49. La manera en que luces esta noche

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La manera en que luces esta noche

[Eren. J]

Las notas de una suave canción de cuna fueron lo primero que mis oídos captaron cuando llegué a casa. Una punzada de dolor me atravesó el pecho al evocar la imagen de una hermosa dama tocando aquel ostentoso piano blanco, al adentrarme un poco más y caminar por el vestíbulo, pronto pude darme cuenta de que en su lugar había una pelirroja que compartía bastantes similitudes con la mujer que había sido mi madre.

Isabel tocaba el piano con la misma pasión con la que lo tocaba Mademoiselle, toda su atención enfocada en las notas suaves mientras que de sus labios escapaban suaves palabras que iban acorde con el ritmo de la música que emitía el piano. Una canción de cuna que hablaba acerca de como el amor vuelve valientes a las personas, fuertes y honorables también. A mi mamá le encantaba tocar esta pieza y cantarla con su aterciopelada voz, porque habla acerca de como el amor mantiene vivos a nuestros seres queridos que ya no están aquí, de como viven en nosotros y por eso nunca mueren realmente.

Quizá la tocaba con frecuencia sólo para recordarnos que ella seguiría viviendo en Isabel y en mí.

En cuanto Isabel se percató de mi presencia sus dedos dejaron de tocar el piano y cesó el suave canto que era tan similar a de Mademoiselle, me dedicó una suave sonrisa y de inmediato me hizo un lugar en el banquillo frente al piano en donde ella había estado sentada. Su mano se entrelazó con la mía y un suspiro tembloroso escapó de sus finos labios resecos.

—¿Qué quería Grisha Jaeger?— Preguntó en voz queda después de un buen rato de silencio por parte de ambos.

—Bueno... se muda pronto de nuevo a Rusia, quiere que me vaya a vivir con él y su pequeña familia rota.

Las cejas de mi prima se levantaron hasta casi llegar al ras de su cabello ante mi revelación, relamió sus labios, frunció el ceño e hizo una mueca con los labios que más bien parecía un puchero. Estaba asustada y no podía culparla, había perdido la familia que había conocido toda su vida y ahora creía que estaba a punto de perder a la única familia que le quedaba.

—Oh— Exclamó con suavidad y tragó saliva con fuerza.— Rusia suena como un lindo lugar para iniciar de nuevo...

—Sí, supongo— Asentí estando de acuerdo con Isabel, después de todo, Rusia siempre me había gustado un poco.— Pero mi vida esta aquí en Berlín y no pienso dejarla.

—Pero... ellos son la única familia que te queda, debes estar con ellos.

Murmuró con los ojos clavados en nuestras manos unidas y ante su afirmación tuve que negar con la cabeza y apretar un poco más su mano para llamar su atención y hacer que me mirara.

—No es verdad, Erwin y Mike están aquí. También Mikasa, Annie y Armin— Expliqué con una sonrisa sincera, antes estaba aterrado de que mi padre y mi hermano se fueran pero no iba a quedarme solo, nunca.— Zeke se quedará a concluir la universidad... y ya sabes, Levi también y... bueno, eso. Además, te tengo a ti y no puedo dejarlos.

La expresión en el rostro de Isabel ahora parecía más aliviada, pero eso no impidió que varias lágrimas cayeran de sus ojos mientras arrugaba un poco la frente y luchaba demasiado duro por sonreír y parecer fuerte con todo lo que estaba pasando.

—No tienes que cuidarnos, ¿sabes?

—Sí, tienes razón— Concordé con Isabel.— Tal vez sólo quiero que me cuiden a mí.

Esta vez Isabel por fin me abrazó con fuerza y por ese efímero momento permití que se aferrara a mí como la única cosa que le quedaba, porque de cierta forma, ella también era todo lo que me quedaba de mi madre. Nos mantuvimos abrazados por un largo rato, ambos llorando por lo que habíamos perdido y ambos sabiendo que aunque fuera doloroso, teníamos que seguir adelante por todo lo que nos había quedado y por todo lo que obtendríamos más adelante.

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