Capítulo 4

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Luego de los demás accionistas retirarse recargo mi cabeza en el escritorio y muerdo mi labio para no gritar. Sin duda la chica, señora, ya ni sé cómo llamarle, es difícil.

— ¿Estás bien? —Damon pone una mano en mi espalda y se sienta en una de las sillas junto a mí.

— ¿La viste?—señale la silla ahora vacía—Me odia, y lo peor es que no se por qué.

—Yo sé porque lo hace...

—Pues dime—dije obvia.

— ¿Recuerdas el día en que conociste a mis padres?—asentí—Estaba con ella, ella era con la que tenía sexo ese día.

— ¿Y yo qué? —dijo y ruedo los ojos.

—Ella sabía que tenía que comprometerme e incluso ella se ofreció para hacerlo. Pero la rechacé, no quiero un matrimonio con ella, no es quien todos creen—suspira y niega—En fin, ella se ha enterado que has conocido a mis padres, señal de que serás tú la que se casará conmigo.

—Oh, por favor—ruedo los ojos—Que infantil se ve. Sólo, no mezclemos eso con lo otro.

—Yo sólo te explique qué es lo que pasa—se encoje de hombros—Puedes tomarte la tarde libre, hemos terminado por hoy—se pone de pie y desabrocha los dos primeros botones de su camisa.

Unos minutos después salimos de allí y fui a dejar la carpeta a mi oficina. Tendría más tiempo de estar con mi persona favorita.

******

—No es tan malo, acéptalo.

—Lo sé, pero él no debe de saberlo, debe ser un secreto.

— ¿Y dejarás que alguien se lleve a la niña? —señala a la bebita dormida en mis brazos.

—No, no quiero que se la lleven, la quiero conmigo. Pero, seguro no han visto mi solicitud por no estar casada.

—Hoy vino una familia. Creo que este pequeño se irá pronto—señala al bebé que llego antes que mi pequeña. Zac.

—Me alegro por él...—la madre superior aparece por la puerta y me ve.

—Necesito hablar con usted señorita Wiegand.

—Yo me encargo—se acerca la encargada y me ayuda con la niña.

Al llegar a su oficina, cierra la puerta y la veo, estaba esperando que me diese una esperanza, algo que me quite el temor de perderla.

— Han venido varias parejas esta semana.

—Necesito que me ayude madre, de verdad quiero a la niña, la quiero conmigo.

—Usted no está casada.

— ¿Y por qué no lo estoy la voy a perder? —Niego—Todos debemos de tener una oportunidad. Usted sabe que, después de todo merezco un poco de felicidad, la felicidad que ella me da.

—Escuche, he tratado de que sellen su solicitud, pero sabe usted que lo que el estado espera es estabilidad para los menores.

—Yo...—trago saliva—Me voy a casar en un mes—cierro los ojos. Acabo de cometer la peor estupidez de la vida, ocupar mi falso compromiso a mi favor.

Tu firma en mi pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora