Capítulo 22

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—Ness... —entra el ama de llaves a la habitación en donde ya me encuentro con el vestido puesto y a punto de colocarme la joyería.

— ¿Qué sucede? —digo sentándome en la cama y deslizando mis pies en aquellas finas zapatillas. Las acomodo de la parte de atrás para acto seguido ponerme de pie nuevamente.

—Han llegado ya los padres de Damon por la bebé. —asiento y me dirijo a la cuna de la bebé, la cual está despierta y jugando con sus manitas.

— ¿Podrías ayudarme con la maleta? —se la extiendo hacia ella y la toma, así que me inclino un poco para levantarla de allí, poniéndola en mis brazos e inmediatamente ella comienza a jugar con mis aretes; algo que me hace reír un poco. En mi otra mano agarro mi pequeño bolso y un abrigo afelpado color blanco.

Salgo de allí encontrándome a Damon en el pasillo, vistiendo un smoking de etiqueta y con su cabello arreglado como suele hacerlo todos los días en la oficina. Su corbata, como si fuese un deja vú, es azul celeste, haciendo resaltar su piel casi blanca.

Sonrío levemente antes de continuar con mi camino hacia las escaleras. La niña sigue entretenida con los aretes que cuelgan de mis orejas; en esta etapa de su vida eso es lo que más les llama a la atención. Me he acostumbrado a que sus manitas estén en mi cabello, mi blusa o inclusive en mi oreja.

Al llegar a la planta baja sólo se encontraba la madre de Damon, quien al verme sonríe ampliamente y me acerco a ella.

—Te ves fabulosa —sonríe y asiento haciendo que mis mejillas tomen un ligero color carmesí.

—Gracias. Damon insistió en que lo comprará y me queda como anillo al dedo.

—Darás envida en el lugar, y verás que valdrá la pena que lo hayas comprado —asiente y se acerca a cargar a la bebé—Tú no te preocupes por ella. Dormirá con nosotros y mañana en la mañana vendré personalmente a traerla ¿Bien?

—Te diría que pasó por ella. Pero no sé a qué hora terminará la fiesta. Así que está bien —asiento y beso la mejilla de la niña.

—Bueno, mira nada más que elegante esta mi hijo —me giro y Damon está sonriendo— Todo un Jennings.

—Basta madre, lo hacías cuando era niño. —la señora ríe y asiente.

—Bien, dejaré que ustedes se diviertan y yo me voy con la princesa —mueve la manita de la niña y se dirige a la salida de la casa con la maleta y la bebé. Quedando sólo Damon y yo.

******

—Damon, amigo —dice un señor algo viejo y le da un leve abrazo al ya antes mencionado.

—Thomas, que milagro —sonríe y niega riendo levemente— Te presento a mi esposa, Ness.

—Tan fabulosa como en las fotografías que circulan por todo el mundo —menciona esté y besa mi mano—Thomas, un viejo socio de Damon. Un gusto.

—Mucho gusto —respondo sonriendo amablemente y sostengo bien la copa entre mis manos al ver que se encontraba aquí un socio de papá. Viejos recuerdos viajan a mi mente y me obligó a mí misma a reprimirlos.

—Y cuéntame, ¿Qué tal todo? —dice Damon y ambos comienzan a charlar, trato de prestar atención en su plática pero por acto reflejo no le pierdo la vista a aquel señor.

— ¿Estas bien? —dice Damon minutos después, ya que el señor se ha ido—Has estado distraída.

—Mira allá —señalo con la vista al señor —Socio de mi padre. Me acoso algunos meses... E incluso trató de sobrepasarse conmigo.

—Tranquila, no pasará nada y lastimosamente tengo que saludarlo —niego varias veces.

—Iré al tocador. Mientras, tú puedes saludarlo y hacer plática. No me menciones —digo y antes de irme, beso su mejilla para dirigirme a donde están los sanitarios.

Los minutos pasan, y sólo puedo observar mi reflejo en el espejo que el baño tiene; las puntas de mi cabello están ondulas cayendo delicadamente a cada costado de mi cuello. Mis clavículas dejaron de notarse cuando comencé a comer bien nuevamente; cosa que actualmente agradezco porque no me gustaría estar como en esa época.

Mi rostro está sereno, haciendo que el maquillaje resultase favorable; esté, consta de una capa de base, mis pestañas con mascarilla haciendo que estas se vean más pobladas que de costumbre y largas además, con una sombra roja que iba perfectamente a juego con mi vestido, mis labios igualmente con un color rojo que era no tan llamativo pero sin perderse ante el maquillaje.

Ante el análisis exhaustivo del reflejo de mi rostro, pasaron bien, como 20 minutos; así que luego de suspirar y pedirle a alguien en el cielo que Damon ya no estuviera con la persona que no quería ver. 

Tu firma en mi pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora