UNO.

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El Aeropuerto Internacional de San Francisco se encontraba repleto de personas ese jueves por la noche. Miles de familias reunidas. Unas se despedían, otras se abrazaban con alegría al volverse a encontrar. Cientos de pantallas colgaban del techo, luces de colores desprendían de ellas, cada una con el logo de la aerolínea y su destino. Mi madre y yo caminamos a través de la multitud, buscando la pantalla que indicara la ruta hacia mi destino. Pasaron unos cuantos minutos hasta que finalmente la encontramos.

UNITED AIRLINES
VUELO 384
SAN FRANCISCO, CA - MIAMI, FL

—Aquí es.— Le anuncie a la despistada de mi mama, quien estaba a punto de pasarse la cola de espera.

—¿Segura?— Pregunto, mirándome con esa cara de tragedia que había adornado su rostro desde que despertó esa mañana.

—Si, y ya voy tarde así que será mejor que empiece a formar la cola.— Acomode el bolso sobre mi hombro y le di un abrazo rápido y desganado. Estuve a punto de alejarme cuando mi mama me abrazo aun mas fuerte, haciendo que pusiera los ojos el blanco. No podía ver su rostro, pero estaba casi segura que ya había empezado a llorar. —Mama, ya deja el drama, ¿si? Me voy a otro estado, no al fin del mundo.

—¿Porque tienes que ser tan insensible todo el tiempo?— Me miro a los ojos con tristeza. Mis sospechas fueron confirmadas, estaba llorando. —Mi bebe finalmente se va a la universidad. La ultima en irse. Ahora si que me quede completamente sola. ¿No ves lo importante que es esto para todos nosotros?

—Si, tan importante que solo viniste tu a despedirse, ¿no?— Suspire, fastidiada. La verdad sí iba a extrañar mucho a mi mama, pero estaba tan enojada por el hecho de que mi papa y hermanos no estaban presentes para despedirse de mi, que ya quería subirme al avión y no saber de ellos jamas. Ni siquiera fueron capaces de llamar o escribirme.

Les cuento un poco para que vayan entendiendo. Siempre he sido considerada la oveja negra de la familia. Mis padres no me lo han dicho directamente, pero solo basta ver sus constantes miradas de desaprobación hacia mi para saberlo.

Soy la menor de tres hermanos y la única niña.

Mi madre estudio psicología, pero se salió de la universidad cuando conoció a mi papa. Sus ambiciones siempre fueron limitadas, y cuando conoció al hombre que prácticamente le resolvió la vida, decidió dedicarse a darle hijos, criarlos y gastarse su dinero.

Mi queridísimo padre es un reconocido neurocirujano que tiene mas tiempo para sus pacientes que para su propia familia. No digo que este mal, pero siempre sentí que solo los usaba como excusa para estar fuera de la casa. Son pocas las veces que compartimos tiempo juntos e intenta compensar esa falta de relación padre-hija con dinero. Pero tan pronto le anuncie que me había ganado una beca deportiva para estudiar en una de las mejores universidades de Florida, y que pensaba tomarla, decidió quitarme la mitad de la mesada, como si eso fuera a importarme.

Siempre fui muy diferente a mis hermanos en ese sentido. Mientras ellos hacían todo lo posible por complacer a mi papa por dinero, yo hacia lo que me daba la gana. No iba a sacrificar mi felicidad por la de otra persona, por mucha sangre que compartiéramos. Muchos me llaman soñadora, pero vivo, como, duermo y respiro fútbol, y estaba dispuesta a hacer todo lo que estaba a mi alcance para convertirlo en mi profesión.

Mi hermano mayor, Matthias, como todo primogénito, decidió seguir los pasos de mi padre. Es graduado de Medicina y esta haciendo su residencia en un hospital en Minnesota. El del medio, Adrian, es buenísimo en todo. Nuestro buzón estuvo repleto de cartas de aceptación de cientos de universidades, pero al final se decidió por Harvard. Creo que termina la carrera de leyes el próximo año.

Perdición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora