Prólogo

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Llegaba de la escuela temprano como siempre, la mamá de Dylan–mi mejor amigo–me había traído a casa, estaba tan feliz de haber obtenido un sobresaliente en matemáticas, papá me había ayudado a practicar los ejercicios, así que fui a mostrarle mi prueba, estaría tan orgulloso de mi.

Fui a su oficina corriendo, abrí la puerta sin tocar y espere el reclamo de papá por hacerlo pero no oí nada. Estaba vacío.

Al cerrar la puerta escuché pasos apresurados acompañados con gritos en la segunda planta.

—¡Estoy hartó de esta farsa!—gritaba papá.

Me escondí debajo de las escaleras, mientras papá bajaba con lo que parecían ser ¿maletas? ¿Papá viajaría?. Mamá bajaba corriendo detrás de él con ¿lágrimas en los ojos? ¿Habrá estado pelando cebollas?

—¡Nicholas por favor! ¡Piensa en Jennifer, ella necesita de su padre, tan solo tiene 6 años. No puedes ser tan egoísta—suplicaba mamá.

—No trates de chantajearme usando a mi niña en esto—dijo más tranquilo.

—¡No puedes irte así! ¡No puedes dejarnos, joder!

—¡Dejame en paz!—gritó papá haciéndome sobresaltar, suspiró sonoramente tratando de calmarse y habló—Despídeme de mi princesita y dile que la amó. Adiós Nathalie.

Luego de eso escuche un portazo y sollozos de mamá, salí de mi escondite y encontré a mamá de rodillas en el piso, llorando. Sentí mis mejillas húmedas, mientras arrugaba mi prueba.

—Mamá—susurré apenas.

Mamá levanto la cabeza y me dió una mirada triste para luego estirar sus brazos y sin pensarlo dos veces corrí hacia ellos.

—Oh cariño, lo siento tanto—sollozaba mamá.

Queria decirle que ya no llorará, que yo nunca la dejaría. Pero las palabras no salian de mi boca. Estaba aturdida.

Yo entendía que pasaba, papá se había ido.

Papá nunca llegaría a ver mi prueba.

Papá nunca me diría lo orgulloso que estaba de mi.

Papá no vería mi obra de teatro por el día del padre que era la semana entrante.

Papá ya no me llevaría a la escuela.

Papá ya no estaba.

Cerré los ojos y prometí no enamorarme, no sabía lo que significaba pero había oído hablar a mamá de lo bonito que se siente estarlo y lo mucho que ella amaba a mi padre, y que al estarlo haces más de una locura para ver feliz a aquella persona especial.

Papá acababa de desvanecer la ilusión y emoción que sentia cada vez que mamá me hablaba de aquello.

Sentía que ya no valia la pena sentirlo, mucho menos, experimentarlo.

«Prometo no enamorarme», me repetí muchas veces hasta que quedó en mi memoria.

Y ese, fue el origen y principio de todo.

Prometo No EnamorarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora