VEINTIUNO.

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Caminamos a orillas de la playa sin decir una palabra. Seguía contemplando si haber decidido irme con él fue buena idea, y mis ojos miraban a todos lados en busca de Clarice. Lo que era absurdo porque no estaba haciendo nada malo.

Pasaron varios minutos y me di cuenta que estábamos en la zona hotelera porque a lo lejos pude ver que nos acercabamos al hotel en donde estábamos hospedados, imagine que me llevaría hasta mi habitación, pero lo pasamos de largo.

—¿A dónde vamos? —Pregunte y me detuve. Eran las primeras palabras que habían salido de mi boca desde que nos fuimos del bar.

—Déjate sorprender, rubia. —Respondió con una sonrisa de medio lado, pero yo no devolví el gesto.— Confia en mi.

—Ese es el problema, no confio en ti.

Jason puso los ojos en blanco y me jalo para que siguiera caminando. Ya había tomado la decisión de irme con él y no podía cambiar de opinión ahora. Caminamos unos minutos más hasta llegar a uno de los hoteles más lujosos de la zona. Estaba justo frente al mar, y me atrevia a decir que era el más caro y el más bonito de todos. En la entrada varios empleados del hotel lo saludaron por su nombre. Fruncí el ceño mientras caminamos por el lobby hacia el elevador, donde nos recibió un señor vestido de uniforme.

—Buenas noches señor West. ¿Al Penthouse? —El señor parecía conocerlo muy bien y yo estaba cada vez más confundida. 

—Si. —Jason asintió y se apoyó contra la pared de cristal mientras el elevador se dirigía al último piso. Yo estaba completamente asombrada por la vista, pero Jason ni siquiera la miró. Era como si no le importaba que estuviéramos dentro de un hotel cinco estrellas donde al parecer los empleados se sabían el nombre de cada uno de sus huéspedes.

La puerta del elevador se abrió tan pronto llegamos al último piso, y Jason me cedió el paso para que saliera primero. Quedé asombrada tan pronto lo hice. Era la suite más lujosa que había visto en mi vida, lo cual decía mucho, porque en mis vacaciones familiares mi mama no aceptaba nada menos que una suite, asique habia visto muchas. Pero esto era algo completamente fuera de lo normal.

—¿Qué hacemos aquí? —Pregunté lentamente mientras recorría el lugar.

Jason me miró como si estuviera loca. —Aquí me estoy hospedando. ¿O crees que dejan entrar a cualquiera como si nada? —Sacudió la cabeza y desapareció a la cocina.

—Siempre con una respuesta para todo. —Murmure. Decidí ignorarlo y salir al balcón. Como el hotel estaba justo frente al mar la vista era hermosa, las estrellas brillaban como diamantes y el reflejo de la luna posaba sobre el mar de manera perfecta. San Francisco era una ciudad con tanto movimiento que siempre olvidaba que el cielo podía llegar a ser hermoso de noche. Este balcón me dio la oportunidad de admirarlo todo de forma distinta.

—¿Te gusta? —La voz de Jason interrumpio mis pensamientos cuando salio al balcon. Tenía una botella de vino blanco en la mano y dos copas. Las puso sobre la mesa y sacó dos bolsas pequeñas de su bolsillo y las tiró en la mesa junto al vino.

Me senté en una de las sillas e incline mi cuerpo hacia la mesa para ver que había en las bolsitas. En una había marihuana y en la otra un polvo blanco. —Dime que esto no es lo que estoy pensando.— Levante la bolsa con el polvo blanco, frunciendo el ceño, y Jason me la arrebató de las manos.

—Eso no es para ti. —Dijo mientras se sentaba en la mesa a mi lado. Me dio la bolsa que tenía marihuana dentro. —Esto si.

—¿Por qué te metes estas porquerias? —Volví a poner la bolsita de marihuana sobre la mesa. No iba a hacer nada de eso hoy. Las palabras de Steph se me habían quedado grabadas en la mente, y a pesar de estar de vacaciones, no podía bajar la guardia y dejarme llevar por nada de esto.

Perdición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora