-¿Estás segura que Quentin dijo que estaría aquí?-preguntó Mackenzie.
-Segura. Sólo... sigue caminando.- respondió su hermana haciendo un gesto para que se le adelantara.
El bosque, cómo era de esperarse, estaba oscuro y solitario, a excepción de algunos pocos caminantes que se acercaban a las chicas a paso lento. La noche ya había caído horas atrás, lo que les había dado a ambas la oportunidad perfecta para escabullirse por los muros de Alexandría sin que nadie notara su ausencia.
Mackenzie sentía que había algo extraño. Su falta de inteligencia no le había impedido notarlo, y cada paso que daba lo hacía con miedo. No era normal que su hermana se animara a pedirle ayuda, y menos que Quentin se acercara a Alexandría. "Tranquillízate. Todo va a salir bien" se dijo para sí.
Céline se detuvo un momento y acabó con un par de caminantes. Sangre le salpicó la camiseta. Su hermana la observó con expresión de asco.
-Estoy cansada de proteger tu trasero todo el tiempo.- le recriminó Céline intentando limpiar la sangre. -¿Ese no debería ser tu trabajo cómo hermana mayor?-
-Quizá, sino fuera porque mis manos son muy delicadas cómo para hacerlo.- sacó su linterna e iluminó a su alrededor. –Todo esto está tan oscuro... Esas cosas podrían salir de cualquier parte.- dijo casi en un susurro. De repente, sintió un objeto punzante en su espalda. "¡Demonios! Lo sabía" -¿Céline? ¿Qué estás haciendo?-
-Lo siento pero fue lo primero que me vino a la mente. No es personal, eres mi hermana, es sólo que... necesito quedarme aquí.-
-¿Cómo? ¿Enserio crees que matándome lograrás hacerlo? - Céline dio un profundo suspiro.
-¿No lo entiendes?- Mackenzie sacudió la cabeza nerviosa. Necesitaba hacer tiempo o por lo menos apelar a la poca cordura que le quedaba a Céline. Tenía la fe que tan loca no debía estar.
-No.-
-En verdad eres estúpida... pero no debería sorprenderme, eres igual que nuestra madre.- subió el cuchillo al nivel del cuello. –En palabras simples, May tendrá graves problemas con esto, no yo. Y eso es perfecto.-
-Por favor Céline... Tenemos la misma sangre, somos familia...- ya comenzaba a entrar en pánico y las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Quizá siempre había sabido que terminaría así, igual que su madre, en las manos de su hermana. –Por favor...-
Pero Céline no hizo caso, sólo se reacomodó el cabello para luego clavar el cuchillo en medio del abdomen de su hermana con un fugaz movimiento. Sin remordimiento, sin culpa, mientras Mackenzie ponía los ojos en blanco y caía muerta sobre el suelo. La sangre fluyó.
La chica se puso de rodillas junto al cadáver, extrajo el arma y la sujetó entre las manos. ¿Terminaba lo que había empezado, o no? Una sensación extraña le dijo que lo hiciera, que su hermana se merecía morir de una vez, pero no fue capaz. El plan sería más efectivo si alguien la veía deambulando por allí convertida en caminante, así que simplemente se puso de pie y fue de vuelta a la zona segura.
Mañana sería un gran día.
En cuanto salió del apartamento, May sintió la mirada crítica de algunos de los habitantes de Alexandría, de esos que no tienen ninguna importancia en la historia además de pasear todo el día alrededor del estanque. De esos que nunca han matado, ni siquiera a un caminante.
Ya habían pasado algunos días desde lo del asunto de su borrachera pero a pesar de eso, y de contar con el apoyo de varios, todavía quedaban muchos que la veían con miedo.