XVIII. Lluvia

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Al adolescente no le gustaba la lluvia, no se iba a cansar de repetirlo.

No importa cuánto ayudara al medio ambiente, al adolescente no le gustaba y nada iba a cambiarlo.

La lluvia era un obstáculo, arruinaba momentos y los días más hermosos.

Las calles estaban inundadas, cargaba un paraguas color rojo en la mano izquierda,
y el agua comenzaba a entrar en sus zapatos,

Bufaba al darse cuenta de que faltaba tiempo para que llegara a casa.

Volteó a la derecha, ahí estaba el puente.
Un pelinegro qué le pareció muy peculiar estaba en él, estaba desprotegido, la lluvia caía por todo su ser.

Se acercó lentamente, tocó su hombro.
— No deberías de estar en la lluvia sin un paraguas. — dijo colocando el suyo sobre ambos.

El pelinegro sonrió.

— En serio, es bueno estar de vuelta.
— Vamos. — habló el adolescente. — Te llevaré a tu casa.
— Eli, no es necesario...
— No pienso dejarte morir de hipotermia.

La lluvia ahora estaba más fuerte,
Y dos personas compartían el mismo paraguas.

— Agh, no me gusta la lluvia. — se quejó Eli.
— ¿Porqué? Es hermosa.
— No. — El adolescente señaló las calles que pronto estarían inundadas. — Esto no es hermoso.

El pelinegro rió levemente.

— Junj...
— ¡Eli, escucha! — interrumpió el pelinegro.

El adolescente lo miró confundido.

— ¿Qué cosa?
— Las gotas de lluvia, contra el pavimento, es cómo... música.
— Hmm, no, sólo eres positivo. — habló el adolescente dirigiéndole la mirada, el pelinegro lucía cómo nunca antes.

Tenía una alta aspiración a ser perfecto, esto preocupaba al adolescente.

— ¿Ya casi llegamos? — preguntó.
— Sí, no falta mucho.

El silencio invadió el ambiente.

Ahora podían escuchar absolutamente todo, las gotas cayendo sobre los techos, sobre el suelo, sobre los letreros con luces que tenían las diferentes tiendas.

— ¿Ahora no es tan mala, o sí? — preguntó el pelinegro.
— Hmm, no lo sé, arruina los momentos felices.

— ¡Claro que no!
— Sí. —
— Piénsalo bien, Eli. — dijo el pelinegro. — Si lo ves desde otra perspectiva, este momento podría ser uno que la lluvia no arruinó.

Los ojos del adolescente brillaron.
Era cierto. Junjie le hacía mirar el mejor lado de las cosas, las hacía mejores.

— Bueno, creo que ya estamos aquí. — dijo el pelinegro señalando su residencia.

El adolescente bajó la cabeza, le hubiera gustado que el viaje durara más tiempo.
Todo se le pasa rápido cuándo tiene a Junjie a su lado.

— ¿Nos veremos luego, sí? — dijo el asiático acercándose a la puerta.
El adolescente asintió, para después despedir a su compañero con la mano.

Escuchó la puerta cerrarse, tomó el paraguas y continuó con su camino.

— ¡Eli! — escuchó una voz que le hizo darse la vuelta, el pelinegro estaba en la puerta.
— Gracias.

One Shots ≫ JunjiexEliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora