4. Pequeña enana enojona

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Pequeña enana enojona


Eren. J

Dos semanas.

Era justamente el tiempo que llevaba conociendo y hablando con Rivaille. No era como las otras chicas y supongo que eso se notaba a miles de millones de kilómetros, pero mi estúpido y diminuto cerebrito —palabras de Rivaille— recién comenzaba a procesar esa información. Esa chica era difícil, ¡oh, vaya que lo era! No hablaba conmigo más de diez minutos sin que quisiera salir huyendo con cualquier pretexto. No le gustaba el contacto físico, siempre se mantenía a una distancia prudente de mí. Incluso era mejor que yo jugando el futbolito.

¿Qué clase de chica derrota al capitán de un equipo de fútbol, tres años campeón consecutivo, en un juego tan soso como el maldito futbolito?

Rivaille.

¿Y qué clase de chica come carbohidratos hasta por los codos, sin importarle su figura o algo por el estilo? Es decir, yo conocía a un montón de chicas que preferían morir de hambre antes que comer una grasosa hamburguesa de esas que venden en la cafetería de la escuela, sólo para no engordar. Incluso Annie se preocupaba mucho de controlar lo que comía, ¡Annie! El macho alfa de Armin... bueno, supongo que era normal, Annie era casi toda mujer, casi.

Y la respuesta era Rivaille.

¿Y qué clase de chica me soltaba groserías cada que me veía?

Oh, déjenme pensar... ¡Pues Rivaille! Otra vez.

Y es que de lejos se veía tan frágil y delicada, nunca pensarías que en realidad era una enana malgeniuda y malhablada, que daba más miedo que Annie cuando alguien se metía con Armin, o conmigo —a veces —. Pero a pesar de eso, ella, Rivaille... realmente me gustaba. Armin no paraba de decir que estaba encaprichado sólo porque yo era un cero a la izquierda para ella, Annie, por otro lado, insistía que era por el enorme parecido que tenía con Mikasa. Y a veces llegaba a pensar que de los dos, Annie era quien tenía la razón.

Y no estaba bien, era enfermo.

Quería que Rivaille se hiciera cargo del hueco que Mikasa había dejado desde que se fue, pero no era justo, no era lo correcto. Por más cruel y egocéntrico que pueda sonar esto, yo no era el tipo de chico que le rogaba demasiado a una chica, si veía que ella no ponía interés en mí, optaba por dejar de molestar e intentarlo con alguien más. No había sido el caso con Rivaille, la había estado persiguiendo estas dos últimas semanas, con pretextos bobos y sin sentido, esto casi estaba llegando a rozar con el acoso.

Pero no podía evitarlo, ella tenía algo que me hacía querer seguirla y no dejarla en paz. Y ya no sabía si era porque estaba obsesionado y encaprichado con ella y quería que se fijara en mí, para que eventualmente, terminara dejándola y rompiéndole el corazón, como decía Armin. O si por el contrario, quería estar con ella porque era parecida a Mikasa en muchas cosas y sólo quería que ella llenara el hueco y calmara el dolor en mi pecho.

Cuando los pasillos de la escuela por fin se vaciaron, la vi asomando la cabeza por la puerta del salón, después de asegurarse de que no había nadie, salió soltando un suspiro pesado y caminó con rapidez hasta su casillero.

Fue entonces que decidí salir de mi escondite y caminé hasta ella, casi sobre las puntas de mis pies para no hacer ningún ruido, pero cuando estuve a punto de cumplir con mi objetivo de asustarla, ella habló.

—No te atrevas ni siquiera a pensarlo— Cerró de un portazo su casillero y luego giro sobre sus talones para por fin encararme— ¡Pendejo!

—¡Preciosa!

Like a girl; EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora