Capítulo 45

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-¿Quién crees que ha sido? —pregunto.

Peeta no deja de caminar de un lado al otro del salón y yo sostengo mis manos cruzadas sobre mis piernas. No lograba mantenerme de pie y tuve que sentarme en el sofá. Gracias al cielo que Dandelion se ha dormido fácilmente. Ahora un pánico que nunca había sentido, me recorre todo el cuerpo.

-No tengo idea—murmura—. Lo que más me preocupa es: ¿por qué lo hizo?

-Es una rosa blanca, eso significa…

-Snow—me interrumpe—, lo sé. Pero él está muerto. ¿Quién más pondría una rosa blanca junto a nuestra hija y por qué? Si quisiera hacernos daño, estaba dentro de la casa, podía hacerlo; Dandelion estaba sola, podía haberla llevado. ¿Qué es lo que quiere?

-No voy a permitir que le pase nada a Dandelion. Primero muerta.

-No digas esas cosas, Katniss—me mira un poco ceñudo—. Moriría yo si a alguna de las dos les pasa algo.

-Entonces ¿qué?

-Esperar—habla rotundamente—. Esperar y tratar de saber quién fue y por qué. ¿Has peleado con alguien últimamente?

-No. Ya no tengo problemas…

-Bueno, yo tampoco. Hay que buscar otros motivos…

Tratando de encontrarle una explicación a la rosa en la cuna de Dandelion, nos pasamos toda la noche. Antes de que pueda si quiera pensarlo, ya son las 6 de la mañana. ¿Tan rápido se ha ido la noche?

Estoy al borde de un colapso nervioso, así que Peeta alimenta a Dandelion. Prepara su papilla y se la da de a pequeños bocados. Se ven muy lindos juntos.

Mientras los miro desde el marco de la cocina, los ojos de Dandelion se posan en mí y luego sonríe dejando ver sus encías llenas de papilla. Sonrío con esa imagen. No puedo entender cómo alguien quisiera hacerle daño a una criatura tan hermosa. Por venganza o lo que sea… ¿Quién podría lastimarla? Es sólo una bebé.

Ha pasado una semana desde que encontré aquella rosa en la cuna y, aunque no ha pasado nada más desde esa noche, mantengo mis nervios alertas. Me altero por cualquier sonido extraño en casa, movimiento que ante mi paranoica mente de madre parece anormal, o por el simple llanto de Dandelion. Casi no duermo en las noches y siento menos apetito, pareciera que me estuviera muriendo en vida. Aunque el que le pasara algo a Dandelion sería mil veces peor que esto.

Abro la puerta cuando miro por el ojo de pescado y veo que es Hannah junto a Patrick. Es increíble lo grande que está ese pequeño.

-Hola—digo cuando Hannah entra en casa.

-¿Cómo estás? Ya sabes… respecto a la rosa.

-Oh… bien. Estoy algo nerviosa, eso es todo.

-Bien, espero que se te pase pronto. Creo que ha sido una broma de muy mal gusto de alguien.

-¿Por qué haría algo así? —me siento junto a ella en el sofá.

-Porque…—Patrick hala su vestido y le dice que quiere ir a jugar— no estamos en casa mi amor.

-Ve al cuarto de juegos—le digo—. Ahí están los juguetes de Dandelion.

-¡Sí! —grita Patrick y luego corre hasta el cuarto de juegos.

-Lo has encantado—ríe Hannah—. Ahora, volviendo a lo de la rosa, porque tienen envidia o yo que sé. Lo importante es que no ha pasado nada más.

La chica en llamas & El chico del pan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora