Confesiones...

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Luego de unos días me empecé a acostumbrar de que Alex frecuentara ir a mi casa.

Era lindo, ¿saben? Él era muy atento y detallista conmigo, cosa que no esperaba. Amaba como me hacía reír de cualquier cosa; parecía que su mayor cometido era ese. Alex era un excelente cocinero y yo le dejaba a su disposición mi despensa siempre y cuando él cocinara, ya era una costumbre cenar su comida por lo menos tres o cuatro veces a la semana. Disfrutábamos juntos de ver películas, hacer bromas y juegos como dos crías, en cada momento nos robábamos besos y una que otra vez él, sin previo aviso, me daba una nalgada. Generalmente yo le perseguía para reprimirle pero siempre terminaba entre sus brazos besándole nuevamente. A veces la situación se subía de tono pero no llegaba mas allá debido a que nunca estábamos solos. Alex hizo que comenzara a crecer en mi otro tipo de deseo; uno carnal que no podía esconderle cuando estábamos juntos y por supuesto que él también tenía.

Pero no estaba lista para ir mas allá.

Las primeras semanas me sentía algo renuente a estar en una relación con alguien que apenas conocía; mi problema es que pienso demasiado las cosas, y a veces esto me parecía mala idea. Mi ansiedad me hacía sentir pequeña e insegura por que esto era algo totalmente nuevo para mi. De hecho yo no estaba enamorada de Alex; se me había ocurrido cortarle las primeras semanas y seguir como amigos... pero lo que no me permitía tomar esa decisión, era que si me gustaba.

Y me gustaba mucho.

Además, ya teníamos mas de un mes juntos y me empecé a acostumbrar a él. A estar con él, a verlo a él, a empezar a quererlo, a reírme con él. Era él... tenía algo que me hacía querer estar a su lado a cada instante. A pesar de su obstinada actitud o de su mal temperamento, el cual relucía en pocas ocasiones, no quería apartarme de él. Sentía que si seguía a su lado, ese amor que yo imaginaba orínicamente se podría convertir en realidad.

Alex me había invitado a un evento musical en la plaza principal de la ciudad. Iríamos Kian, unos amigos de Alex- entre ellos no se incluían sus amigas del instituto, y gracias a Dios, porque ellas me estaban empezando a hastiar- pero, cuando me enteré de la razón por la cual no estaban invitadas, no me lo podía creer.

Kian llevaría a su novia; la cual detestaba las amigas de Alex.

¿Desde cuándo Kian tenía novia?

No es como que sintiera celos ni nada parecido, pero me sorprendió que Kian tuviera novia si hacía poco tiempo era mas que obvio que me estaba coqueteando. Avergonzada me sentí yo al saber que se encontraba en una relación. Jamás me intentaría meter con un chico que tenía novia. Pero ya eso era pasado. Kian ni siquiera volvió a cruzar mis pensamientos desde el día que empecé a salir con Alex (ni nadie más en realidad). Al parecer mi enamoramiento por Kian era netamente platónico... ¿quién lo diría?

Me era imposible fijarme en otros chicos siquiera. E incluso cuando lo hacía, me era difícil no compararles con Alex. Siempre Alex era o más alto, o más simpático, o más inteligente o mas culto. No conocía a nadie como él, y eso era una de las cosas que más me empezaron a atar a él.

Caminar con Alex, agarrada de la mano entre toda la multitud, a plena luz del día, me hacía sentir en las nubes. Él era el más guapo del lugar siempre. No es por interpretar las cosas superficialmente, pero Alex está que arde. Las miradas de las chicas se dirigían automáticamente a él cuando entrabamos en algún sitio, pero, además del hecho de que él las ignoraba, ellas lo miraban a él para luego dirigir su mirada a mí. Y en más de una ocasión en la que alguna que otra chica no apartaba su mirada de encima de mi novio, yo le tomaba de los hombros y le daba un enorme beso. Él estaba consiente de lo que hacía y me seguía el juego.

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