Primeras citas, primer rechazo.

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Dios, dios, dios

CHUCHITO.

¿Es normal estar tan nerviosa en tu primera cita?

Digo... ¿Qué se supone que haces en una? ¿Qué le pregunto? ¿Cómo debo actuar? ¿Debo sacarlo a pasear?

¿Qué comen los chicos?

Mi corazón no podía latir más rápido, mis extremidades temblaban a pesar de que estaba sentada, mi garganta se secaba con facilidad. Mis nervios eran extremos, pero al mismo tiempo no podía esperar más a que él llegara. Ya quería verle.

-¿Vas a reventar tu collar o qué?

Miré a mamá que estaba sentada a mi lado en el asiento del conductor. Bajé la vista a mi pecho. Mis manos tenían enredadas entre los dedos mi collar.

Tenía que dejar de hacer eso al ponerme nerviosa.

Suspiré y cerré los ojos un instante. Al abrirlos miré a mamá.

-Estoy nerviosa.- confesé.

-Lo sé, créeme.- sonrió con todos sus dientes.- Estas hermosa, quédate tranquila.

Me miré al espejo del tapasol una vez más. Todo mi maquillaje estaba en su lugar. Delineado perfecto, labial perfecto, cabello ondulado. Lo cerré y acomodé mi blusa que mostraba mi estómago. Cargaba unos pantalones que se ajustaban muy bien a mi figura y me coloqué mis botas de combate (que son unas simples botas estilo militar negras, mis favoritas).

Mamá me miró divertida en todo el proceso.

Saqué mi celular una vez más para comprobar la dirección. Sip, era el sitio correcto.

-¿Donde esta...

-¡Ahí esta!- me interrumpió mamá.

Seguí su mirada, hasta que divisé en una esquina a un chico con una particular forma de caminar.

Levantó la mirada que traía gacha y lo vi perfectamente.

O wow.

Se veía diez veces más sexy de lo que era. Cargaba una camiseta gris que dejaba ver su musculoso cuerpo y brazos. Jeans negros y vans grises. Parecía un actor de cine con un conjunto tan simple.

No podía creer que Alex Fletcher me pudiera hacer sentir así con solo verle.

-Camina como un pingüino.- Mamá hizo una mueca.

-¡Mamá!- luego de un segundo imité su gesto.- Pues sí, un poco.- Concordé con ella.

No sé si había mencionado antes que Alex sería inconfundible entre toda una multitud, porque su forma de caminar era indescriptible y única, diría que algo graciosa también. Algo así como si intentara verse más alto de lo que ya era y separaba un poco de más sus piernas al caminar. Aguante una risa al darme cuenta de ello.

Cuando divisó el auto, amplió una sonrisa de medio lado, digna de un comercial de Colgate. Saludó con la mano y yo le correspondí el gesto desde el auto. Se acercaba al vidrio de mamá y antes de que ella lo bajara para hablar con él, volteó a mí.

-Estas más roja que un tomate.- Y bajó el vidrio.

-¿Que que?

-¡Hola señorita Yisel!- la saludó Alex con un beso en la mejilla.

Salí del auto tomando mi cartera para colgarla en mi hombro cruzada. Mientras esos dos hablaban me revisé rápidamente en la ventana del auto.

Maldición.

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