Capítulo 43

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Ok, primero que todo quiero pedirles PERDÓN por no haber actualizado el viernes. Pero era el estreno de BAJO LA MISMA ESTRELLA: LA PELÍCULA y no tenía cabeza para nada más que no fuera llegar al cinema a verme esa pelí. (Que por cierto fue la cosa más perfecta que he visto. La mejor adaptación que han podido sacar. *Me levantó y aplaudo* literalmente)

Y no pude actualizar ayer porque he estado enferma. Terriblemente enferma. Y cuando ya me estaba sintiendo mejor y dije "voy a actualizar" a mis papás les dio que nos fueramos para la fiesta de grado de la hija de una amiga de mi abuela -.- así que pues no pude :( de verdad que lo siento, pero aquí está el nuevo capítulo. Espero que les guste :D

PD: Para que no crean que solo los abandoné a ustedes, mi bebé me estuvo escribiendo todo el día y vine a responder los mensajes el sabado en la mañana sacando fuerzas de donde no tenía :(

Ahora sí, mis amados lectores... El caítulo *3*

***

El llanto de Dandelion me despertó de mi profundo sueño. Y en realidad, le agradecía. Estaba teniendo una horrible pesadilla. Ya no me despertaba gritando ni nada así. Simplemente sudaba mucho y esperaba a poder despertarme. Estaba temiendo tener que terminar el horrible sueño donde me arrebataban mis dos seres más queridos. Gracias a Dandelion… pude despertar antes.

Me levanté de la cama y caminé hasta la cuna de mi pequeña. Estaba ahí, con unas pequeñas lágrimas en sus mejillas. Era imposible que incluso llorando se viera tan hermosa. La sostuve en mis brazos y empecé a mecerla para que se calmara. Tendría que alimentarla.

Para no despertar a Peeta, que por suerte lograba dormir, bajé al primer piso de la casa. Me senté en el sofá de la sala y empecé a darle del pecho a mi pequeña. Sí, hambre, eso era todo.

Mientras la alimentaba recordaba cuando estaba embarazada de ella. Sentía pánico constantemente, por cualquier movimiento que realizara. No se lo decía a Peeta porque no quería quedar como una completa tonta frente a mi esposo. Pero me aterraba cada vez que la sentía dentro de mí. Ahora, me preguntaba cómo podía aterrarme algo tan bonito, tierno, frágil.

Le saqué los gases a Dandelion y la sostuve hasta que se quedó dormida. Volví a la habitación y la dejé en su cuna. No pude evitar quedarme viéndola durante unos minutos. Esta pequeña era mi adoración.

Me metí nuevamente en mis cobijas y de repente sentí los brazos de Peeta rodeando mi cintura y no pude evitar sonreír. Entonces, en ese momento, sentí la respiración de Peeta en mi oído y su mentón sobre mi hombro. Sonreí otra vez. Dandelion era mi adoración y Peeta el amor de mi vida. Tenía todo lo que necesitaba si ellos dos estaban.

-¿Siendo una buena madre, señora Mellark?—dijo Peeta.

Reí.

-¿Estabas despierto?—dije—. Podrías ayudarme, no sé.

-Yo no puedo alimentar a Dandelion.

Reímos en voz baja.

-Cuando empiece a tomar de su biberón irás tú en las noches.

-Ok, ok, lo haré.

Me giré para quedar con mi frente pegada a la suya y nuestras narices juntas. Sus profundos ojos azules me miraban llenos de… admiración, deseo, amor.

-Te amo—susurré de manera casi inaudible.

-Y yo a ti.

Me abracé a mi esposo y apoyé mi cabeza contra su pecho. Era duro y firme pero al mismo tiempo, la almohada más cómoda que hubiera podido pedir.

La chica en llamas & El chico del pan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora