En la antigua sala destinada a las visitas, la hermana superior quería llevar a cabo la limpieza de las almas de sus compañeras monjas, armada sólo con una biblia, un rosario y lo que a May le pareció un balde y una cuchara para lanzar agua bendita.
Se trataba de una espaciosa habitación dividida en dos mediante una reja con barrotes de hierro forjado.
-¿Estás consciente de lo estúpido que es todo esto? ¡Se la van a comer viva!- dijo May en un tono que sólo Jesús podía escuchar. La chica sentía que estaba a punto de presenciar un tipo de espectáculo circense. La hermana Mary Anne era la temeraria domadora de leones y los caminantes eran bueno... los leones.
-Déjame pensar en algo.- May seguía esperando una respuesta.- No quiero enfrentar sus creencias, porque después de todo ha sido esa la razón de porqué están vivas ahora.- era cierto. Su fe las había hecho guardar tal silencio que su presencia había pasado desapercibida por grupos hostiles y caminantes.
-Y es la razón de por qué van a morir también.-soltó un suspiro de frustración. –Hay que matarlos y después explicarles.- llevo su mano a un cuchillo.
-No.- la detuvo.- Además, piensa. Los caminantes están atados a las camillas, no van a poder hacerles nada ni tampoco van a responder a sus oraciones como ellas esperan. Se darán cuenta solas.-
La hermana Mary Anne se encontraba ahora al lado opuesto del de ellos y las demás hermanas. Estaba sola.
-Ojalá.-
La puerta en el lado de la superior se abrió para dejar que otras dos monjas empujaran con un miedo casi palpable dos camillas en el interior de la sala. El ritual iba a comenzar y May sólo se preguntaba qué debía hacer, qué haría Daryl en su lugar y si no era mejor irse, dejándolas para que solucionaran sus problemas ellas mismas. No era su culpa que no tuvieran uso de la razón.
La puerta se cerró y la madre Mary Anne dibujó una cruz en el aire con sus dedos, acción que las demás mujeres repitieron en silencio.
-¿Qué? ¿Pero qué hace?- May preguntó tomando uno de sus cuchillos con más fuerza.
La anciana había comenzado a desatar a uno de los caminantes.
El caminante con rapidez alargó uno de sus brazos, capturando a la monja por la túnica negra. Ésta, presa del pánico, comenzó a rezar aún más fuerte, mientras al mismo tiempo intentaba librarse del agarre del monstruo. Retrocedió, haciendo que el caminante recostado en la otra camilla lograse darle un mordisco en el brazo. Sangre recorrió el suelo y las demás monjas comenzaron a gritar horrorizadas.
-Te lo dije.- dijo May y lanzó dos cuchillos a través de la reja de metal, cada uno dando en el blanco. Se hizo silencio y la hermana Mary Anne salió corriendo de la habitación. –Vamos, hay que parar este circo.-
-¿No vas a ir a buscar tus cuchillos?-
-Quizá después.- aún le quedaban varios en el cinturón. Jesús quedó contemplando el desastre que se había desatado en pocos minutos. –Hey.- y la chica lo arrastró por el puño del abrigo hacia fuera.
Llegaron al jardín interior y de ahí fueron a la enfermería, dónde un caminante seguía revolcándose en su camilla.
May tomó un bisturí de una bandeja y lo clavó en la frente del monstruo con mucha facilidad.
-¿La hermana no dijo que habían dos más encerradas?- Jesús asintió. –Bien. Será fácil encargarnos de ellos.-
Gritos se escucharon en el patio.