Capítulo 6

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Suspiré sintiendo la brisa en mi rostro. Miré de reojo el lugar donde había estado hablando con Luciano y él seguía parado. Se notaba que estaba muy perdido. Pero no quería saber nada sobre él y sus estúpidas mentiras.

Porque eso eran Luciano. Una gran mentira.

Decidí desviarme del camino solamente para despejar mi mente, alcé la mano para subir a un taxi y le dije la dirección al conductor. 

Una vez que llegamos, le pagué al taxista y caminé hasta el puestito de siempre, pedí un ramos de rosas y pagué para luego empezar a caminar hasta un lugar que frecuento seguido. Suspiré haciendo una mueca con mis labios y saqué las flores viejas y coloqué las que estaban frescas. Sonreí con tristeza recordando todos los momentos compartidos con ella.

Acaricié la lápida suavemente sintiendo esa sensación de tenerla conmigo y abrazarla para poder llorar en sus brazos y explicarle todo lo que estaba pasando.

Explicarle como me sentía respecto a Luciano, que me sentía traicionada por todas sus actitudes, porque lo vi mientras se besaba con aquella chica divina, porque me oculta demasiadas. Quería explicarle como me sentía cuando estaba junto a él, que mi corazón no sabe para donde correr o saltar. Que lo amaba demasiado y que no sabía si él seguía jugando conmigo o si era verdad todo lo que me decía. 

Esa desconfianza de enamorarse del chico equivocado, pero Luke no era ese chico malo que rompe tu corazón por una simple apuesta, Luciano era ese típico  chico que te saca una sonrisa en el peor momento. Es un chico tan amable pero muy roto por dentro. Y tenía que entenderme, mi padre me había vuelto tan desconfiada, con sus maltratos y esas palabras que dice cuando me ve a la cara. Y llegaba él, que de un día para otro, daba vuelta mi mundo tan despatarrado. 

Me dolía verlo así, pero él fue quien echó a perder lo que teníamos, o lo que fuera lo que había entre nosotros. No soy tonta, sé que hubo algo, pero tantos dramas y emociones colapsaron y salieron a la luz. Y ahí es donde todo se echó a perder. 

Necesitaba a mi madre, necesitaba explicarle lo que sentí cuando Tom se fue a Inglaterra a estudiar y que él me quería llevar porque no confiaba en mi padre, pero le dije que no podía dejarlo solo y enfermo. No era yo si lo dejaba caer. Porque es mi padre a pesar de todo, y a la familia siempre hay que tenderle una mano en las peores situaciones y si está mal el asunto, aún más hay que brindarle esa ayuda que necesita, para que vean que no somos iguales que ellos.

Yo no soy como mi padre. No soy esa persona que te va a juzgar o decir tantas cosas malas, pero me duele en el alma los echos.

La necesitaba, la necesitaba como para decirle que saliéramos  tomar un café y hablar sobre la ropa de las chicas que pasaban por la calle o como iba vestido mi padre al trabajo. La necesitaba como para llorar en sus brazos y no separarme nunca más. 

Sorbí por mi nariz al sentir ese nudo en la garganta que no te dejaba ni tragar. Ese nudo que expresa millones de sentimientos que quieren salir a flote pero era imposible decirlas. Esa sensación de estar ahogándote en un mar de lagrimas y no poder estirar la mano para que te ayuden. 

Sonreí por última vez a la lápida de mi madre y empecé a caminar hasta la salida del cementerio. Saludé a las chicas que atendían en ese lugar que tantas emociones cargaba. Caminé hasta la parada de autobuses y cuando vino la linea, subí y me senté en el primer asiento que vi disponible.

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Remojé mis labios tratando de sacar las llaves de mi bolso y Luciano viniendo a casa vino a mi mente. Sonreí lo insistente que se había puesto para ir a comprar oreos porque no había en la cocina. 

Subí las escaleras en silencio, ya se había echo demasiado tarde y solamente quería darme una ducha y dormir hasta mañana. Suspiré sacándome la remera y me di media vuelta para prender la luz. Tiré la prenda a una silla que había en la habitación. Giré mi cuerpo para ir al armario y buscar una toalla, pero una presencia en mi cama me detuvo. 

Al principio me asusté, pero me quedé más tranquila cuando vi su cabello y esa barba de hace días. Sonreí con ternura por como estaba. Suspiré pasando una mano por mi cabello negando con la cabeza mordiendo mi labio.

-¿Qué voy a hacer con este chico?-susurré a la nada.

Y por primera vez lo observé. Estaba echo un ovillo con la misma ropa de hoy a la tarde, sus zapatillas estaban en el piso y su campera, que no la había visto cuando hablamos esta tarde, estaba en la punta de la cama. Reí despacio al ver sus medias de colores. 

Caminé hasta la cama y lo sacudí despacio. Tiró de mi mano y le dio un beso, adormilado.

-Ven conmigo, florecita.-susurró.-

-¿Cómo sabes que soy yo?-murmuré en su oído ignorando el echo que él estaba sosteniendo mi mano con una fuerza que era inevitable pensar que él tenía miedo de que yo me marchara.

-Te pude oler desde que entraste a la habitación.-fruncí mis cejas confundida.

-¿Acaso eres un hombre lobo?-pregunté divertida. Sentí su risa aún adormilada. Luciano suspiró y besó de nuevo mi mano.

-No lo sé. Pero te pones mucho perfume.-coloqué mis ojos en blanco divertida y le pegué suavemente en su hombro con mi mano disponible.

-Eres un idiota.-murmuré.-

-Lo sé, pero aún sabiendo que soy un idiota, me quieres.-tragué saliva nerviosa y tiré de mi mano para separarme de él, pero ponía resistencia para que no me soltara.-Quédate quieta que tengo sueño, por cierto, te esperé más de una hora sentado aquí, me aburrí demasiado y me dormí. ¿Sabes que hora es para que llegues a esta hora?-abrió sus ojos cafés y me miró fijamente frunciendo su ceño.-¿A donde estabas?-suspiré exasperada y me solté de su agarre.

Caminé hasta mi armario para buscar una toalla y una muda de ropa, sin contestarle su pregunta.

-Oye, te pregunté a donde estabas. Me preocupé demasiado y no me atreví a llamarte por que sabía que me ibas a cortar.

-Eso no es cierto.-repliqué deteniendo mi paso hacía el baño. Luciano me miró como si hubiese dicho la peor broma del mundo.

-De todas las veces que te he llamado, me contestaste solamente una vez para decirme que era un idiota, cosa que lo sé demasiado bien, y que me fuera con esa pelirroja...-entrecerró sus ojos recordando algo y empezó a reírse.-...Más bien voy a pretender que no recuerdo lo que le dijiste a esa pobre chica, pero esta bien.

-Eres...-

-Un idiota, lo sé.-me cortó mi frase con una sonrisa y cruzó sus brazos detrás de su cabeza. Estaba recostado en mi cama con su cabello todo despeinado.-¿Te gusta lo que ves?-preguntó risueño al ver que me había quedado observadolo.

-No.-murmuré fríamente.-¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste?

-Me parece que si te gusta lo que ves, porque yo estoy demasiado conforme con la vista tan hermosa que estoy teniendo.-hizo una mueca con sus labios asintiendo con su cabeza repasando mi cuerpo de arriba a abajo.

Y recordé que estaba sin remera. 

Exasperada caminé hasta el baño y cerré la puerta con fuerza, sintiendo las carcajadas de Luciano.

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Entre sabores agridulces [#2] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora