Todo Fue Por Accidente

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- No puedo creer que estén dando estas películas, ¡son pura mentira!

- Ya, Mina, no son puras mentiras, son románticas y exóticas. ¿Conoces a alguien que no quiera tener un novio vampiro?

- No defino aún si es zoofilia o necrofilia.

- Ninguna de las dos, es el amor entre...

-... entre personajes que no existen y que jamás existieron, y que, además, son parte de algo no humano. Por favor, Vicky, ¿qué pasa contigo?- Vampiros adolescentes, fantasmas y hombres lobo sexys eran puras divagaciones de una mente enferma. Esa era la opinión inamovible de Mina. Los dragones, los grifos, el Chupacabras, Papá Noel, los ángeles y los demonios estaban dentro de la misma bolsa de personajes inexistentes.

¿Hadas, sirenas, duendes? Nada de eso podía caber en la mente de Mina. Ella era una adolescente extraña para su generación ya que de haber recibido la carta para asistir a la escuela de magia más grande del mundo, la habría tirado por creer que era una tontería.

- No hay nada más para ver.

- ¿Esa de tiros y bombas y acción? Se ve interesante -dijo Mina al señalar una imagen que mostraba un sujeto lleno de magullones, armado y con cara de asesino.

- ¿Tiros y golpes? ¿Eres una chica o dejaste tu virilidad en el útero de tu madre?

- De acuerdo, de acuerdo, veamos esa de vampiros. Cielos, ¿acaso no maduras?- Vicky solía tratar de convencer a Mina de que esas historias eran bellas, de que se podía sentir mariposas en el estómago al leerlas y de que se podía enamorar del actor que caracterizaba el personaje del libro cuando se lo veía en la gran pantalla, incluso le dijo que su nombre era compartido con la adorable doncella de Drácula, pero ella se negaba a creerlo.

Jamás las aceptaría, como nunca aceptaría que las princesas sean rescatadas de madrastras horrendas, manzanas envenenadas y brujas maliciosas.

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- Fue tan linda, ahora sé qué pedir para Navidad: ¡Quiero un novio vampiro!

- Yo quiero un antiespasmódico.

- Oh, vamos, fue romántico.

- Como tú digas, necrofílica.

- Chica "#YoNoCreoEnLasHadas" ni en nada fuera de lo normal. Tanta realidad te hará mal, créeme.

- No creo en las hadas, solo podría suceder si veo alguna, hablo con ella y cumple mis deseos, no puedes culparme por ello.- Ambas salieron del cine rumbo a sus casas. Iban disfrutando de la noche cerrada y cálida del mes de octubre.

- Nos vemos mañana.

- Adiós, no olvides mis auriculares.

- No lo haré.- Vicky ingresó a su hogar y Mina continuó por la calle oscura y familiar.

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Todo el colegio hablaba de la fantástica película de amor adolescente entre la chica tímida y las criaturas de pesadilla, también se oía mucho la frase "tatuajes negros en todo el cuerpo" y "alas gigantescas", por lo que asumió que era otra de las tantas sagas que se había publicado recientemente para una audiencia llena de inocencia.

Mina no era así cuando pequeña. Después de que su madre le llenara la cabeza sobre el amor, las princesas, los príncipes, los hechizos y demás, y luego la abandonara sin dejar rastro al cumplir siete años, todas esas historias se habían convertido en una gran mentira.

Los martes solían ser aburridos: literatura, análisis sintáctico y documentales. Más historias, más idioteces para Mina.

- Nos vemos mañana, ¡qué tarde se hizo! Mi padre me matará.

- No creo que lo haga, ¡ese hombre es un ángel!

- Ja, ja, ja... Lo dice la que no cree en ellos. Mina, a veces me desconciertas de veras. Adiós.

- Adiós.- El paseo fue ameno con la música que sonaba en sus auriculares y cuando estuvo por doblar en el cruce desértico...

¡PUM!

Volar nunca fue una opción y menos al andar en bicicleta. Su mochila había quedado tirada por allí; su vehículo, más a su derecha.

- Oh, no...- Dijo al ver aquello con lo que se había chocado: un muchacho. Estaba tirado a un lado de la calle, su cabeza había golpeado contra el cordón de la vereda. Estaba boca abajo, no se movía. Se levantó con esfuerzo y, con un gran mareo, se acercó al sujeto vestido de negro. 

Vestía un pantalón chupín a media asta, algunas muñequeras que parecían de cuero, pero eran más bien traslúcidas, había un morral verde cerca de su mano: estudiante de universidad, pensó. El cabello corto a los lados y algo más largo en la coronilla, despeinado y revuelto le daba un aspecto juvenil y altanero. Tenía un aro de madera en la oreja derecha y era tan pálido como la nieve.

- ¿Señor? Oh, por Dios, no me puede estar pasando a mí.- Trató de recordar qué había que hacer si chocabas a alguien, si atropellabas a un transeúnte en pleno cruce y de noche, ¿podría ir presa?, ¿la sentenciarían de alguna forma por ello? No lo creía posible, pero efectivamente habría algún castigo. 

Mina entró en pánico al instante. El sujeto no se movía, parecía muerto.

- No, por favor, no... no muera, señor, se lo suplico.- No hubo respuesta.

La chica que comenzó a temblar incontrolablemente pasó un dedo sobre la espalda del dudosamente vivo sujeto para ver si se despertaba, pero en lugar de eso, este comenzó a cambiar: los brazos tan pálidos fueron mostrando un tatuaje con relieve, un extraño motivo de enrejado que llegaba hasta sus muñecas y se ocultaba bajo su remera. Al verlo mejor se dio cuenta de que eran sus venas y arterias las que mostraban una sangre brillante, plateada, como río de estrellas. No era ningún tatuaje. 

Mina, con los niveles elevados de adrenalina y su racional mente que no permitía explicar lo que sucedía, corrió hacia su bicicleta, la tomó y salió tan veloz como un rayo.

La adolescente escéptica no podía imaginar lo que había iniciado esa noche.



(CONTINUARÁ)

Yo No Creo En Las HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora