Nadie escoge su amor, nadie el momento, ni el sitio, ni la edad, ni la persona.
(Pedro Prado).Londres, Primavera de 1810.
Juliette Susan Elizabeth Abaddie Armstrong—Jones, no era popular por ser precisamente la más hermosa entre las chicas de su edad, ella más bien no era popular para nada y lo sabía.
Se miró en el espejo cuando la dama de compañía que tenía le termino de poner el vestido, un vestido de fino terciopelo de color vino, con encajes de seda en color beige, un recatado escote en la parte de atrás y un elegante cuello alto. El corset marcaba una angosta cintura y la amplia falda rellena de olanes ocultaba el resto de su cuerpo. Frunció el entrecejo y suspiro decepcionada.
— ¿Pasa algo señorita Juliette? — preguntó la chica con cierto temor mientras la observaba.
— yo... — se quedó viendo su figura un poco más y acarició su cabello con tristeza, sabía que un simple cabello de color castaño no era competencia para las rubias o las pelirrojas. Peor aún si se trataba de Rosalya, su mejor amiga. Un cabello platinado definitivamente la hacía pasar como invisible — no es nada — forzó una sonrisa.
Era un día importante para Juliette, ese día sería presentada en sociedad como una chica casadera. Apenas tenía 17 años y no tenía altas expectativas, sabía que cualquiera que decidiera desposarla lo haría por la fortuna que venía con ella.
El Conde de Snowdon, su padre, vio con tristeza a su hija cuando después de años de intentar tener un hijo varón, había nacido ella. Y la decepción fue mayor aún, cuando después de 15 años de seguir intentando no lo consiguió.
El adoraba a su dulce hija, Juliette era amable, refinada, inteligente y sobre todo noble. Le partía el corazón saber que cuando ella tuviera que casarse, quizá esa persona no la amaría; sin embargo, él se esforzaría para qué por lo menos no fuera un desgraciado quien la desposara.
— se ve hermosa Señorita Juliette — dijo la chica al verla, sacándola de sus pensamientos.
— gracias Amanda — se limitó a decir mientras asentía.
El Conde de Snowdon había mandado a preparar una gran fiesta en la mansión de la familia, el salón de reuniones estaba espléndidamente decorado e iluminado con velas, había bocadillos y bebidas para complacer a todos los invitados, cada uno de ellos miembros distinguidos de la realeza.
Sabía que estaba ofertando a su única hija, pero estaba seguro de que no dejaría que se casara con cualquiera.
La velada comenzó cuando los invitados llegaron después de las 8 de la noche en sus coches jalados por caballos. Las damas usando hermosos vestidos llenos de detalles y color, mientras que los caballeros llevaban discretos trajes con adornos de botones.
Después de la presentación formal Juliette espero a que comenzará el baile, pues era obligatorio que todos los hombres solteros bailarán con ella, aunque solo fuera por cortesía.
Miro como desde el otro lado del salón Rosalya caminaba en su dirección — Linda fiesta, señorita Abaddie — sonrió ladina Rosa — ¿dónde está su chaperona? —
<<N/A: En la época las mujeres casaderas no podían estar solas bajo ninguna circunstancia, sólo para dormir. Porque se cuidaba celosamente la pureza de ellas. Por eso siempre debían llevar chaperona, ya fuera una persona del servicio, la madre o alguna hermana ya casada.>>
— Junto con la tuya — respondió Juliette rodando los ojos
— Ohh July! Una señorita de sociedad no rueda los ojos — le regaño mientras acomodaba los pliegues del exquisito vestido de seda en color morado con detalles blancos que usaba para esa noche.
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Por favor, Ámame
Historical FictionLondres 1815, el segundo hijo del Duque de Bouillon está en edad casadera, Lysandro Ainsworth podría ser considerado el soltero más codiciado en la temporada de bailes de Londres; por ser galante, educado y apuesto. Sin embargo, Lysandro debe buscar...