La chica en llamas & El chico del pan...

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Capitulo 1

Después de que Peeta volviera aquel día con las Primrose de la noche, gracias a las cuales se le dio el nombre a mi difunta hermana Prim, fue como si algo se despertara en mí. Sacar la horrible rosa de Snow de mi casa fue un gran paso, ir al bosque ese día me ayudo a despejar la mente y así poco a poco las cosas se fueron mejorando.

Pero hay que admitir que no todo fue color de rosa mientras hacíamos el libro y aprendíamos a mantenernos ocupados. En el fondo, aunque sentía alivio de que Gale estuviera con su lujoso trabajo en el distrito 2, en ocasiones lo extrañaba, anhelaba tenerlo cerca, poder tener conmigo a mí mejor amigo, pero no siempre tenemos lo que queremos.

Peeta y yo empezamos a pasar más tiempo juntos y debo admitir que eso me tranquilizaba. Una noche mientras trabajábamos en el libro de plantas de nuestra familia, después de describirle a Peeta lo que quería que dibujara, y el boceto ya estaba listo, él empezó a dibujarlo en las hojas de pergamino del libro. Mientras lo veía dibujar me quede dormida sobre la mesa. Después de lo que debieron ser unos 40 minutos sentí como los brazos de Peeta me levantaban de la silla y me llevaba a mi habitación. Me dejó en mi cama con mucho cuidado de no despertarme, me cubrió con una sábana y me dio un beso en la frente. Cuando se daba la espalda para dejarme dormir tranquila tome su mano y le susurre:

-No te vayas… Quédate conmigo…

A lo que él me respondió:

-Siempre.

Se acurrucó junto a mí y empezó a acariciarme el cabello hasta que me quede dormida. No me abrazaba, en realidad simplemente estaba ahí.

Se convirtió en una rutina. En la mañana Peeta horneaba, yo cazaba. En las tardes trabajamos ya fuera en el libro de plantas solo nosotros o en el otro libro donde nos proponíamos plasmar todas las cosas que sería un crimen olvidar de las personas que fallecieron durante todos estos años, en este trabajamos junto a Haymitch. Ya en la noche Peeta me acompañaba a mi cuarto y ahí nos quedábamos dormidos, sin tocarnos. Una noche tome su mano y así me quede dormida… Él no me lo impidió.

A medida que pasaba el tiempo, una noche tuve una horrible pesadilla, me desperté gritando y sudando. Soñé que Prim me llamaba y yo corría hacia ella, pero nunca la alcanzaba, cada vez el sonido estaba más y más lejos de mí. Peeta me llamaba muy alterado, tratando de que me despertara, que abriera los ojos.

-¡Katniss! ¡Katniss, despierta! Es solo una pesadilla.-Decía Peeta con desesperación en los ojos mientras me sacudía con cuidado.

Me desperté alterada, pero al menos él estaba ahí junto a mí, así que no lo resistí y me abrace a él. Mi respiración empezó a tranquilizarse y Peeta empezó a acariciar mi cabello. Así me tranquilice lo suficiente hasta quedarme dormida.

Los días seguían igual y yo me abrazaba en las noches a Peeta para poder dormir. Aunque las pesadillas no desaparecían, si se apaciguaron de forma notable. Ahora podía pasar algunas noches de placido sueño durmiendo junto al chico del pan.

Todo empezaba a verse más bonito en mi mundo. Cuando me despertaba Peeta estaba ahí a mi lado con una gran sonrisa y sus bellos ojos azules para recibirme. Después de arreglarme bajaba a la cocina y ahí estaba él, haciendo el desayuno para él, Haymitch y yo. Las tardes se iban rápido. Amaba verlo dibujar. Mientras se concentraba tanto en sus trazos, podía fijarme en cada uno de sus rasgos. Sus largas pestañas doradas, invisibles a la distancia pero tan hermosas observándolo de cerca. Toda su cara era bella, todo él era hermoso. Debo admitir que Peeta no solo lo hacía hermoso su amabilidad, su sinceridad, el cómo podía socializar y tener tantos dones, físicamente era muy atractivo, tanto, que me preguntaba cómo alguien tan espectacular podía haberse fijado en la simple Katniss Everdeen.

Haymitch aún se emborrachaba. Tomaba hasta no tener más alcohol. Eso lo ponía de muy mal humor, pero al menos tenía a sus gansos, ellos lo distraían mientras llegaba el siguiente tren cargado con más botellas para él. Pero bueno, es Haymitch. Todo parecía ir bien, las noches con pesadillas muy esporádicamente, las tardes examinando el chico del pan. Debo admitir que empecé a sentir una dependencia por Peeta, lo necesitaba más de lo que pensé necesitar alguna vez a alguien. No quería que lo alejaran de mí, nunca. Me gustaba esta vida que llevábamos los 3, Haymitch, Peeta y yo. Extrañaba a mi madre, dolía la muerte de Prim, por momentos quería a Gale cerca de mí, pero tenía a Peeta, eso era suficiente para vivir feliz. Por eso no esperaba lo que pasaría esa noche…

La chica en llamas & El chico del pan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora