Asomándose por la puerta, Carol verificaba que no hubiese moros en la costa, que el pasillo estuviese vacío, sin hombres ni mujeres intentando llenar su estómago con nectarinas o manzanas del huerto.
Le habían dicho que podía irse cuando quisiera, y eso hacía, irse, pero prefería hacerlo sin que nadie la viera. No estaba como para dar explicaciones. No a Él. Y tampoco quería ser seguida mientras buscaba un lugar donde establecerse, lejos de todo y de todos.
-¿De qué está escapando Carol?- la mujer se dio la vuelta, reconociendo de inmediato a quién pertenecía la voz. Fingió una sonrisa.
-Nada, sólo... iba a ofrecerme para hornear galletas para los niños.-
-A esta hora no hay nadie en la cocina, y aunque lo hubiera...- apuntó el bulto tras de Carol.- Tampoco necesitarías eso.- "Mierda" pensó, sacando de detrás de su espalda la mochila que llevaba y colgándosela al hombro.
-Ezequiel, debo irme.- dijo al fin y pasando por su lado sin mirarlo.
-No, no debes.- negó con la cabeza y soltó un suspiro. –Y no creo que vivir lejos y sola sea lo que en verdad quieres ¿O me equivoco?-
Carol ya estaba cansándose de que el hombre le hablara como si fuese un rey de verdad o algún profeta salido de la biblia.
-Tú no sabes lo que yo quiero.-
-Quieres buscar a tu grupo.- fue a sentarse en una banca junto a la pared. –Gritas sus nombres mientras duermes.- Carol lo miró extrañada. ¿Qué era eso de mientras duermes? ¿La había estado vigilando?- Rick, Maggie, Darla...-
-Daryl.- lo corrigió irritada. –Y te equivocaste en otra cosa.- hizo una pausa, se le había acelerado la respiración. Se calmó. –Yo no tengo a nadie a quien buscar. Mi grupo está muerto.-
-Eso aún no lo sabes.- la mujer se llevó las manos al rostro, dejando escapar un gruñido. Ella sabía que era imposible que se hubiesen salvado de los caminantes. Ninguno había vuelto. Claro que ella tampoco se había quedado para esperar noticias. La muerte de Duncan, quién era quizá la única razón de por qué no se la habían llevado con el resto de su grupo, había llegado en un muy mal momento. Era obvio que Céline intentaría deshacerse de ella también y por eso su huida. Cerró los ojos al sentirse como una cobarde nuevamente. ¿Pero qué otra opción tenía?
-¡Yo vi y escuché a la gente que los dejó morir! ¡Yo vi cómo se los llevaron!- estalló. –Pero no puedo esperar que lo entiendas. ¿Sabes por qué? ¡Por qué no eres capaz de ver la realidad! ¡Sólo te sientas en tu trono de mierda y haces creer a todos que eres el maldito rey!- se sentó en la banca opuesta y palpó sus pantalones, buscando cigarrillos. No estaban. – Nada puede devolverme a mi grupo.- bajó la mirada.
Ezequiel se estiró para tenderle una cajetilla y un encendedor, a lo que Carol agradeció con un gesto de cabeza.
-Eres fuerte, Carol. Necesitamos gente cómo tú en el Reino.- dijo el hombre de repente. –Por favor, quédate.-
-No puedo.- respondió exhalando humo por la boca. –No cuando hay un sujeto que me vigila cuando estoy durmiendo.- bromeó y Ezequiel soltó una risa.
-No he podido evitar visitarte un par de veces. Para ver si sigues aquí.- admitió. –Siempre en el fondo, he sabido que tendrías que irte, pero nunca pensé que sería tan pronto.-
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Un golpe en la puerta hizo que May despertara sobresaltada. ¿Quién llamaba a esa hora? se preguntó pensando que era aún de noche. Desvió la vista hacia la ventana y vio que ya había amanecido. Sin duda había dormido más de lo que acostumbraba. Rodó hacia el lado en que dormía Daryl y pasó de largo al estar la cama vacía.