CINCO.

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Mi cuerpo entro en un sueño profundo. De esos que no vienen muy seguido, en especial si eres una persona que a diario carga mil problemas en la cabeza y la presión de no mostrarlos al mundo. Alejarme de San Francisco había sido justo lo que necesitaba para quitarme tantas cargas de encima. La presión de mi madre por ser una versión mejorada de ella y casarme con el chico mas rico que pudiera encontrar, sentirme ignorada por mi padre hasta el punto de no tener ningún tipo de relación con el. Sentirme tan poca cosa por estar constantemente comparándome con los demás, en especial con mis hermanos, que tienen la vida hecha y todo lo hacen acorde a las expectativas de los demás.

Yo nunca iba a dejar de ser la chica que se fue a realizar sus sueños en contra de la voluntad de sus padres. La que renuncio a su vida llena de lujos y privilegios. La que un día se pinto el cabello de azul para que dejaran de decir que era idéntica a su madre. La que empezó a meterse el dedo en la garganta después de cada comida porque empezó a obsesionarse con tener el cuerpo perfecto simplemente para que dejaran de joderla con lo mismo.

Esos pensamientos desaparecieron de mi cabeza el momento en que me quede dormida viendo esa película. Y no me había dado cuenta de ello hasta justo antes de abrir los ojos. Por un segundo olvide lo que había estado haciendo, y decidí disfrutar de la paz y tranquilidad que había experimentado durante las ultimas horas antes de volver a abrir los ojos.

Ya no me encontraba en el sofá frente a la televisión. Mi cuerpo estaba sobre una cama que rápidamente supe no era la mía. Me frote los ojos y levante un poco la cabeza para ver mejor a la persona que se encontraba a mi lado. William desvió la mirada del libro que leía acostado sobre la misma cama que yo, y me miro con una tierna sonrisa.

—Despertó la bella durmiente.— Cerró el libro y lo colocó sobre la mesa de noche mientras yo terminaba de sentarme sobre la cama.

Estire mi cuerpo durante unos segundos antes de responder. 

—¿Que hora es? —Busque mi celular con la mirada pero sabrá Dios donde lo habré dejado. 

—5:37 P.M.— Respondió viendo su reloj de mano.

Mis ojos se abrieron como platos. Había dormido mas de tres horas. —¿Por que no me despertaste?

—Porque supuse que querías descansar después de andar corriendo en un campo de futbol toda la mañana.

—Es correcto.

Ambos nos sonreímos, y esa escena se hubiera visto absurdamente ridícula desde la perspectiva de una tercera persona, pero a mi me hacía feliz. No se como ni cuando, pero nuestros rostros se acercaron lentamente. Y antes de acobardarme, decidí seguir mis instintos y darle un beso, a lo cual afortunadamente el correspondió.

Fue un beso que sentí con cada uno de mis sentidos, y me deje llevar por el hasta que el sonido de su celular nos interrumpió. 

Mientras William contestaba, yo busque mi celular donde lo había dejado en el sillón. 

—Siento interrumpir este momento, pero olvide que quede en almorzar con mi hermanita y si no llego en diez minutos es capaz de venir acá a armarme un espectáculo.— Explicó cuando termino de hablar por teléfono.

—Tranquilo.— Sonreí. —Yo igual tengo otras cosas que hacer. ¿Nos vemos luego?

—Te escribo cuando regrese.

Nos dimos un abrazo fuerte, pero sabía que ambos nos sentíamos apenados por lo que acababa de suceder. Yo no me lo esperaba en lo absoluto, pero no me molestaría repetirlo en un futuro no muy lejano. 

Luego de salir del edificio, camine en dirección al dormitorio, pero mi mente no dejaba de pensar en el entrenamiento de esa mañana. No podía distraerme demasiado, así que decidí que en vez de ir al dormitorio y ser persuadida por Veronica de salir a algún lado, iría al gimnasio a despejar la mente y quemar unas cuantas calorías.

Perdición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora