Cuarta Temporada: Padre che è nei guai.

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Suspiro... Tal vez al principio hubiese pensado que su novio estaba loco al querer adoptar a aquel triate de diablillos, pero ahora, sabia que probablemente se arrepentiría. Después de ver como la madre de su amado se doblegaba ante los tres pequeños (atacando la vena de ser abuela, por supuesto). Río suavemente, si es verdad que entre los tres se habían encargado de volverlo loco, que habían aumentado de 0 a miles sus deudas, que no hubiesen doblegado del todo a su suegra pues aun lo odiaba y no aceptaba su relación con el rubio del todo; amaba a sus pequeños hijos, bueno ahora ya no tan pequeños tan solo el menor tenía 14.

Negó aun sumergido en sus pensamientos olvidándose de la lasagnia dentro del horno.

Recargó una de sus manos en la isla al centro de la enorme cocina mientras que en la otra sostenía un vaso de agua. -Esta vida no es tan mala para Francesco- susurró siendo cortado por la alarma de incendios y el olor a quemado que emanaba el horno. -¡Cena!- chilló abriendo el horno y sacando la ahora deshidratada y negra cena.

-¡PAPÁ!- grito cierto castaño, bajito y de ojos avellana mirando el televisor dispuesto a ganar esta partida.

-¿Uh? ¿Si Maxy?- preguntó McQueen apenas asomándose por la sala-comedor mirando a su hijo y acercándose poco a poco dejando de lado lo que hacía solo para escucharlo y acariciar su cabello con ternura.

-Tu marido volvió a quemar la cena...- se quejo acurrucándose contra el mayor sin dejar de lado su partida.

-Joder... Ya volvió a quemar la cena el viejo...- se quejó Alister apareciendo por el pasillo. -¿Es mucho pedir que aprenda a cocinar como la abuela Eleonora? Es su hijo ¡debería haber heredado lo de buen cocinero y no lo de yaoista de primera!- McQueen suspiró.

-Y que lo digas... Ni siquiera el tío Mate cocina tan mal... Y mira que una vez cocinó todo con aceite para auto y con el viejo motor de su grúa sobre-calentado... y explotó... y terminamos llenos de comida...- comenzó a  contar cada suceso con los dedos hasta recibir un cucharazo en la nuca como sus hermanos.

-¡Lo non cucino così male!- se defendió Francesco mientras McQueen negaba alcanzando al teléfono para pedir una pizza.

Después de un rato los cinco se encontraban en la sala de proyección que había en su lujosa casa mirando una película, o al menos Max que trataba de evitar al resto, sus padres haciéndose cariñitos era asqueroso, Alister fantaseando con el mejor amigo de Dylan lo hacía parecer como si fuese a tener una erección próximamente y Jill, bueno Jill estaba serio y callado mientras se sumergía en su mundo de ensueño donde reinaba con el sujeto que probablemente lo había enamorado.

Blerk... El amor simplemente era asqueroso, no lo entendía, intercambiar saliva con alguien que no conoces que enfermedades posee para que después dicha saliva permanezca en tu boca durante seis a siete meses es repulsivo...  Sin mencionar que la boca, de por sí ya, es mas sucia que el ano o la tasa de un inodoro... 

Escuchó el timbre y suspiro -Yo abro- murmuró levantándose y encaminándose a la puerta principal.

Al abrirla se encontró con -¿T-T-T-TU?- lo miró de pies a cabeza con horror -¡¡¡ALÉJATE ACOSADOR!!!- chilló alejándose de un salto de la puerta mirando al chico rubio frente a el.

-¡Hola Max!- soltó el rubio aprisionándolo en un sobre afectivo abrazo -¡Te extrañé tanto todo este tiempo que pasamos separados!-

-D-Denise... A-Ac... Acabamos d-de... Aire- soltó sintiendo que este le faltaba comenzado a ponerse azul y luego purpura -A-Aire- soltó por ultimo antes de desmayarse.

-¿M-Max?- el rubio lo miró caer de sus brazos purpura.

-OH NO NECESITA RCP- soltó alterado... Pero ese estado no duró mucho en el pues un sonrojo apareció en sus mejillas a la par que una sonrisa de lo más pervertida -Eso contaría como un beso...-

Non si allontanano(No me des la espalda)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora