La catedral.

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Llegamos a la catedral, es un lugar muy antiguo, estamos parados frente al portón, el jardín es un enorme cementerio, muy descuidado y empolvado por cierto. Entramos, las tumbas tenían adornos demasiado viejos, los nombres casi ni se podían leer, flores marchitas y uno que otro peluche o muñeco tétrico. Nos acercamos lentamente a la puerta por un largo sendero inhóspito y solitario, solo se escuchaba el cantar del viento y a la vez misma las ramas de los árboles agitándose.

Antes de llegar a la puerta en sí, que medía más dos metros nos detuvimos a mirar. Enormes vitrales, a los costados arbotantes antiguos casi derruidos. Había un pasamano para subir una escalera de diez escalones, estaba resguardada por leones de piedra, tallados de una hermosa manera. Subimos escalón a escalón hasta llegar a la gran puerta de madera gruesa, estaba rodeada por un arco de mármol, en el cual estaban esculpidos apóstoles y santos. En la cima del arco había una gran estatua, era una gárgola, tomé el pomo, que por cierto estaba lleno, pero lleno de polvo y empujé, las bisagras rechinaron muy fuerte, y del faldón, que estaba trizado y en mal estado salió una nube de más polvo aún. Había en la habitación escrito con sangre en las columnas que sostenían la edificación "Morir es vivir", en algunos de los arcos e incluso en los vitrales dentro de la catedral también estaba esta frase.

Había un grupo de encapuchados que pasó frente a nosotros, se detuvieron y nos quedaron observando durante un rato. Capucha grisácea y sucia, que llegaba hasta los pies, todos ellos tenían puesto un antifaz, a excepción de uno, el del medio, tenía una gran mascara y báculo, llevaba consigo un gran sabueso, se lo dejó a uno de los otros seguidores.

—Intrusos. Dijo luego de un momento con una voz ronca.

— ¿Qué haremos con ellos señor?

— ¿No es obvio?, destrúyanlos.

Se fue caminando hasta una puerta, su báculo lo usaba para apoyarse al caminar, cómo un bastón. Traspasó la puerta y los que allí dentro quedaron en la sala nos atacaron. Era un enorme salón, y aproximadamente cincuenta fueron contra nosotros. Las hermanas quieren al parecer encargarse de esto. Las dejé atrás y fui corriendo a la otra puerta. Se me abalanzaron diez encima, eran fuertes y agresivos, atacaban con cuchillas y pequeñas hachas. "Deben ser purificados", decían unos, "El fuego les liberará del pecado", decían los otros.

Los que se fueron contra mí, con un gran dolor en el alma, les azoté tan fuerte de una patada que quedaron esparcidos por la sala inconscientes. Los que estaban en contra de Aktola y Katza no tuvieron la misma suerte, estaban todos sobre ellas...más bien... sobre ella. Se fusionaron creando un ser más poderoso de lo que era cada una por separado. Los encapuchados creían tenerla dominada. Pero las... la demonio fue envuelta por llamas, que incineró a todos esos humanos. Se separaron de la fusión y volvieron a ser dos nuevamente.

—No debes tener piedad Skath, ya no son humanos, es tan solo rebaño. Ambas fueron quemando uno por uno los cuerpos que dejé vivir.

— ¿Por qué...?

—Nos hubieran retrasa...—el sabueso apareció de la nada y mordió la pierna de Aktola.

— ¡Hermana!— gritó Katza.

Atravesé con mis afiladas garras el cuerpo de aquél pobre animal. Chilló de dolor y cayó al suelo como un pesado saco de papa. Pasamos por la puerta que había tomado el cabecilla.

Dios volaba rápidamente junto al arcángel hasta las profundidades del infierno, cuando llegaron, Lucifer estaba de brazos cruzados.

—Vaya, ¿qué se le ofrece al gran rey de los cielo?, veo que traes a ese sucio ángel contigo.

—Hubo una equivocación, Rafael no hizo esto a voluntad, mira. Tomó al arcángel y le dio la vuelta, dejó a la vista la gran marca que aún seguía expandiéndose por el cuerpo de Rafael.

—Esas marcas sólo pueden haber sido hechas por...

—Sí, querido Lu, fue el mismísimo anticristo, quería que mandaras al cuarto princi...

—Ya fue por él, Skath salvará a su chica y pretende destruir al anticristo.

—Pero sigue siendo un demonio, será débil contra él.

—Tiene más humanidad que cualquiera, incluso más que tú, viejo engreído.

—Perdona por lo que ha pasado antes hijo, pero ahora lo importante...

—Es detener la destrucción de nuestros mundos.

Salieron volando hacia la catedral Dios, Lucifer, Mefisto, Rafael y Bael. Cuatro alas blanquísimas, radiantes, otras seis alas oscuras que emanaban un aura de poder.

—Hijo, no debí haber...

—Solo quería, no, no sólo yo, queríamos simplemente libertad para amar otros ángeles, el amor, se veía tan lindo en los humanos...

El camino de un demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora