Prólogo

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La vida siempre se conforma por varios factores, y personas específica y delicadamente elegidas por nosotros. Decidimos quienes componen nuestra felicidad; a quien amar y darle un sitio en el corazón que, además de regalárselo para mantenerlo a salvo, te brinda una seguridad y confianza para seguir adelante en sociedad; es básico y esencial para el ser humano y su convivencia en el mundo. Pero también decidimos a quien le damos el poder de quebrarnos con unas simples palabras, de pisotearnos con sus acciones, de matarnos poco a poco mental y físicamente por el grado de importancia que le damos y de desmoronar nuestra vida con algo tan simple como una mirada desgarradora.

El problema es... ¿qué hacer cuando elegimos a alguien que simultáneamente representa ambas cosas en nuestra vida?

Es lo que me ocurrió cuando él entró en la mía. Hipnotizante con su rostro y exterior descomunal, estremeciendo mi mundo con su aura sublime, divina y soberbia que te arrullaba primeramente en un sueño idóneo y fantástico, para terminar convirtiéndose en tu peor pesadilla y desatar a ese pobre ser rudo, desecho y vehemente.

Él no lo sabía pero necesitaba que le salvaran.

Intenté hacerlo. Sin embargo, no me di cuenta que necesitaba me salvaran a mí.

Alex se hundió y más arriba yo caía con él.

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