Capítulo 6

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—No puedo creer que hayas dejado ir tu oportunidad de tener a Lily contigo—dice mi amiga por teléfono—Debiste de haber hablado con él, presentársela.

—Por favor—niego y cambio el canal de la televisión—él es solo el típico mujeriego que se la pasa de cama en cama. Evidentemente no quiere tener hijos.

—Pudiste haber dejado pasar un poco de tiempo.

—Ya te dije que Lily no tiene tiempo. Papá quiso ayudarme desde el primer momento y me negué. Sabes que él podrá hacerlo.

—Damon también pudo ayudarte.

—Pero no quiso—suspiro y escucho el timbre—Llaman a la puerta.

Dejo a mi amiga en espera y voy hacia la puerta, revisando por la cámara vi que era Damon. Niego y vuelvo al sillón, apago la tele para subir al cuarto.

—Volví—me tumbo en la cama.

— ¿Quién era? No has tardado nada, seguro era él. ¿Y qué pasó? ¿Ya se arreglaron?

—No, ni siquiera abrí, subí a mi cuarto.

—Me encantaría escucharte todo lo que resta de mi domingo, pero tengo que arreglar la casa, hacer de comer ya que vendrá mi madre y luego limpiar por el desastre que mis sobrinos seguro harán.

—Tienes un fin de semana mucho más interesante que el mío. Pero está bien, nos vemos amiga.

Después de nuestra despedida y terminar la llamada fije mi vista en el techo. Las cosas hubiesen sido diferentes si él hubiese aceptado ayudarme.

Pero no lo hizo. Aunque yo no quería su apellido para Lily, lo que si quería era su firma para poder sacarla de allí.

Estoy lista para poder enfrentarme al reto de ser madre, aquellos ojos que tanto veo un tiempo quería que fuese eterno. Deseo tenerla en casa y ese calor que sus pequeñas manitas me trasmiten cuando toca mi cara, o cuando simplemente agarro sus deditos.

*****

—Esto va mas allá de una investigación—le digo a Richard, el jefe de finanzas—Necesito saber quien o quienes elaboraban los análisis, a quien le diste acceso a las cuentas bancarias. O empezaré a sospechar de ti.

— ¿Puedes dejarnos solos Richard? —dice Damon, desde la puerta de mi oficina.

Estoy tan concentrada en mi asunto del dinero que ni me di cuenta que había abierto la puerta.

Richard sale de la oficina y Damon cierra la puerta con seguro,  yo que trataba de seguir haciendo un análisis de los análisis ya entregados para evitar pensar en él.

—Ayer fui a tu casa—dice arqueando una ceja.

—Ayer no estuve en mi casa señor..

—Oh, claro que estabas. Estaba tu coche en el estacionamiento del edificio.

—Salí con una amiga y paso por mi—me encojo de hombros.

—Te llame.

—No teníamos cosas por resolver, jefe.

—El sábado...

—Mi padre ha tomado cartas en el asunto, no se preocupe. Ahora, le pido que me deje trabajar.

—Bien, entonces debemos de empezar a ver lo del asunto de la boda

—No voy a ayudarle. No quiso hacerlo por mí, no hay nada por hablar—veo el reloj en mi computadora. Las 2—Ahora, si me disculpa es mi hora de comida y tengo que salir.

— ¿A dónde irás?

—Fuera de la oficina no debo darle explicaciones—digo y salgo de la oficina sintiendo su mirada en mi espalda.

Mis dos horas de comida fueron tranquilas, pase a mi departamento y comí un poco de pollo al horno que quedo el día de ayer con spaguetti.

Mi regreso a la oficina significaba que debía de verlo, teníamos una junta con unos inversionistas Franceses; debíamos de explicarles todo lo que pasaba en cuanto a su dinero. Aunque Damon puede depositar el dinero que falta no se lo he permitido por que primero quiero saber el porqué y quién es el responsable.

****

—No, no quiero hablar contigo—niego y agarro mi bolso, era mi hora de salida.

—Oh, claro que lo harás—se posiciona en la entrada de mi oficina cerrando la puerta tras él—O de lo contrario estarás aquí toda la noche.

Mi sangre hierve al escuchar el tono de autoridad que acostumbra usar conmigo. No lo pienso dos veces y avanzo hacia donde él estaba parado, tratando de quitarlo del lugar. Pero fue mala idea.

Me sube a su hombro para caminar hacia el escritorio, aventando los papeles al suelo, dejándome sobre éste poco después. 

—Hablarás conmigo—niego y el acaricia mi mejilla, inconscientemente cierro los ojos. Siento su otra mano que viaja por mi muslo derecho.

Mi espalda se arquea un poco y aprovecha esa oportunidad para meter su mano debajo de mi falda. Provocando en mi un leve jadeo; me siento de golpe en la mesa, tratando de buscar la oportunidad para salir de la oficina. Pero me acorrala colocando cada una de mis piernas a sus costados.

Me besa salvajemente y por alguna extraña razón un escalofrío recorre mi espina dorsal haciendo que corresponda su beso de la misma manera. Sus manos bajan a mi falda y busca el cierre, bajándolo por completo. Me alza un poco para que baje la falda y mi braga.

No me quedo atrás y desabrocho su camisa, él desabrocha su cinturón rápidamente. Tiro de su camisa y esta cae al suelo, así como lo que resta de mi ropa. Baja de sus pantalones y la creciente erección se hace notar debajo de sus bóxers grises.

Sus labios bajan a mi cuello y dirijo mis manos a su bóxer, tirándolo al suelo y lo acerco a mí con brusquedad haciendo que me penetre de la manera que nunca nadie lo ha hecho. Él gruñe en mi cuello y sigue con sus besos, al mismo tiempo que sigue moviéndose dentro de mí.

 Con mis manos jalo levemente de su cabello haciendo que un gemido ronco salga de mi garganta, escuchándose por toda la oficina. Sus manos las lleva a mi cintura y despega su cara de mi cuello para aumentar la velocidad. Me recuesto sobre el escritorio, gimo nuevamente al sentir como sale de mi interior para volver a penetrarme de la misma manera en la que la hizo al principio.

—Vamos—dice con su voz ronca y aumenta más la velocidad en la que profana mi interior, es una sensación tan placentera que me es imposible callar mis gemidos.

Unos minutos después y algunas maldiciones de su parte alcanzo el tan esperado orgasmo, haciendo que mis músculos se relajen y al parecer también él llega unas estocadas después.

Sale con cuidado y yo cierro mis ojos controlando mi respiración.

— ¿Acaso estás loco? —le pregunto con la respiración aún acelerada.

—Tal vez, pero a que tú lo has disfrutado tanto o igual que yo.

Suspiro pesadamente y comienzo a agarrar toda mi ropa para cambiarme lo más rápido posible.

Luego de haber seguido insistiéndome, me ha dejado ir en paz al estacionamiento de la empresa. 

Tu firma en mi pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora