algo enfadado.

—Pues entonces esa persona tendrá que morir junto a ti, ya está en condena de muerte en todo caso, no hay de qué preocuparse.

— ¿Sabes algo más?, aparecí en una película de terror, creo que se llama el conjuro, en su segunda parte, soy famoso y fabuloso, pero... en forma de monja, y claro, yo soy un santo un gran santísimo— guiñó el ojo muy evidentemente.

Desenvainé el sable, el dragón en ese instante sobrevoló los cielos y comenzó a lanzarme poderosas llamas, pero yo las esquivé todas, bueno casi, una llegó hasta mi sable y sorprendentemente aquel fuego pudo deshacer mi arma, Valak me miró con cara de pocos amigos y dijo:

— Me das pena, así nunca podrás vencerme, ¿acaso no trajiste contigo la ballesta?... cómo era su nombre... Satnock si no me equivoco, ten toma esto— me lanzó un arco y unas cuantas flechas— con esto a mi parecer la batalla será más parejo.

Tomé el arco y luego comencé a utilizar, ninguna flecha lograba darle, se deshacían fácilmente, eran de madera, aquél chico se estaba burlando de mí al darme un arma así, estaba tomándome por los pelos. Esta vez no lancé una flecha, tomé la daga de viento que tenía conmigo y salió disparada con el impulso que el arco le dio. El dragón quiso detenerla con un aliento de fuego, pero un escudo de viento lo desvío, dejando el camino libre a la daga, finalmente dándole en un ojo, este del dolor bajó al piso y aprovechando esto le lancé tres flechas al ojo restante cegándolo completamente, el chico aún no hacía nada todavía, de hecho, disfrutaba de la vista allí montado, corrí rápidamente hacia él, de camino tomé la daga que estaba incrustada en el ojo derecho de la bestia para finalmente llegar corriendo a enterrarla en el pecho de Valak, exactamente donde se encontraba su corazón, al hacer esto, el dragón dejó de vivir y Valak mandó un grito aterrador, al parecer sus vidas estaban unidas.

Surgió del suelo una puerta, pero antes de abrirlos fui a ver al supuesto prisionero, se encontraba en una jaula roja, con cuerpos destruidos y algunos esqueletos dentro. Rompí la jaula y de allí salió una chica.

—Por fin soy libre, libre soy al fin, ¿tú me has liberado?—preguntó ella.

—Supongo, al matarlo ya no tienes a nadie quien te pueda encarcelar, eres capaz de irte si quieres, ¿por qué estabas encerrada aquí?

—Por intentar de ser alguien normal y querer borrar mi pasado, chico, no lo intentes, ¿me oíste? , ¡Jamás!, menos si implica relaciones con seres demoníacos, no es conveniente para nada, me querían tener prisionera unos cuantos años y luego a darme sentencia de muerte, supongo que gracias a ti, me saltaré esa laaaaaarga espera, muchas gracias, si no te molesta, fue un placer platicar contigo, me marcho.

Se transformó en un sombra y desapareció por debajo de la puerta.

Había una pequeña nota en la jaula. Al parecer esa chica le había escrito.

Valak, Ualac, Valac, Valac, Valu, Valic o Volac, aish ¿por qué lo nombran de tantas formas?, después de todo es casi lo mismo. Es el presidente del infierno, esta no es su verdadera forma, le gusta adquirir la forma de un pequeño con alas.

—Al menos me dio las gracias, supongo que, no es nada.

Hice lo mismo que ella, pero con el detalle que puse mi mano sobre el picaporte, abrí la puerta y luego la traspasé. 

El camino de un demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora